Capítulo 25

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Clara Atena

Me despertó el ruido del televisor, ¿qué hora sería?

Salí del dormitorio y me impregnó un delicioso olor a chocolate que provocó que la boca se me hiciera agua.

Thomas estaba tumbado, tirado, en el sofá viendo Caso Abierto.

- Buenos días. - Me saludó levantando la vista de la serie. - He hecho tortitas, te estaba esperando para desayunar. - Dijo levantándose de su oasis de paz.

Así que eran las tortitas lo que olían... Bendito italiano.

- ¿¡Tortiras con Nutella!? - Exclamé.

- Con Nocilla, lo siento.

Sinceramente, la Nutella le dá mil y una vueltas a la Nocilla, pero bueno.

- ¿¡DÓNDE ESTÁN MIS PEQUEÑAS!?

Thomas rió y señaló la repisa en la que había una fuente envuelta en papel plata.

Venir con mamá...

Levanté el papel al bal que envolvía a mis queridas tortitas.

Mmm...

Inspiré el aroma a pancakes recién hechos con chocolate.

- Eh... Atena... ¿Te importa no babear sobre NUESTRO desayuno?

Recalcó la palabra nuestro.

- Iugh. Lo siento.

Reímos y Thomas cogió la fuente, llevándola a la mesita del salón, dónde Izan y yo comimos el desayuno-almuerzo-merienda-cena que hizo. Ups. Izan. Respuestas. Ahora.

Nos sentamos en el sofá y con dos cuchillos empezamos a untar el chocolate en los pancakes.

- Bueno, empieza. - Dije llevándome la primera tortita a la boca, dejándome un bigote de Nocilla bajo la nariz.

Thomas cogió una servilleta y me limpió el chocolate.

- ¿A qué te refieres? - Preguntó.

- A lo que me prometistes ayer.

- Está bien... Mira... Izan me dijo que seguramente vendrá por negocios.

- Me da igual. Quiero saberlo todo.

Dejé la tortita encima del plato y le miré a los ojos. Por favor - Le susurré

Thomas hizo lo mismo con su pancake.

- Todo empezó al mes siguiente de que empezárais a salir. Él envió por error su curriculum a una empresa que tiene su central en Londres. - Tomó aire. - Cuando se enteró de que la directora ejecutiva o yo que sé lo que era o es, hacía un viaje de negocios a Madrid, quiso ir a hablar con ella...

Se me volvieron a humedecer los ojos.

- Con el tiempo, terminaron liados y bueno... Luego ella le ofreció el puesto, una cosa llevó a la otra... Fue entonces cuando Izan se dió cuenta de que estaba enamorado de las dos.

- Entonces volvieron a verse.

Asintió.

Elísabeth

- Creo que deberías irte. - Dijo levantándose y abriendo la puerta.

- No me iré de aquí hasta que aclaremos toda esta mierda, pero no olvides una cosa. - Me levanté y me coloqué delante suya, a escasos centímetros de su cara. - Yo también te quiero.

Inocencia como FelicidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora