Capítulo 25

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Jaden

Despierto con un dolor horroroso en todo el cuerpo, mi costado izquierdo es lo que más me duele, incluso más que la cabeza.

Aún estoy en el "consultorio" de Milena, no sé qué hora es, ni cuento tiempo he dormido. No es como si importara de todas formas.

—Que bueno que ya despertaste —dice Milena mientras me entrega unas pastillas, muy probable para el dolor, y un vaso de agua—. Tengo algo que decirte.

Me incorporo y me tomo las pastilla sin ninguna queja, pues el dolor me hace sentir mareado.

—Xavier quiere que participes en otro torneo, fuera de la cuidad.

—Lo sé, ese es el trato —asiento—. El ganador tiene entrada a participar.

—No vayas —me pide. No, me ordena.

—Iré —le informo—. Es una decisión tomada.

—¿Qué quieres? ¿Qué te lo suplique? —pregunta alzando la voz—, pues bien, te lo suplico. Quédate.

—¿Por qué haría...

—Jaden esas peleas no son como estas —declara—. En ese lugar no hay reglas, solo violencia y fuerza bruta. A nadie le importa si mueres en ese lugar ¿Se te olvida que perdí a mi hermano en una de esas? Me prometiste que dejarías de boxear. Me lo prometiste.

—No es como si no lo supiera. Y si, te lo prometí —me defiendo—, en verdad intente cumplirla, lo hice, sabes que lo hice, me aleje. Pero tú no sabes lo que esto significa para mí.

—Jaden por favor —me pide—. Si no lo haces por ti, hazlo por mí. ¿Crees que mi conciencia podría soportar el peso de tu muerte?

—Milena, yo... —pienso en que decirle—. No te prometo nada. Lo pensare.

Suspira aliviada.

—Más te vale.

Me levanto de la camilla, y me pongo los zapatos. Camino hacia la puerta y antes de irme volteo a verla.

—Gracias —salgo de ese lugar antes de que me haga prometer más cosas que no cumpliré.

Camino despacio, no hay prisa. Trato de acordarme de la última vez que he estado buscando que hacer, quiero decir, nunca he tenido tiempo para descansar o incluso para divertirme. Mi padre y su estricto método de disciplina se han encargado de mantener mí día a día con tantas cosas por hacer, según él, para asegurar mi futuro.

—"Dinero" —escucho el estúpido apodo y me detengo. Es Xavier, es el encargado, más conocido en el bajo mundo como "el patrocinador". Tiene unos 30 años, pero no los aparenta, los colores de los tatuajes que tiene en todo su cuerpo, lo hacen ver lleno de vida—. Que gran pelea, por un momento creí que caerías.

—Casi —admito.

Se ríe de mí dejando ver su dentadura, tiene el cabello negro y liso, parece seda.

Me llama "Dinero" desde el día en que nos conocimos. Fue casualidad, yo estaba caminando por la calle en un día totalmente normal, y de pronto, dos tipos comienzan una pelea justo enfrente de mí. En cuestión de segundos, una muchedumbre entera rodeaba la escena, apareció Xavier, dijo algo así como "No habrá peleas fuera del rin" y luego se estaban yendo.

Todos empezaron a escabullirse y yo solo podría observar. "Esta noche" prometió uno de los chicos problema.

Entonces los estaba siguiendo, no era solo yo, muchos lo hacían. Xavier sonrió, me dio la bienvenida como si fuéramos amigos de años y comprendí que me dirigía a un establecimiento clandestino de peleas de box.

Su boxeador estrella se había lastimado ese mismo día y Xavier estaba furioso, echando humo y gritando cosas como "Tiene que pelear, aposte todo por esa pelea. No voy a perder mi maldito dinero"

Y si, señores y señoras, yo me ofrecí como voluntario para sustituir al boxeador herido. Gane la pelea, y desde ese día Xavier no deja de llamarme "dinero", pues según él, le hice ganar el sueldo de su vida.

Xavier y Milena son los únicos aquí que conocen mi verdadera identidad, por razones obvias lo mantienen en secreto. Para los demás soy un pobre chico común que está tratando de ganarse la vida a golpes, lo que sea para poder comer. Aparto mi mirada de su cara gracias a mis pensamientos, Xavier fue uno de ellos, esos chicos abundan, es más, yo actualmente soy uno más.

—Necesito un nombre, fuera de la cuidad no puedo llamarte chico, ni dinero —dice—, nadie me entendería. Lo necesito para poder presentarte, piensa uno rápido.

Me quedo en silencio. Supongo que tiene razón, pero el dolor de cabeza es lo suficientemente fuerte para no poder elegir uno de entre tantos.

—¿Richar? ¿Carlos? —aporta gustosamente—. Tienes cara de Carlos. ¿Qué te parece Jared? Es algo parecido a tu nombre.

—Adam.

—¿Adam? —se encoje de hombros—. Me gusta. ¿Hay algo atrás de ese nombre?

—Aun no lo sé, pero supongo que no es nada agradable.

Parece confundido pero entonces esboza una sonrisa y no esa en la que expone sus dientes y parece agradable, es esa sonrisa de lado, que es totalmente escalofriante, como si dejara claro que va a desvelar lo que estoy ocultando.

—¿Si no es de tu agrado entonces porque lo usaras?

—Por eso mismo. Estoy rompiendo todas las reglas, y no voy a hundirme poco a poco. Lo hare rápidamente.

—¿Ahora eres un chico malo?

—Se podría decir. Estoy haciendo un esfuerzo para conseguirlo.

—¿Qué tan malo?

—Lo suficiente para usar el nombre del difunto novio de la chica que me gusta.

Entonces ladea de nuevo su sonrisa.

—Ya que parece que te quedaras más tiempo de lo acostumbrado, te daré de nuevo la bienvenida... Adam.

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El sol se ha propuesto una meta.

¿Qué espera obtener de ella?

El Sol También Brilla De NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora