Capítulo 23

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Thomas

Desde que Izan se fue y corté con Miriam, la casa se me hacía un poco grande, aunque ciertamente estaba acostumbrado a grandes mansiones a pie de playa. Mi gran secreto.

Me quité la ropa tirándola sin cuidado al bombo de ropa sucia, quedándome en boxers. Me acosté en mi cama y miré a la derecha, a mi mesilla de noche. Algo faltaba, ¿pero el qué? Justo detrás de la lámparita ví el cargador de mi móvil enchufado. ¡Mi móvil! Me lo tuve que dejar en casa de Atena, no recuerdo haberlo sacado durante la cena. Pero... Oh Dios... La puta contraseña, ¡no tenía puta contraseña!

No puedo ir a su casa ahora, es demasiado tarde... Pero, ella no tiene por qué haber mirado mis mensajes, ¿no?

Salí de la cama y me tumbé en el sofá. Sabía que no podría dormir hasta cercionarme de que Atena no había leído los mensajes.

Clara Atena

1:24. Jadeante, paré en la fuente de una plaza. Me llevé las manos a la cadera e inspiré aire, el cual, fui echándolo lentamente por la boca.

1:57. Caminé cansada con mi IPod en la mano. Ahora sonaba Carry You, de Union J. Me senté en un banco y observé a una pareja caminando. Ella era bajita con el pelo corto, no parecía muy guapa, él mucho más alto, con el pelo corto y oscuro también. Parecían felices, bueno, lo parecía ella. Él pasaba un poco de la chica. Se acercaron a un portal y la chica sacó unas llaves de su bolso. Oh, no. Las llaves. Como despertara a mi madre me mataría.

Me acerqué al chico que se alejaba del portal. Ahora me parecía más alto todavía. No pude distinguir el color de sus ojos. Parecían grises.

- Perdona. - Me miró. - Emm... ¿Puedo usar tu móvil?

Se sacó el smartphone del bolsillo, lo desbloqueó y me lo dió con una sonrisa traviesa.

- Gracias. - Dije marcando. - Solo será un minuto.

Bip... Bip... Bip...

Thomas

Sonó el teléfono fijo.

- ¿Si? - Me acerqué el teléfono a la oreja.

- Thomas... Soy Clara... Necesito que vengas a por mí. - Su voz sonaba triste.

Me levanté y me empezé a vestir lo más rápido que pude.

- Dónde estás.

Me dió la dirección y salí del piso con las llaves de la moto en la mano.

Clara Atena

- Muchas gracias. - Dije entregándole el móvil.

- De nada. ¿Estás bien?

Me aparté una lágrima de la mejilla. Todo había vuelto a mi cabeza tras escuchar la voz de Thom, en verdad, nunca se fue. ¿Por qué mierda me engañó? Gilipollas. Jodidamente-sexy. Mierda. Mierda. Mierda.

El chico empezó a hacer aspavientos con las manos.

- ¡Hey!

- ¿Qué? - Respondí.

- Te he preguntado si va todo bien. - Me sonrió de una forma... ¿Extraña?

- Sí, sí. Todo... Todo bien. - Sonreí. - Gracias de nuevo.

Regresé al banco.

Se sentó a mi lado.

- ¿Quieres que espere contigo hasta que llegue tu novio?

¿Mi novio? ¿Qué está diciendo?

- ¿Cómo?

- Perdona. Creí que el chico al que habías llamado era tu pareja.

- Es solo un amigo.

Asintió.

- ¿Estás segura de eso? Hay estudios científicos que verifican que...

- Ya vale. - Le interrumpí. ¿De qué iba este tío? - Eh... Mira, muchas gracias de nuevo por dejarme hacer la llamada, pero no te conozco de nada y mi vida no es asunto tuyo.

Me levanté del banco y me apoyé en una farola.

- Ya... Perdona... - También se levantó. - Mejor me voy... Un placer eh...

¿Quería mi nombre? Pues lo llevaba claro.

- Teresa. - Mentí.

- Yo soy Fran.

No me importa.

- Adiós. - Respondí.

Se despidió con la mano y giró en la siguiente calle.

Pervertido.

- ¡Ya nos volveremos a ver! - Gritó ya sin poder verle.

Hice oídos sordos. Menos mal que la chica con la que iba no había escuchado nada.

Escuché el sonido de una moto aproximándose.

Thomas

Aparqué justo en frente suya. Aún sudando, con los ojos hinchados y con ropa deportiva, estaba preciosa. Era preciosa.

Espera.

¿Qué demonios estaba diciendo?

Me quité el casco y me bajé de la moto. Vino corriendo hacia mí y me abrazó.

- ¿Por qué? Eh... POR QUÉ. - Empezó a llorar. - POR QUÉ NO ME HIZO ESO Y POR QUÉ MIERDA NO ME LO DIJISTES. - Dijo golpeándome el pecho con los puños sin hacerme daño.

Le cogí de las muñecas.

- Tranquilízate... - Le dí un beso en la frente. Me daba igual el sudor. - Te llevo a tu casa.

- No... No puedo ir a casa. - Paró de llorar, o lo intentó. - He olvidado las llaves.

- Vale, pues duermes en el piso, pero tranquilízate.

Asintió.

Le dí un casco más pequeño que compré para Miriam, me puse el mío y nos montamos en la moto.

- Agárrate.

Me obedeció y pasó las manos por mi pecho.

El viaje no duró mucho. Llegamos en menos de veinte minutos.

• Llegamos a los 1000 leídos!! Muchas gracias por todo.

• Subiré un capítulo largo todos los domingos.

• Vuelvo a decir que tenemos un grupo de WhatsApp, quien quiera unirse, que deje su número en un comentario.

Inocencia como FelicidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora