55. Noticias

2.3K 139 13
                                    

Al principio me tomó completamente por sorpresa, pero al seguir sintiendo sus labios moverse sobre los míos, cerré mis ojos dejando de resistirme al grande deseo que sentía por él.

Ya estaba harta, cansada de resistirme y de engañarme a mí misma diciéndome que lo mejor era llevar las cosas de otra manera para no perderlo, porque no tenía que hacerlo, no iba a perderlo, ya no, porque lo único que se interponía entre los dos era la negación de ambos, el miedo de pensar que esta segunda oportunidad iba a terminar tan mal como la primera.

Los patrones no se repetían a menos que tú permitieras que fuese así y esta vez no tenía por qué salir mal.

Me dejé llevar, dejé que me besara y yo le devolví los besos que me daba de la misma manera. Posé mis manos sobre su cuello y las movía conforme los besos, él por su parte posó sus manos sobre mi cintura colocándome por encima del tocador. Juntó sus manos abrazando mi espalda y las movió de arriba para abajo.

Jamás olvidaría el sabor de sus labios y la fuerte necesidad que siempre me provocaban. Su sabor era único, irremplazable e incomparable y estaba segura de que sus labios eran los únicos que quería sentir por el resto de mi vida, los únicos capaces de hacerme sentir única, de hacerme sentir la adrenalina y la pasión de amar de verdad.

Abrí mi boca un poco más permitiéndole a su lengua entrar y acariciar la mía. Después de la caricia de nuestras lenguas, éstas entraron en una batalla intensa.

No nos detuvimos más que para tomar un poco de aire, el cual nos hacía falta ante las respiraciones aceleradas y ansiosas.

Eran besos feroces, urgentes de demostrar una ferviente emoción. Besos que él jamás me había dado: besos sin una pizca de inocencia ni timidez, besos atrevidos y audaces que a su vez eran dulces y llenos de un sentimiento que no cambiaba y que dudaba que alguna vez llegaría a hacerlo. Besos que no solo fueron directo a mis labios, sino que recorrieron lentamente mi rostro, mi cuello, mi clavícula, mis hombros... besos que me hicieron gemir.

—Te necesito, Amelia...—murmuró Steve mientras repartía sus besos detrás de mi oreja.

De nuevo aquella emoción electrizante que recorrió cada célula, cada partícula, cada una de mis venas.

En mi surgió una nueva sensación aún mucho más fuerte, más intensa, que añoraba que Steve no se detuviera y que llegara mucho más lejos, hasta donde sabía que deseaba llegar. Porque entendí perfectamente que Steve deseaba hacer conmigo lo mismo que yo estuve negándome a mí misma desde que regresó.

Deseaba más, quería más, lo añoraba y temblaba por ello.

—Yo a ti, Steve...—respondí con un gemido y suspirando como me fue posible.

El estómago se me contrajo por un segundo ante la intensa estimulación. El calor entre nosotros dos aumentó y ya no nos estancamos en tocar una parte determinada de nuestros cuerpos.

Nos tocamos con detenimiento aunque sin inocencia ni miedo, mientras yo iba hacia su cintura, él se dirigió hacia mis piernas. Cuando fue hacia mis pechos ya no lo resistimos más, nuestra necesidad se hizo aún más evidente.

Levanté mis brazos y esperé a que me despojara de mi blusa. Después de hacerlo detuvo sus manos en mi cintura mirándome del cuello para abajo. Dirigió sus ojos a los míos, y me encontré con aquel destello especial de nuevo.

Escuché los latidos de nuestros corazones palpitar al mismo ritmo, le sonreí y volví a besarlo, quitándole entonces su playera.

Moví mis piernas rodeando la cadera de Steve, sintiendo su necesidad presionar ante mí. Sonreí con satisfacción y lo dejé llevarme a la cama mientras abrazaba su cuello para no caerme, cuando llegamos aún seguía sentada sobre él. Tomé sus manos para que subieran hasta mis pechos otra vez. Mis manos fueron directo a su cabello comenzando a despeinarlo sin dejar de besarlo y él sin dejar de tocarme.

My Infinity [•Steve Rogers•] ●Resubida●Donde viven las historias. Descúbrelo ahora