Caminaba un poco desconcertada de todo lo que había pasado hace menos de 40 minutos, iba sangrando en menor gravedad que hace un rato.
Tenía la mirada de quiénes andaba en la calle a esa hora pero las armas en mi cinturón no los dejaban acercarse, supongo.No tenía a nadie, y no quería estar sola.
Empece a sentirme una real mierda, todo lo que había hecho en los últimos días era algo que hace años me hubiera dado asco.- Hola... Si,si. Estoy bien, creo... Estoy muy herida.- observé las heridas que aún goteaban.- ¿Puedes venir por mí?
Me senté en el filo de la banqueta con un arma en mi mano, no porque quisiera hacer daño, solo por precaución.
Llegó el auto blanco de lujo y se estacionó frente a mi, abrió la puerta y salió luciendo un traje muy elegante y caro, llegó a mi y me abrazó, una sensación de calor, cariño y seguridad me recorrió por completo.
Me hizo subir a el auto y abrochó mi cinturón de seguridad.
No sabía a dónde me llevaba, solo sabía que íbamos a algún lado, las luces de la ciudad seguían encendidas y la gente aún iba por la calle.
Quite el antifaz de mi rostro y vi mi cuerpo ensangrentado.- Limpiate con esto.- me pasó un suéter verde del asiento de atrás.
- Pero, va a arruinarse...- dije antes de tomarlo.
- No importa, ni siquiera me gusta tanto.
Llegamos a su casa, lujosa, en una colina privada.
Extraño.Me hizo entrar y me llevó hasta su habitación, ni siquiera pude echar un vistazo a nada.
Me senté en el borde de la cama y él entró a el baño, donde empezó a preparar la tina.
Volvió a mi, desabrochó con cuidado mis botas y las quito de mis pies, subió a mi cabello gris, el cual quitó con delicadeza, fue al baño y trajo una toalla húmeda en agua tibia y comenzó a limpiar mi rostro, con delicadeza, cada centímetro de piel de humedecido y en la toalla se fue todo, maquillaje, sangre y lágrimas.- Ahora te ves menos fea.- reí en voz baja. - Quítate la ropa y déjame lavarla, mientras puedes darte un baño.
Cuando estuve dentro del baño y me quite toda la ropa la lance fuera del cuarto y entre a la tina.
El agua estaba caliente y había toallas blancas y limpias a un lado.
Cuando mi cuerpo hizo contacto con el líquido se pintó casi inmediatamente de un tono rosado.
Me di un baño tardado, me tome mi tiempo.
Cuando salí estaba mi ropa perfectamente doblada y seca en la cama junto a mi mochila, me puse la lencería de encaje negro y reí al imaginar a Jefferson cuando la vió.
También me dejó una camiseta blanca que use pero no me puse los pantalones de pijama gigantes que él había dejado.
Baje las frías escaleras de mármol hasta la primera planta que ahora iluminada dejaba ver pisos tan limpios que tenían reflejo, toda la decoración en un estilo muy moderno y muy a lo lejos, pero muy a lo lejos, se alcanzaban a distinguir las luces de la gran manzana, a través del ventanal de aquella mansión.Seguí mi camino a la cocina y lo vi de espaldas preparar algo que olía a chocolate.
Cuando supo que estaba ahí se giró, me sonrió y vino hacía mi.
Me tomo fuerte de la cintura y me sentó sobre la mesa de isla que tenía en la cocina, me pasó una taza muy grande con chocolate y después de un cajón saco una caja de primeros auxilios.
Dejé de lado la taza y extendí mis brazos que eran los más lastimados, limpió las heridas con alcohol y maldije un par de veces, me puso una crema, su concentración le hacía morderse la lengua y lo hacía ver tan sensual.
Lleno mis delgados brazos con vendas y por primera vez en la noche me miró a los ojos y sonrió.Me incline lo que hizo falta y lo bese.
El se puso de pie y se posicionó entre mi piernas.
Lo que comenzó como un beso "inocente" termino en uno muy caliente.
Lo abrace con fuerza de brazos y piernas mientras el metía sus manos bajó la camisa holgada y me besaba el cuello.
- Jeff...- gemi y su agarre se hizo más fuerte.
Me cargó sin esfuerzo y me bajo, cuando mis pies tocaron el piso me tomo de la mano y corrimos por la casa hasta llegar a su habitación.
Donde me tomo por primera vez, el aroma era diferente al que alguna vez respire, hubo dolor, una presión entre mis piernas pero nada que pudiera doler más que el vacío emocional que había en mi cuerpo.
Él entró en mi y se movía como un experto, con toda la experiencia, cosa que hubiera sido grata si no hubiera estado derramando lágrimas por Peter disfrazadas de un "duele un poco"
Las embestidas salvajes terminaron y todo lo que tuve a cambio fue un beso en la frente para que después cada quien durmiera de su lado de la cama.
Pero yo no podía dormir.
Porque el hombre con quién dormía no era con quién yo deseaba ni la más inocente siesta, ni la más apasionada noche.