Ana:
Me desperté en los brazos de Isaac, aferrandome a él como si fuese a desaparecer de un momento a otro. Su pecho subía y bajaba en su relajada respiración y con cada latido de su corazón el mío iba recogiendo los trocitos para recomponerse. No había lugar a dudas, siempre sería él.
Todavía no había salido el sol y sabía que debía volver a casa, que todavía no habia acabado la tormenta, es mas, ni si quiera había empezado.
Me levanté sin ganas, besando a Isaac intentando no despertarlo. Recogí mi ropa y escribí en un trozo de papel que tenía en su escritorio.
Mientras me vestía no podía apartar la mirada de él, que dormía dulcemente con una especie de gesto alegre en la cara, ojalá supiese lo que estaba soñando...
Le acaricie con dulzura, le besé en la frente y dejé la nota junto a su mesilla para finalmente irme de mala gana.
Durante mi trayecto a casa no podia dejar de pensar y mis pensamientos me delataban con la tímida sonrisa que escapaba de mi boca cada vez que recordaba esa noche.
En casa estaban las luces apagadas, tal vez no hubiese nadie y podría seguir fantaseando y soñando despierta con todas las cosas que haría con Isaac cuando todo esto acabase. Que ilusa yo...
-¿Cómo te lo has pasado?
-Blake...- Lo sabía, sabia que estaría ahi y sabía que le debía sinceridad y que era lo que el quería.- Creo que debemos hablar.- dije mientras caminaba a la mesa desde la que Blake me miraba decepcionado. Me senté junto a él.- no te quiero mentir, no te mereces eso.
Soltó un suspiro triste que parecía un dardo envenenado directo a mi.
-Se con quien has estado y me puedo imaginar lo que has hecho... Y lo entiendo y renuncio a ti. Me he aferrado a algo que sabía que no iba a pasar...
Otro dardo.
-Blake, no era mi intención herirte, por favor no me odies. Nunca he querido hacerte daño, simplemente no soy para ti. Siento muchísimo si no he podido darte lo que has querido de mí, pero es que mi corazón dejo de ser mío hace mucho tiempo para ser de otra persona.- Las palabras salían de mi boca a borbotones.- Y eso no quita que te quiera y que seas especial para mí, pero lo que buscas lo encontrarás en otra persona, en alguien que te dé todo lo que tu das.- Blake había agachado la cabeza evitando mirarme.
Se hizo un silencio incómodo pero sabía que estaba haciendo lo correcto. Blake tenía unos sentimientos tan humanos que, si no fuese por las bolsas de sangre que había en nuestro congelador dudaría de que fuese un strigoi. Se merecía a alguien que lo amase tan incondicionalmente como ama él y por desgracia yo no lo hacía de la manera que él esperaba y merecía.
-Ana... ¿Crees que alguien pueda ser capaz de amarme alguna vez? A un monstruo como yo.- seguía con la cabeza gacha y los codos apoyados en las rodillas como si se estuviese rindiendo. Y a mi se me acumulaban las lágrimas en los ojos de impotencia y del tono tan cruel que usaba para si mismo. Nunca lo habia visto tan vulnerable.- Soy tan viejo y tengo tanta sangre en las manos... He vivido tanto y nunca he tenido a nadie a mi lado hasta que me encargaron cuidar de tí, me aferré a ti sabiendo que nunca me amarías, siendo consciente de ello. Tantos siglos de oscuridad y muerte y llegaste llena de luz y vida que me cautivaste.- Levantó la cabeza mientras la tenue luz del amanecer lo bañaba de tonos dorados.
-Te ves muy diferente a como te veo yo, te atormentas por un pasado que no puedes cambiar y que solo enturbia tu futuro y no te mereces ese martirio. Has hecho de mi vida entre sangre y muerte algo mas llevadero, has sacado cosas buenas de donde nadie sería capaz de hacerlo. Mandril y yo... Hayden y yo quería decir.- mostró una leve sonrisa.- te amamos con locura porque nosotros si vemos el bien que hay en tí. Si nosotros creemos y confiamos en tí, ¿porqué tu no?.
Me miró con esos gigantes azules que tenía por ojos, juraría por Dios que le cambiaban de color con su estado de ánimo pero nunca dejaban de ser preciosos.
Y me abrazó, me abrazó como nunca lo había hecho, como un niño falto de afecto.
Las palabras salían directas de mi corazón a mi boca con todo el amor y la sinceridad que le debia a esa persona que me había sacado del hoyo tantas veces y no me había permitido tirar la toalla.
Le devolví el abrazo y le pedí en silencio al cielo, a Dios, a la vida, al karma y a cualquier divinidad dispuesta a escuchar que le den la felicidad a Blake que tanto tiempo lleva buscando y ese amor que le haga temblar las piernas y el alma.
Cuando finalmente salió el sol Blake se fue a la cama, él toleraba peor que yo la luz del sol por lo viejo que era y en los dias cálidos perdía mucha energía y lo necesitabamos mas fuerte que nunca.
Hayden llegó junto con el sol, poco después de que un mas animado Blake se fuese a acostar. Traía café caliente y algunos dulces que éramos capaces de digerir.
Nuestra dieta se podría comparar como la de un celíaco, solo que los celíacos no toleran el gluten y nosotros no toleramos la sal. Eso si, somos devoradores voraces de azucar, por alguna misteriosa razón necesitamos azucar como necesitamos el hierro de la sangre, y lo compensamos con montañas de azúcares y pasteles para no ser fieras sadicas y sangrientas pegadas a una bolsa de sangre (o a un humano, dependiendo de la situación).
