63.- My only exception
—¡No Bucky! ¡Basta! —Chillaba _________mientras corría tras el gran árbol que decoraba nuestro patio. Con malicia seguí sus pasos, sujetando con fuerzas la pistola de agua que llevaba entre mis manos y, con la que pretendía mojar a ____________. —¡Estás haciendo trampa! —Dijo y carcajeó divertida.
—Tú has botado tu pistola... —Reí y seguí corriendo tras ella, rodeando el árbol. — No es mi culpa.
Seguí corriendo tras ella, entre risas que inundaban el patio en el que nos encontrábamos divirtiéndonos. Finalmente, logré llegar a ella.
—¡No! ¡Suéltame! —Reía, tratando de defenderse. —Al menos dame la oportunidad de ir por mi pistola. —Rogó. Negué pérfido. —¡Bucky! —Gimió suplicante.
Sonreí deslumbrado tras la imagen que tenía de ella frente a mí; se veía hermosa, demasiado para ser real. Su cabello mojado y las pequeñas gotas que se deslizaban por su rostro hacían de ella una mujer perfecta; una imagen femenina tallada por los mismísimos ángeles.
Me deleité con su hermosura y aquel amor del que sólo ella me podía brindar. Me era imposible creer que yo, siendo un sujeto con un pasado horriblemente oscuro, fuese el merecedor de su puro y tierno amor.
Detuve mis intenciones por seguir luchando contra ella, en cambio, decidí apegarla a mi cuerpo y abrazarla. ¡Dios! ¡Se sentía tan bien su cuerpo contra el mío!
—Te amo, _________. —Murmuré con el más sincero cariño albergado en mi alma. Nuestras respiraciones eran pausadas y, el ambiente bastante ameno. —Te amo tanto, tanto, tanto. —Volví a manifestar, haciendo reír a ________.
—Yo te amo el doble. —Sonrió, dejando caer su rostro sobre mi pecho, respirando profundo y dejándose llevar por aquella inefable sensación de amor que, ambos bien sabíamos proporcionarnos.
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Cerré los ojos e Inhalé profundo, esforzándome por ahogar el gemido sujeto a mi garganta tras recordar aquella tarde de verano. Desesperado, me mordí el labio inferior; mi alma dolía demasiado y yo no sabía cuánto tiempo podría soportar vivir con aquel sufrimiento sumido en mi interior. Y, es que me era imposible no recordar aquel día cada vez que caminaba frente al ventanal que daba la vista hacia nuestro patio. Siempre nos veíamos allí, disfrutando de las tardes soleadas, descansando en la hamaca, leyendo, conversando o simplemente contemplándonos en silencio.
___________estaba en todas partes. Principalmente en flores y árboles. El gran sauce que decoraba nuestro patio relucía sus hojas y danzaba al ritmo de la suave brisa de la tarde ante la presencia de __________. A sí mismo, las orquídeas y tulipanes, eran dignas de mirar. No por nada, _________, era la reina de la naturaleza.
Su don era hermoso. Era capaz de restaurar la belleza de cualquier planta o árbol moribundo. Éstos, en solo horas, volvían a renacer. Relucientes y vigorosos.
Llenó nuestro hogar de vida y de colores con cada flor que plantó en el jardín. Existía cierta esperanza en cada una de ellas; la esperanza de tener una familia; una vida juntos y eterna.
Pero todo ello cambió de forma drástica. En un abrir y cerrar de ojos, esa vida que tanto soñamos juntos, se desmoronó sin más.
Nuestro sauce y flores que un día dieron vida a nuestro hogar, yacían marchitas en nuestro jardín. El gran árbol que, en su momento brilló y bailó al compás del viento, pereció cuando ________ dio su último hálito. Y no solo el sauce presenció la ausencia de su ama, sino también, todas las plantas que rodeaban nuestro hogar y, que, en sus momentos de vigor, nos dieron armonía gracias a su existencia.