Nirvana:
-Mi Corderito, hay tantas cosas que te tenemos que explicar.-contestó mi madre. Si, mi madre. La que había visto morir una vez, la que no había visto en años y la que ahora estaba frente a mi, con un gran vestido azul hasta los tobillos, una hilera de colmillos en vez de dientes y unos ojos negros como mi atacante, Blake y yo.
-Si tu sobreviviste al ataque del hombre lobo. ¿Donde esta papa?.-pregunte. No estaba segura de querer oír la respuesta por si no me gustase pero aún así me hice la dura y afronté la verdad.
-Anie, el tema de tu padre es algo complicado de explicar. Ahora es un momento de celebración, no lo arruinemos con temas tristes.- mi madre se levantó del trono con un aire imperial haciendo que el precioso vestido se extendiese a su al rededor haciéndola parecer una reina, aunque, después le mirabas la cara de endemoniada y parecía una reina del infierno.-Acompáñenme, quiero enseñarle todo esto a mi pequeña.
Blake y yo seguimos a mi madre. Yo estaba confundida pero a Blake se le notaba que estaba asustado.
-¿Que te pasa?.-le pregunté en un susurro.
-La mujer que tienes delante a parte de ser tu madre es la reina de todos nosotros, si ella lo ordena me arrancaría los ojos o si no me los arrancaría ella misma.-me contestó con la voz temblorosa.
-No te va a hacer nada.-le contesté yo en tono tranquilizador. Se que no sirve de mucho que te digan eso pero aún así, el sonrió y siguió caminando con la espalda recta como si no le asustase nada.
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-¡Vaya! Y yo pensando que las comidas que preparaba Sean eran una aunténtica tortura pero esto...-me quede mirando al joven colgado por las manos desde el techo de la enorme habitación. No comprendía por que no era capaz de ayudar, siempre que había alguien mal yo acudía pero esta vez no, no sabia por que, simplemente disfrutaba de la tortura que precenciaba ante mis ojos. Era como si la compasión y la empatía desapareciesen poco a poco de mi hasta dejarme completamente vacía.
Espera... ¿Que? NOO, yo no soy un monstruo, nadie inocente va a morir ni a sufrir delante de mis ojos si yo puedo evitarlo.
Me acerqué hacia el chico y le desaté las muñecas, él se desplomó en el suelo con los ojos entreabiertos.
-¿Po...por...que..me...a...ayu...das? E...res...u...una...d...de...ellos.-dijo el chico mientras yo le sostenía la cabeza sobre mis rodillas.
-Yo no soy una de ellos.- le contesté tajante. El chico se me quedó mirando durante unos segundos.
-No, tu tienes alma.-contestó y sonrió de medio lado. Me agarró por las muñecas y me lanzó contra el suelo. Me quedé aturdida unos segundos con los ojos cerrados pensando en lo que me había metido. Durante unos segundos pensé en mi vida antes de mudarme, mis amigas, mi casa, mi instituto... Lo echaba de menos, mi vida libre de líos, de criaturas sobrenaturales, de ser una, de mi madre resucitada. Estaba agotada, de todo en general. La idea de convertirme en un monstruo chupasangre me estaba provocando un trauma importante.
Pero... También se me pasó otra cosa por la cabeza... Isaac. Le echaba de menos, su pelo rizado, sus ojos azules, sus estupidas bufandas... Pero ahora que me había visto así, como un verdadero monstruo era muy probable que todos estuviesen planeando algo para sacrificarme y evitar que me cargase a alguien en el patio de casa para ofrecérselo a algún diablo de ocho cabezas.
Abrí los ojos y observé las tres caras curiosas que me miraban. Mi madre, Blake y el chico que me había estampado contra el suelo estaban sobre mi.
-Esta es la primera lección, corderito.-comentó mi madre mientras me sujetaba por las muñecas para levantarme.-Aquí no se puede confiar en nadie.
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Blake me había llevado a su cuarto para descansar, estaba en su cama sentada con una de sus camisas puesta. Estaba segura de que a el le quedaría ceñida al cuerpo y le marcaría todo lo que le tenía que marcar, en cambio, a mi me quedaba como un saco XXXXXXXXXL.
Blake estaba sentado en la mesita leyendo un libro mientras yo le observaba. Su pelo estaba peinado hacia arriba, como los chicos de hoy en día, no se como le suelen llamar a ese peinado pero yo lo llamo Justin Bieber en 2013.
Sus ojos viajaban por las páginas del libro devorando todas sus palabras, en un momento me di cuenta de que había parado de leer. Cerró el libro y lo dejó encima de la mesilla mientras se levantaba de la silla y venía hacia mi. Yo estaba sentada en el borde de los pies de su cama con las piernas cruzadas intentando que la camisa de Blake me tapase las bragas. El se agachó para quedar casi a mi altura.
-Todavía te puedes salvar, Ana.-me dijo con la voz mas tranquila que habia oído nunca.- Has intentado salvar a Hayden sin dudarlo ni un segundo. Ojalá todos por aquí fuésemos como tu.
-Tu tampoco eres como ellos.-le conteste, era algo de lo que estaba segura y no me avergonzaba decirlo.
-¿A que te refieres?
-Tal vez no me creas, pero, creo que en parte te comprendo. Estoy segura de que has perdido a gente que has querido, oportunidades que no volverán, familiares que has tenido que ver sufrir... Y aun cuando te las das de tío duro, te miro y puedo ver los atisbos de tu alma luchando por esconderse y no ser descubiertos.-le contesté, y fui lo mas sincera que pude haber sido.
- Eres una buena chica, esto no te debería haber pasado a ti.-se limitó a contestar. Solté un bufido y agaché la cabeza, sentí la mano de Blake acariciarme la barbilla para alzarme el rostro. Me miró fijamente a los ojos y yo solté una pequeña risa nerviosa. Le fui a preguntar si tenía algo en la cara para que me mirase tanto pero antes de poder abrir la boca sus labios ya habían chocado contra los míos.
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Eres mi ancla (Isaac Lahey Fanfic)
FanfictionDespués de tantos años intentando olvidar aquel día, el destino me ha traído de vuelta a mi ciudad natal, Beacon Hills, el lugar de dónde provienen todas mis pesadillas solo que, esta vez no será todo tan malo.