67.- I would like
—¡____________! —Gruño molesto en cuanto salgo de mi habitación. A grandes zancadas me dirijo hasta la cocina, donde siento risas divertidas. De seguro se está riendo de mí, me digo, y apresuro mis pasos, sujetando al perro que, hace minutos atrás estaba sobre mí, lamiendo y babeando mi rostro mientras dormía.—¡Magnus! —Exclama ella y rápidamente me quita al can de mis manos. —¿Por qué lo tienes tú, uhm? —Me cuestiona con el ceño ligeramente fruncido. El perro mueve su rabo, y yo frunzo la nariz con disgusto.
Realmente detesto que se me interrumpa el sueño, y más aún si durante el día anterior he tenido una misión que casi me cuesta la vida. Jamás había recibido tantos golpes, por lo general era yo quien los daba, salía ileso, sin mayores rasguños. Más, había sido una misión distinta, donde necesité ocupar todas las capacidades y habilidades que HYDRA había implantado en mí. Lo último que deseaba entonces, era ser despertado por un perro que no dejaba de lamer mi rostro con efusividad.
—¿Estás bien, Buck? —Me pregunta Rogers. Le dirijo la mirada y observo pequeñas heridas en su rostro. La nada misma, pienso. No le tocó recibir tantos golpes como en otras misiones. Asiento, más no digo nada. —¿Seguro? No te ves bien...
—No, claro que no. —Espeto. —¿Quién estaría bien después recibir los golpes que recibí yo ayer, uhm? Lo único que quería era descansar, pero resulta que ese perro no encuentra nada más divertido que saltar sobre mí, recargarse en mis heridas y lamer mi cara como si no hubiese un mañana.
_____________ abre los ojos con sorpresa y Steve la observa casi perplejo por mi iracunda acotación. No me retracto, me irrita la intromisión del perro.
—Escúchame bien, James Barnes... —____________ gruñe y me indica con su dedo índice. Da un paso al frente y el perro mueve sus patas delanteras, queriendo bajar de sus brazos. No me impresiona que hasta el can quiera alejarse de su lado. Lo entendía, pero eso no quería decir que lo considerara un aliado.
—Te escucho... —Me encojo de hombros, desinteresado ante lo que me fuese a decir. Ella lo percata, por lo que su ceño se frunce más, endureciendo su semblante. Pareciera que me lanza rayos a través de sus ojos. Rio internamente. Aunque la aborrezco, no puedo negar que me divierte hacerla enojar.
—Tocas a Magnus otra vez, y te destruyo. —Me amenaza. El perro sigue luchando para que lo suelte, pero ella hace caso omiso a los movimientos que realiza el can con sus patas. —Entendiste, ¿o te doy una explicación de acuerdo a tu coeficiente intelectual?
—No creo que puedas, considerando que soy más avanzado que tú. —Me encojo de hombro. —Mírate, ¿qué tienes que me puede hacer daño? Eres una espía, ¿qué me harás? ¿una llave? ¿Entrarás a mi pieza en la noche y me ahogarás con una almohada?
El rostro de ____________ enrojece por completo. Quiero reír, pese al dolor que comienzo a sentir en toda mi anatomía. Pero me contengo.
—Ok, yo... me voy. —Dijo Steve. —Al parecer se desatará una guerra y yo no estoy listo para lidiar con otra. Amigo, espero que Nat no se entere de lo que acabas de decir sobre las espías porque, quien terminará con tu vida, será ella y no ______________. —Me dice y la castaña frente a mí le dirige una mirada que logra incomodar a Rogers.
—¿Estás tratando de decir que no soy capaz de darle su merecido, Rogers? —Le interroga. —¿Me estás diciendo incompetente?
—N-no... yo... —Se muerde el labio, nervioso. No responde pues, ____________ lo mira tan fijamente que le es incapaz de formular palabra alguna. Rogers termina abandonando la cocina, por lo que quedamos nosotros dos y la bola de pelos entre sus brazos.