Se sentó junto a mi, en la silla que minutos antes había ocupado Blake. Me ofreció café y puso los pasteles sobre la mesa frente a nosotros.
-En mis tiempos no habían estos surtidos de calorías.- dijo mientras miraba con los ojos como platos a la bandeja de pasteles.- ¡Jódete, Maria Antonieta!.
No pude evitar reirme. Había aprendido a sobrellevar a Hayden, descubrí a base de cotillear en sus cosas que, en su época fue un dandy inglés, de familia adinerada y gustos refinados pero con un gusto peculiar y decadente al juego y el alcohol. Aún así, no tenía ni idea de como se había convertido asi qué, como dicen por ahí la curiosidad mato al gato y a esta gata de aquí le mataba la curiosidad.
-Hayden, ¿Te puedo preguntar algo?
-Ya lo has hecho.- dijo con la boca llena de un pastel de chocolate que me estaba llamando a devorarlo sin piedad.
-¿Cómo te convertiste?.- pregunté mirando a los donuts de chocolate que me repetían "comenos a todos".
Hayden rió.
-Pues es una historia un poco triste, no creo que te vaya a gustar.- le suplique con la mirada.- Bueno, vale...
A ver, tenía 22 años cuando todo ocurrió. Mi familia tenía mucho dinero y me criaron con la idea de que el amor se compra. Siempre vestí las mejores prendas, a los 12 años me regalaron mi primer reloj de bolsillo, bañado en oro y con diamantes que ahora costarían una millonada. En fin... que cuando crecí me di cuenta de las cosas. Mi madre, que todas las mañanas tardaba cuatro horas maquillarse y vestirse, que siempre fue la envidia de todas y cada una de sus amigas era terriblemente desgraciada. Si tardaba tanto en maquillarse era para disimular los moratones que le causaba mi padre cada noche cuando llegaba borracho y para esconder las llagas de la sífilis que éste le había contagiado.- hablaba y comía sin mostrar ningún tipo de emoción mientras yo lo miraba boquiabierta, no pide evitat sentir lástima por él.- Mi padre te imaginarás que clase de hombre fue, un malnacido de pies a cabeza. Violento, alcohólico, adicto a las fulanas de poca monta... como si no tuviésemos dinero suficiente para que se tirase a una prostituta en condiciones. De tal palo tal astilla y así me volví yo... Ludópata, borracho y putero.- ahí si había emoción, una rabia que hacía que sus ojos se llenasen de odio y que, honestamente me dió miedo.- Resumiendo que, a los 22 encontré el amor, el amor de verdad. Me escapaba de madrugada para verle en su pisito de mala muerte en los barrios pobres de Londres. Pero te lo juro, ese pisito se convertía en un palacio imperial cuando nos juntabamos. Una noche me escabullí por la ventana de mi cuarto para ir a verle, había reunido el suficiente dinero para irnos a las Indias y vivir tranquilos. Abrí la puerta del pisito de un golpe lleno de alegría y con la misma esa alegría se desvaneció. Mi amado yacía en la cama lleno de puñaladas, sus preciosos ojos verdes miraban al techo ya vacios de vida. Y mi padre, mi maldito padre estaba sentado en una silla al lado de él con las manos ensangrentadas y la daga de oro en la mano...
-Espera... ¿Tu padre mató a tu novio?.- dije con lagrimas de sangre corriendo por la cara.- Es... Es horrible Hayden. ¡Cuanto lo siento!
-Princesa, en esa época ser homosexual era como un pecado mortal y el hijo de un magnate del carbón no podía encamarse con hombres y echar abajo el apellido de la familia. Mi padre me dijo frente al cuerpo de mi querido Richard que me casaría con la hija medio imbécil de un colega suyo, pero no, huí de ahí llorando hasta quedarme seco. Llegué a un callejón que olía a demonio y encontré un trozo de cristal roto con el que me abrí las venas, antes de perder el conocimiento vi una figura femenina que se agachaba frente a mis heridas para lamer la sangre, con el mismo cristal que usé yo se hizo un corte en la mano, abrió mi boca y la llenó con su sangre.
Se estiró en su silla, saciado de tanto dulce en la mesa o de tanto amargo en su historia. Me miró y tendió una servilleta para secarme las lágrimas rojas.
Por suerte yo había nacido en este siglo, medianamente mas civilizado, no había vivido en el lujo pero si conocía la felicidad. No sabia de lo que sería capaz si alguien le hiciese esa monstruosidad a mi Isaac, pero si se que no le quedaría pais para correr.
-¿Y que pasó después?.-pregunté.
Hayden puso su media sonrisa arrogante, la que ponía siempre que alguien lo retaba. Mirada de depredador.
-Renací y aquel que una vez llamé padre murió sufriendo como se merecía. Y mi Richard... lo enterré en la pradera mas bonita que encontré, bajo un roble centenario rodeado de flores.- su sonrisa pasó a ser dulce y nostálgica.- algún día nos encontraremos, ¿sabes? Se que me está esperando en el otro mundo y viviremos la eternidad en una casa modesta entre las montañas, como él siempre soñó.
-Es precioso... - me limité a decir.
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Eres mi ancla (Isaac Lahey Fanfic)
FanfictionDespués de tantos años intentando olvidar aquel día, el destino me ha traído de vuelta a mi ciudad natal, Beacon Hills, el lugar de dónde provienen todas mis pesadillas solo que, esta vez no será todo tan malo.