Capítulo 23
{Narra Niall}
Me desperté por un dolor en mi espalda y bostecé, estaba en el sillón recargado con ella aun entre mis brazos, relajé mis músculos y suspiré de gusto mientras la apretaba mas contra mi cuerpo, porque me gustaba tenerla así cerca.
— ¿Ya te despertaste? —susurró ______.
—aun no ¿Y tú? —pregunté entre risas.
—ya suéltame entonces. Te tomaste muy en serio lo del oso de peluche ¿Verdad? No me soltaste en toda la noche —deshice mi abrazo y _____ se levantó.
— ¿Y que, acaso dormiste incómoda? —ella negó y puso los ojos en blanco.
—no… De hecho tu panza floja me parece demasiado cómoda —se burló. Me levanté rápidamente con falso enojo y quedé justo a su lado, bajé la cabeza para poder verla a la cara. Amaba que fuera tan pequeña, me hacía sentir que dependía de mi, que yo podía protegerla —¿Me estás diciendo gordo?
—wow, aparte de gordo, gigante y sordo —dijo, y se río— eso rimo
—No, tú eres muy enana, ese es el problema —la encaré divertido. Me agaché y quedó mi cara justo frente a la suya —pero eres linda
—pues… Tú eres feo —murmuró con una sonrisa atrapada en sus labios, sus mejillas se adornaron con un lindo color rosado, sus ojos brillaron aun más y yo no podía negar que para mi ella era hermosa, más hermosa que muchas chicas y quizás la más hermosa que yo hubiera conocido. Así tal cual, como estaba en ese momento, con su cabello despeinado, su blusa del bigote y mis bóxers preferidos que adoptó como pijama. — ¿Tienes hambre?
—Si… —contesté. Ella se quedó atrapada en mirada otros segundos y después se fue casi corriendo a la cocina.
Recordé a mi padre y maldije mil veces por dentro cuando recordé que tenía que llamarlo, lo quisiera o no.
Caminé hacia mi habitación con toda la amargura del mundo.
Odiaba hablar con él, no podía soportar sus gritos por teléfono sin querer ir a donde fuera que estuviera y darle unos golpes que se tenía bien merecidos. De verdad lo haría, pero seguía dependiendo de él en todo así que… Mejor no. Y yo no quería trabajar, no quería, para nada. Apenas tenía medio año de haber salido de estudiar, mi padre me había dado un año libre para descansar y luego iba a tener que meterme a la jodida universidad.
Eso apestaba monumentalmente porque yo era muy flojo como para estudiar y trabajar y mantenerme por mi mismo, además.
Así que, pensando en eso, podía aguantar al loco de mi padre un rato más.
Salí de mi habitación secándome el cabello con una toalla y mi estomago me exigió alimento haciendo un ruido extraño cuando percibí el olor de wafles dulces y huevos estrellados.
_____ odiaba que le dijera que debería dedicarse a cocinar el resto de su vida porque creía que yo lo decía en tono machista. Pero es que en realidad lo hacía muy bien y yo no lo decía con ese tipo de intención.
Después de mi madre ninguna mujer había cocinado para mí, ni siquiera la muchacha que nos ayudaba en la casa, porque su comida siempre sabía a cartón y prefería comer algo hecho por mí mismo aunque fuera solo cereal.
—siéntate en la mesa como la gente civilizada —exigió _____ en cuanto me vio llegar, colocando dos platos ahí.
—Pero a mí me gusta comer en el sillón —renegué frunciendo el ceño, solo porque me gustaba pelear con ella.