—Eres un maldito amargado, Barnes. —Masculla. —Siempre enojado, siempre pesimista. Ojalá te hubieras quedado en esa capsula, congelado por el resto de tu penosa vida. —Escupe entre dientes. Baja, finalmente al perro de sus brazos; el can corre hacia la puerta y desaparece tras ella.
Suelto una carcajada estruendosa que logra retumbar entre las paredes de la cocina.
—¿A sí? Tú tampoco te quedas atrás, niñita tonta. —Le digo tan furioso como lo demuestra estar ella. —Eres intolerable, mandona y patéticamente ilusa. Crees que todo es color de rosa, pero no es así. Aterriza de una buena vez, este es el mundo real...
—¡No es mi culpa que tú camines bajo una nube gris, idiota! —Chilla. — Si no te gusta como soy, entonces no me hables nunca más.
—¡Entonces aleja tu perro de mí si no quieres que te vuelva a dirigir la palabra! —Gruño. Sus mejillas se tornan aún más rojas, y ello la hace ver, de una manera extraña, atractiva. Niego para mí y me esfuerzo en pensar sobre todo lo malo que posee. Pero sus ojos me capturan ante la belleza que se genera con el contraste rojizo de su piel y sus expresiones que denotan estar realmente furiosa.
—No sabes lo mucho que quisiera golpearte en estos momentos. —Masculla entre dientes, iracunda. —Lo deseo, de verdad lo deseo. Pero no desperdiciaré mi tiempo con un malhumorado como tú. No vale la pena.
—Lo mismo digo. No vale la pena dirigirte la palabra. En realidad, no vales la pena en nada. —Digo y ella gruñe por lo bajo. Esto, pese a que me encuentre adolorido y molesto, me causa diversión.
—¡Agh! ¡Te odio! —Grita. —¡Quisiera tener un tanque y pasar sobre ti todas las veces que pueda hasta que no quede ningún rastro tuyo!
—¡Y yo quisiera que te asignen a una misión que dure años para no verte más!
____________ comenzaba a arder en su propia ira. Sus palabras cubren las mías con todo el veneno que era capaz de expulsar de su boca, pero no me lastima. Al contrario, me divierte verla tan exaltada. El perro, si, no es de mi gusto, pero ella... ella lo es. Es odiosa en muchos aspectos, pero debo admitir que me atrae su peculiar forma de ser. Soñadora, ilusa, creyente de que todo es bueno en la vida. Según ella, lo malo proviene de nuestros pensamientos pesimistas. A lo mejor tiene razón, más tampoco me importa indagar en ello. Para mí la vida no es más que un recordatorio de todo lo que hice siendo el soldado del invierno.
___________ no para de manifestar su odio hacia a mí. Tiene varios motivos por los que me odia, y me divierte aquello. ¿Cómo sería tenerla en mi cama? Me pregunto, y di un vistazo a su anatomía. Es realmente atractiva. Estoy seguro que muchos en el equipo opinan lo mismo que yo.
—Quisiera follarte. —Murmuro, sólo para mí.
—'Qué dijiste? —Espeta de repente, desviando el propósito de sus palabras.
—Que si quisieras callarte. —Respondo serenamente. —Entiendo que me odies, al menos con todo lo que me has gritado, me queda más que claro que no me toleras, y, a decir verdad, yo tampoco a ti. ¿Te parece si hacemos como que el otro no existe? Tú ganas, yo gano. Eso sí, mantén a tu bestia alejado de mí.
Tomo una manzana que descansa sobre el cesto en medio de la mesa de la cocina y la masco mientras me dirijo, nuevamente a mi habitación. Cierro la puerta, no sin antes escuchar a __________ gritarme una vez más, su odio hacía a mí.
—¡Haré lo posible por ignorarte! ¡Hasta el punto en el que dudes de tu existencia!
Nunca se quedaba callada. Siempre tiene la última palabra.