71.- Trapped
Corre. Grita. Golpea. Pensé en hacer una de esas tres cosas cuando sus ojos, inyectados en cólera me miraban y analizaban detenidamente. No podía correr; su mano sujetaba mi brazo como si fuesen tenazas enormes, incrustándose en mi piel cada vez con más fuerzas. Tampoco podía gritar; era tanto el dolor y estupefacción que las palabras sólo las pensaba, más, no las podía emitir. Quedaban atoradas en mi garganta. No podía golpearlo, de ninguna forma pues él, con seguridad me respondería el golpe.
Me limité a permanecer quieta y pensar en que todo terminaría luego. Y es que no era la primera vez que pensaba lo mismo, desde meses atrás, siempre me decía a mí misma que la pesadilla terminaría pronto, que él tarde o temprano se aburriría de mí y me dejaría en paz, pero como siempre, me equivocaba. Él no tenía ni la más mínima intención de terminar nuestra relación.
—No llores. —Escupió, despectivo mientras me observaba de pie a cabeza. —Eres tan débil... —Lanzó una risotada socarrona. —Me impresiona que seas parte de SHIELD. Tu debilidad debió haber terminado contigo hace tiempo.
Me mordí el labio inferior, tratando de hacer caso omiso a sus palabras. Miré hacia el ventanal a mi lado, y me concentré en los edificios que decoraban la ciudad de New York. Inmensas torres de concretos que parecían tocar el cielo, ¿Cuántas veces quise llegar hasta allí, donde se decía estaba el paraíso? ¿Cuántas veces quise golpear a Kyle hasta cansarme? Todos los días, claramente, pero no podía cumplir ni lo uno ni lo otro. El paraíso lo veía muy lejos de mi alcance, y golpear a Kyle, era prácticamente terminar con mi vida antes de que intentara hacer algo.
La mayor parte de mi día se resumía en soñar despierta, esperando poder desaparecer casi por arte de magia. Aunque bien sabía que la única forma de poder desaparecer, era a través de mí. Yo era la única que tenía esa facultad, pero no me animaba a hacerlo por mi cuenta. Mi instinto de supervivencia me dictaba seguir con mi vida, porque después de todo, ningún sufrimiento dura para siempre. Pese a que esa frase la escuché mucho en mi infancia yo, de cierta forma, me daba ánimo con ella. Sin embargo, no estaba segura de que ello fuese cierto; los maltratos y golpes seguían y seguirían siendo pan de cada día pues, tal parecía que Kyle no se aburriría nunca.
El hombre salió de mi oficina cuando me amilanó todo lo que él quiso, dejándome con la agria sensación de ser tan débil como él decía que yo era. Y es que en cierto modo lo era, si fuese fuerte, respondería cada golpe que él me daba, e inclusive habría terminado yo misma con todo el sufrimiento que conllevaba ser su novia. Pero ahí me quedaba, reprimiendo todas y cada una de sus palabras hirientes y cada golpe propinado con saña.
Esta vez, lo que había hecho explotar a mi novio fue el haberme visto hablar con Tony. El multimillonario tenía una forma muy peculiar de dirigirse a las mujeres de la institución, le gustaba juguetear y coquetear, pues él era así y eso, bien lo sabía yo. Tuve la oportunidad de compartir misiones junto a él donde forjamos una amistad bastante amena, llena de sarcasmo y cariño. No era extraño que nos viesen abrazados y riendo por lo bajo, divertidos y muy amenos. Pero ello, claramente, terminó cuando comencé a conocer realmente a Kyle y sus celos.
Con Tony ya no hablábamos como antes, sólo por asuntos de trabajo.
Respiré profundo cuando Kyle abandonó la oficina, tratando de no entrar en pánico. Pero me fue imposible. Las lágrimas salían una por una y con ello, mi dignidad se iba al tacho de la basura. Había reprimido tanto, que mi corazón y anatomía en general era una bomba de tiempo.
Claramente, el tiempo, para mí en ese momento, iba en mi contra.
Saqué un pequeño espejo de mi bolso y verifiqué a través de él qué tan demacrada me veía. Suspiré tras ver que mi maquillaje se había corrido, dejando ver un ligero moretón en mi pómulo derecho. Aún era visible, pese a las semanas que habían pasado desde aquella riña que habíamos tenido en mi hogar. Un simple comentario había hecho hervir la sangre de mi novio.
Me levanté de mi puesto y tomé mis pertenecías para salir al baño a retocar mi maquillaje antes de regresar a casa. Sin embargo, cuando creí que nadie más vendría a mi oficina dada la hora que era, entra quien menos creí ver por allí.
Mis ojos hicieron contactos con los suyo, y supe, de inmediato, que él ya había percatado el color rojo de éstos y el ligero moretón que decoraba parte de mi rostro.
—T-tú... ¿estás bien? —Me preguntó Bucky, sin dejar de mirarme. Su mirada recorría mi semblante detenidamente. Me sentía expuesta, total y patéticamente expuesta.
—Sí. —Me apresuré en salir. Sujeté mis pertenencias con más fuerzas y traté de huir de su presencia. Pero el sujetó mi brazo, en el mismo lugar que Kyle había apretado con anterioridad. El dolor recorrió toda me extremidad, hasta la fibra más ínfima perteneciente a el, lo que me hizo soltar un alarido que dejó a Bucky ciertamente, atónito.
—¿Fue Kyle? —Me preguntó. Fruncí el ceño.
—Claro que no... —Negué. —Fue una misión.
—Fue Kyle. —Dijo, afirmando aquello.
—No lo fue. —Gruñí entre dientes. — Fue en una misión... me atraparon y me golpearon. Fin de la historia.
Me zafé de su agarre y seguí con la misma intención de hace dos minutos atrás. Escapar.
—____________, no soy tonto. —Dijo el ex soldado del invierno. —No hace falta preguntarte nada para saber que es Kyle quien te tiene así. He visto cómo te trata.
Quería llorar y decirle que sí, que era Kyle quien me golpeó y al no estar satisfecho, abusó de mí. Mi estómago se revolvió al recordar aquella escena. Él gritándome y yo muda, tratando de desaparecer de mi cuerpo. Lo logré hacer por unos instantes hasta que sentí su golpe en mi mejilla y, luego, mi cuerpo siendo arrastrado hasta mi habitación, donde no dudó en concretar toda la maldad que en él cabía.
Me iba a derrumbar y, lo estaba haciendo cuando noté las primeras lágrimas salir de mis ojos.
Bucky se acercó a mí, pero le detuve.
—Estoy bien. —Le dije. Como pude, esbocé una sonrisa.
—¿Me estas jodiendo? —Cuestionó casi gritando. —¡Mírate! ¡No estás bien, deja de negarlo!
—¡Y qué mierda te importa a ti si estoy bien o no! —Chillé. —¡Kyle no me ha hecho nada, fue la jodida misión y punto!
Tomé el pomo de la puerta, la abrí y salí de la oficina sin siquiera mirar a Bucky.
Escapé con prisa, rabia y decisión, como lo debí haber hecho con Kyle hace meses atrás, cuando me golpeó por primera vez.