Clara Atena
Subimos las escaleras y en cuanto Thomas abrió la puerta me invadieron todos los recuerdos.
- Vamos, no te quedes en la puerta.
Me tiró del brazo cuidadosamente.
- Vo... Voy. - Respondí.
Pasé por el umbral de la puerta. La casa estaba igual que la última vez que la pisé.
- ¿Quieres tomarte una ducha?
- Antes... Me gustaría dejarle un mensaje a mi madre en el contestador.
- Sí, claro. - Dijo entregándome el teléfono fijo.
Mamá, eh... Soy Clara. Vuelvo mañana a casa... No te preocupes, estoy bien. Por cierto, me he dejado el móvil en casa. Emmm... Eso... Eso es todo... Te quiero.
Le devolví el teléfono.
- Gracias. - Dije metiéndome en el baño.
Me quité la ropa y la dejé encima del lavabo. Me metí en la ducha y el agua tibia empezó a recorrer mi cuerpo. Puse jabón en mi mano y me enjaboné con ella. Luego mi pelo.
Salí envuelta en una toalla blanca, que me llegaba hasta las rodillas.
- Atena. - Dijo golpeando la puerta del baño con los nudillos.
- ¿Sí? - Abrí la puerta.
Thom me miró de arriba a abajo y me sonrojé.
- Te... Te... - Carraspeó. - Te traía una camiseta y unos pantalones para que los usaras de pijama.
Me entregó una camiseta amarilla que ponía: Soy una piña y dominaré el mundo.
- ¿Y... Y esta frase? - Sonreí.
Sus mejillas cogieron color.
- Mejor no preguntes. - Rió.
- Gracias. Muchas gracias, por todo. - Le abracé y mis ojos empezaron a humedecerse de nuevo. - Tienes que contármelo todo, por favor, ¿lo harás? - No podía aguantar las lágrimas.
- Está bien. - Dijo envolviendo mi rostro en sus manos. - Vístete. Mañana te contaré todo lo que quieras saber.
- ¿Lo prometes?
- Lo prometo.
Thomas
Me mataba verla así. Odiaba a Izan por lo que le hizo, pero también era mi mejor amigo, es, mi mejor amigo.
Nos fuimos al salón y nos tumbamos en el sofá. Atena se levantó y se paró frente a la habitación de Izan, poniendo su mano sobre el picaporte de la puerta.
- ¿Puedo? - Preguntó triste mirándome a los ojos.
- Claro.
Clara Atena
Giré el pomo haciendo que la puerta se abriera. El dormitorio estaba muy oscuro, la persiana llevaría bajada desde que se fué. La estantería estaba en el mismo lugar, con mucho polvo y algún que otro libro. La lámpara también seguía igual posicionada, encima de la mesa de noche, al lado de la cama. Justo debajo de la ventana estaba el escritorio, dónde Izan me había dado mil y una clases de matemáticas. Reí al recordar aquello.
- Te quería, no lo olvides.
- No lo suficiente. - Mi voz se quebró. - ¿Cómo pudo hacerme esto?
- Vamos Atena. Tienes que pasar página. - Dijo abrazándome y guiándome hasta el sofá.
- El problema es que no puedo. - Dije mirándole a los ojos.
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Inocencia como Felicidad
Teen Fiction- Y por no echarle cojones, ahora échala de menos - HISTORIA TERMINADA • TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS • • PROHIBIDA COPIA Y/O ADAPTACIÓN •