Las balas moradas

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Isaac:

Ana no me había cogido el teléfono en toda la semana y no había venido a clase ni un sólo día. Cuando le preguntaba a Skylar sobre su hermana ella sólo me contestaba que estaba enferma, no la creía, es más, sabía que mentía. Decidí que tendría que averiguar por primera mano lo que le sucedía a Ana, al fin y al cabo era mi novia.

Al terminar las clases me puse en marcha a casa de Ana sin importarme las advertencias de Skylar.

Cuando salí por las puertas del instituto y me encontré con Scott.

-Ey Isaac. ¿Vas a ir a ver a Ana?.- preguntó el y yo asentí.-Voy contigo, últimamente tengo una sensación rara. No comprendo que podría ser, es simplemente... Como esos escalofríos cuando sientes que te vigilan.

-Yo también me siento últimamente así pero he preferido no decir nada, ya estaba lo bastante preocupado por Ana como para preocuparme por nada más.

-Seguro que está bien.- contestó Scott, yo sólo me encogí de hombros y seguí caminando con Scott a mi lado.

Cuando nos estábamos acercando a casa de Ana pudimos ver un Land Rover negro. Era el de Michael, el tío de Ana. La furia me recorrió todo el cuerpo y me acerqué al coche con paso decidido, no temía lo que me podía esperar dentro de aquel coche, pero, si Michael era la razón por la que Ana no se había puesto en contacto conmigo y le había hecho algo ya me encargaría yo de devolvérsela. Abrí la puerta del conductor del coche violentamente y por un momento pensé que la arrancaría de cuajo.

Para mi sorpresa no había nadie dentro, me esperaba algo más emocionante. No me esperaba a un ninja subido en una moto a toda pastilla saliendo del coche, pero si me esperaba a Michael en el.

Scott se asomó por la puerta del copiloto.

-¿Qué hacemos asaltando un coche?.- preguntó Scott extrañado.

-Este es el coche del tío de Anie.-contesté, Scott sólo me devolvió la mirada y me ayudó a rebuscar en el coche.

Scott abrió la guantera y allí había una pistola y unas seis balas con un extraño brillo morado al rededor de ellas. Mire a Scott extrañado.

-¿Qué es ese brillo morado?-pregunté.

-No tengo ni idea, cogeremos una y se la llevaremos a Deaton.-contestó el mientras cogía una de las balas y se la metía en el bolsillo.

Cerramos las puertas y seguimos nuestro camino hasta llegar a casa de Ana. Estábamos frente a la puerta y no sabíamos que hacer. Scott me miró con una mirada interrogativa, no sabía que decirle, tal vez si tocábamos la puerta hacia la verdad no nos gustase lo que descubriésemos, en cambio, si pasaba un día más sin saber nada de Ana acabaría dándome una taquicardia. Sin dudarlo un segundo más toqué la puerta. Al cabo de unos eternos segundos un chico de pelo rubio entreabrió la puerta.

-¿Qué queréis? No vamos a comprar nada.-contestó aquel chico, según tenía entendido ese era Reid, el mejor amigo de Sean. Mire a Scott que estaba como analizando el ambiente, seguro que Ana le habría dicho que esta empanado o si se había fumado el orégano de las pizzas.

-Sangre.-dijo Scott.-Huele a sangre.

Antes de que me hubiese dado cuenta ya estaba dentro de la casa. Había empujado a Reid y corría hacia la habitación de Ana. Abrí la puerta pero no vi nada, sólo su cama deshecha, su montaña de libros y sus discos de Sam Smith en el escritorio.

Me concentre en su olor y finalmente la detecté, estaba en la casa, más bien bajo ella. Corrí hacia el sótano y allí pude ver a Harper, la chica de la floristería. Allí los recuerdos de mi infancia volvieron a mi. Un congelador en el sótano.

-Ey, ¿Qué hace...- No pudo acabar la frase, o si la acabó tampoco la escuché. Caminé por un estrecho pasillo hasta llegar a una enorme puerta metálica. La abrí sin dudarlo ni un momento.

En la habitación estaba Sean sentado en una silla con los codos en las rodillas y las manos tapándole la cara. Levantó la mirada y me miró con espanto.

-Isaac, vete de aquí. ¡AHORA!.- me grito desde la silla y pude ver una sombra moviéndose en una oscura esquina de la sala.

-Isaac.-Escuché mi nombre. Era la voz de Ana, era débil y triste, como un susurro.

-Isaac, te eh dicho que te vayas.-me dijo Sean pero la sombra se volvió a mover y volví a oír mi nombre. Algo se volvió a asomar en la oscuridad y pude ver el pie de Ana, con su pequeño tatuaje de un colibrí en el tobillo izquierdo.

-¡Ana!- grite y me lancé sobre ella.-¿Estas bien? Contéstame Ana, ¿Qué te pasa?- preguntaba pero ella no me respondía.

Mis ojos todavía no se habían adaptado a la oscuridad del lado de la habitación en el que estaba Ana cuando sentí los brazos de Sean tirando hacia atrás de mi.

-¡No te acerques tanto!.-grito Sean y Ana se lanzó hacia adelante con una expresión de furia en la cara. Mi expresión se volvió de espanto. Los ojos de Ana eran completamente negros y tenía una fila de afilados colmillos en la boca, aunque eso no era lo que más miedo daba, estaba embadurnada de sangre y tenía mordiscos por todos los brazos.

-¿Qué... Que le ha pasado?.-pregunté sin apartar la mirada de Ana, en ese mismo momento Reid y Scott entraron.

-Se ha convertido...-contestó Sean.

-¿Qué?¿En qué?-pregunté con mi respiración agitada.

-Se ha convertido en strigoi, chico.- dijo un señor mayor muy robusto de barba y pelo blanco.

-¿Y qué es eso?.- preguntó Scott tranquilo.

¿Cómo podía estar tranquilo? Yo estaba a punto de darme de cabezazos y el tan tranquilo.

-Un strigoi es... Bueno, es más o menos como un vampiro.

Eres mi ancla (Isaac Lahey Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora