53. Segundas Oportunidades

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Era extraño despertarme temprano a pesar de que anoche había dormido muy tarde, suponía que era gracias a mi reloj biológico, ustedes saben, eso de que se hace costumbre levantarse a cierta hora...

En la mano tenía aferrado el dije de mamá, que ahora tenía otro significado y lo hacía aún más especial.

Dejé el colguije en el buró, tomé un baño y me arreglé para ir hacia la Fundación como cada día, mientras escuchaba mi música favorita. Al estar lista tomé unos libros, mi bolso y salí de la torre, sin olvidar claro, usar mis accesorios que ahora de nuevo incluían un hermoso colguije con un infinito de plata con una bella inscripción tallada.

Lo cierto era que la Fundación no quedaba muy lejos y bien me pude ir caminando pues pensaba todo el tiempo ¿para qué contaminar más la ciudad si se podía caminar?

Pasé por un capuchino caliente de vainilla poco antes de dirigirme a mi destino principal.

Al caminar por las calles neoyorquinas mis labios se curvaron formando una curiosa sonrisa solo por recordar que anoche los labios de Steve habían estado sobre los míos. Seguro me juzgarán de loca, pero aún sentía el delicioso sabor de sus labios y no pude dejar de sonreír mientras llegaba al edificio de la Fundación.

—Buenos días, Amelia—saludó la linda recepcionista, haciéndome reaccionar.

La mujer lucía impecable como todos los días con su blusa blanca, saco negro y falda del mismo color, y el corto cabello azabache bien peinado.

—Hola Katie—dije con una sonrisa y dirigiéndome hacia mi oficina.

—Oye...—me detuve al escuchar a Katie de nuevo y la esperé al notar que caminaba hacia mí—. Sobre los nuevos programas para los niños...

— ¿Ya llegó la respuesta del ayuntamiento? —pregunté.

Katie negó.

—Está estimado en un par de horas...

—Está bien, me avisas en cuanto lleguen ¿Ok?

—Claro que sí, jefa.

Asentí.

Aún no me acostumbra a que me llamaran "jefa" y es que yo no me consideraba como tal; el jefe era mi tío Tony....

Fui a mi oficina a dejar mi bolso y los libros que tenía en mano. Volví a beber de mi capuchino y tomé un cuaderno y un bolígrafo de color rosa. Sí, me gustan esos bolígrafos de colores fosforescentes, ¿Tiene algo de malo?

Durante toda la mañana di vueltas inspeccionando que todo estuviese en orden en los salones donde les impartíamos clases a los niños. Debo decir que muchos de estos tiernos niños al verme, se abalanzaron sobre mí, llenándome de abrazos. Todos estos niños me parecían tan dulces y siempre me hacían sonreír, además adoraba pasar tiempo con ellos, era no como una madre (porque yo nunca podría asumir el papel de una buena madre) sino como una hermana mayor, la cual deseaba que estos niños acudieran a ella sin miedo cada que lo necesitasen, una hermana con la cual podrían divertirse.

Como a eso de la una de la tarde Katie me dijo que los papeles que estaba esperando ya habían llegado así que fui hacia mi oficina, me senté en mi escritorio y abrí la carpeta con el sello del ayuntamiento neoyorkino.

Hace unas dos semanas habíamos mandado una solicitud de permiso para implementar programas artísticos y didácticos para que los niños pudieran desarrollarse en otros ámbitos además del social y educativo, después de todo, estábamos en la gran manzana y era el lugar cumbre de las artes; el permiso era puro protocolo, ya que el tío Tony bien podía financiar los materiales y de más, sin embargo la aprobación del "bendito gobierno" era necesaria. Era un buen programa para el desarrollo pleno de los niños y era genial, además de que iba a permitirme relacionarme muchísimo más con ellos.

My Infinity [•Steve Rogers•] ●Resubida●Donde viven las historias. Descúbrelo ahora