53.- Miracle II
Mis manos jugueteaban entre sí tras la ansiedad que experimentaba al no ser llamado por la psiquiatra. Los minutos habían pasado, convirtiéndose en horas y horas interminables. Me levanté y caminé hasta el ventanal; allí me quedé por unos largos minutos. Miré mi reloj y deseé que Steve estuviese conmigo en esos momentos. Nunca me había aburrido tanto como para desear su compañía.
La pequeña sala de espera estaba vacía. Y no era extraño; por lo general, los días martes por la tarde no se esperaba ver muchas personas esperando su turno. Nada comparado con los días siguientes. Los días jueves eran aquellos en donde los asientos no sobraban y, era también, donde ella asistía.
Ella, la muchacha que no tenía habla ni expresión alguna. Siempre esperaba en un rincón de la habitación, aislada de todos. Miraba el suelo, y no importaba cuántas horas podía demorar la psiquiatra en llamarla, ella, siempre miraba cabizbaja y hacía juguetear sus manos entre sí. Nunca hacía contacto visual, y jamás dirigía la palabra. Por ningún motivo.
Quise, en muchas ocasiones, acercarme a ella y volver a hablarle. Pero no tuve las agallas suficientes para hacerlo. Me vi, repentinamente, nervioso e incapaz de volver a buscarle conversación. En cambio, le preguntaba a la recepcionista datos sobre ella. Pero por ética, la mujer no me podía decir nada más que algo simple y conciso; algo que yo bien tenía entendido. "No habla, eso es todo lo que te puedo decir" Me decía la muchacha. Por cortesía le agradecía su poca información con una sonrisa para luego, volverme decepcionado a mi puesto, en espera de mi turno.
Lancé un suspiro con pesadez. Miré la hora y rodeé los ojos. ¿De qué otra manera podía saber sobre ella? Estaba claro que la recepcionista no me ayudaría. Y la psiquiatra...bueno, nunca me atreví a preguntarle al respecto.
—James. —Me llamó la voz característica de la recepcionista; dulce, afable y cariñosa. Le miré y ella me sonrió. Tenía una hermosa sonrisa, blanca y muy expresiva, tanto como lo demostraba ser su mirada grisácea. —Es tu turno.
Volví a suspirar, pero esta vez, de puro alivio.
—Ya era hora. —Musité. La muchacha rio suave.
—La psiquiatra se toma su tiempo, Jame. —Contestó con voz rítmica. —Y tú lo deberías saber.
—Aún no me acostumbro. —Me encogí de hombros. —Además, el tiempo sin compañía, transcurre más lento.
—En eso concuerdo contigo. —Carcajeó.
Me dirigí hacia el pasillo tras la recepción. A mi costado había puertas de otras oficinas con sus respectivos números. Caminé hasta el final del corredor, donde se encontraba la puerta ya entre abierta, invitándome a entrar con confianza.
Empujé la puerta siendo cauto. Asomé la mitad de mi cuerpo y sonreí a la anatomía que reposaba en el asiento, inclinado ligeramente frente al mesón con una que otra chuchería como adorno. La mujer estaba tan concentrada que ni si quiera se percató de mi presencia justo frente a ella. Estaba escribiendo sobre un papel blanco.
Carraspeé mi garganta y ella recién alzó su mirada, acomodando de inmediato sus gafan por sobre el puente de su nariz.
—Oh, Jame. Lo siento. —Rio divertida. —Esto me tiene muy concentrada. —Me dijo e indicó la ficha con una caligrafía abstracta. —Ven, recuéstate mientras. Entrego esto a Jenny y te atiendo. —Me dijo y tan rápido como pudo, rasgó la hoja y salió de la oficina.
Me recosté sobre el diván y miré el cielo raso en cuanto esperaba su llegada. Observé también el ventanal y la decoración que le tenía con plantas de diversas especies. Lo que más tenía, eran cactus, verdes y bastante llamativos.