Capítulo 18

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• Han pasado 6 meses desde que Clara vió por última vez a Izan. Nos encontramos en el mes de marzo, Clara y Elísabeth tienen 17, Jordan sigue con 18 e Izan 20.

Clara Atena

El veintisiete de septiembre del año pasado fue la última vez que le ví. A lo largo del los siguientes meses, mi vida fue cambiando. Me deprimí. Los primeros días creí que podría sobrellevarlo todo. Nada más lejos de la realidad. Los segundos sin él se convertían en minutos, los minutos en horas, las horas en días, y... Así sucesivamente... No obstante, no le respondí a ninguna de sus llamadas ni a ninguno de sus mensajes, ni siquiera leí éstos. Al romperse mi móvil, me cambié de número, por lo tanto, ya no podía seguir intentando comunicarse conmigo. Comprendí que, no eran solo mi móvil y mi número lo que debía cambiar, sino que también debía cambiar yo, cambiar para mejor. Deprimirme y adelgazar cinco kilos por no comer y encerrarme en mi cuarto escuchando música y laméntarme de lo que pasó no era bueno. La vida seguía. Podía volver a enamorarme.

Cogí mi smartphone y busqué a Elísabeth en los contactos.

- ¿Clara, eres tú?

- Sí... Hola Eli...

Reconozco que me había alejado un poco de mi mejor amiga... Y no solo de ella, me había aislado hasta convertirme en una extraña para mí misma.

- ¡Hola! ¡Te he llamado unas mil veces! - Respondió eufórica. - ¿Cómo andas?

- Moviendo un pié antes que el otro.

Reímos.

- Siento mucho... Muchísimo todo lo que pasó. No estuve ahí cuando me necesitabas.

- Sí estuvistes Eli. La que no estaba era yo. Me desantendí yo misma completamente.

- Ya... Oye... hemos quedado esta noche para cenar en la pizzería nueva que han abierto. ¿Querrías venir? Se alegrarán mucho de verte.

No tenía ningún plan. Llevaba cinco meses sin tener ningún plan con nadie exceptuando los trabajos en grupo, el primer mes estaba un poco más animada y por eso salía algún día.

- Claro... Estaría bien. ¿A qué hora?

- Nueve en la pizzería. El que llegue primero coge mesa. Somos... - Se puso a contar, supongo que también usó los dedos. - Ocho contando contigo.

- Vale. ¿Vais informales, no?

- Seep.

- OK. Muchas gracias por todo, de verdad.

- No hay de qué cariño. Nos vemos luego.

- Sí. Adiós.

Colgué el teléfono.

- ¡Clara! - Gritó mi madre. - ¡Preguntan por ti!

- ¡No estooooy! - La costumbre.

- ¡Tardee!

Un chico alto, moreno y de ojos azules dió unos golpezitos con los nudillos en la puerta abierta.

- Sí, sí que estás. A mí no me engañas. - Dijo sonriendo.

Me levanté para darle un corto abrazo.

- Siéntate Thomy.

Se sentó a mi lado en la cama.

- Hace mucho que no sé de tí, Atena.

Sonreí. Hace mucho que no me llamaban así.

- No eres el único. - Suspiré. - Estos meses han sido... complicados.

- Ya, te entiendo. Para mí tampoco han sido fáciles... Miriam y yo lo dejamos hará dos meses, ¿sabes? ERA PELIRROJA DE BOTE.

Eso último me provocó una carcaja.

- ¿Por eso lo habéis dejado?

El italiano puso cara de víctima.

- ¡Y tenía los ojos marrones! ¡Usaba lentillas negras!

Ya sabía yo que siendo pelirroja no podía tener semejantes ojos azabache.

- Oye... Se te echa de menos por casa. Estoy buscando alguien para compartir el piso si estás inreresada...

Negué rotundamente con la cabeza.

- Demasiados recuerdos. Además, soy menor y estoy en el último año.

- ¿Segundo de Bachiller?

- Exacto.

Miré el reloj. Las 20:00.

- He quedado a cenar con Elísabeth y unos amigos... si quieres venir...

- Ah, sí, claro. ¿No les importará?

- Naah. Voy a vestirme, ¿vale?

- Vale.

Cogí ropa decente y me fui al baño al cambiarme.

Izan

WhatsApp de Thomas:

Está mejor. Te echa de menos. No la has contado toda la verdad, espero que lo hagas alguna vez.

Con que estuviera bien me bastaba. No me cogía las llamadas ni respondía a los mensajes. Eso me preocupaba. Era la primera vez que sabía de ella en meses.

Una chica rubia de ojos claros entró en mi despacho.

- Aquí tienes los presupuestos de los nuevos chalets. - Dijo dejándome unos documentos sobre mi escritorio. - Haz tu magia. - Me dió un rápido beso en los labios y me guiñó un ojo antes de salir por la puerta.

En cuanto Rebecca se fué, envié un mensaje a mi "cómplice":

Me alegro mucho de que esté bien. La verdad se la contaré pronto, puede que haga un viaje de negocios a Madrid o Barcelona y me escape para verla.

Recibí otro al minuto siguiente:

No, Izan. Está pasando página, cosa que TÚ también deberías hacer. ¿Qué quieres, que al verte vuelva a encerrarse en su casa porque encima la vas a decir que la estuviste poniendo los cuernos y que te fuistes a Londres para estar con la otra? Venga ya.

Como odiaba que él tuviera razón. No podía ir, al menos, de momento.

WhatsApp:

Cierto. Pero las cosas no se pueden quedar así. Mucha gracias por todo Thom.

No recibí la respuesta, así que me puse con el trabajo que me había traído Rebecca, que, por cierto, no era poco.

Inocencia como FelicidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora