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El Hombre Triste estaba solo y quería tener un amigo. Miraba todos los días por la ventana esperando a que la interminable nieve parase para salir a buscar a alguien que le quisiese.

El Hombre Triste había pasado toda su vida solo y se había cansado de eso. Quería un amigo, alguien con quien hablar, con quien desahogarse, tan solo quería ser normal y tener a alguien que le quiera.

El Hombre Triste no pedía nada más.
Se asomó a la ventana y miró la nieve caer. Él siempre llevaba una máscara feliz que le ocultaba de su sufrimiento.

Porque el Hombre Triste quería ser feliz y no podía.

Una lágrima se escurrió por debajo de la máscara. ¿Por qué no tenía a nadie? Siempre se hacía la misma pregunta.

El Hombre Triste decidió dejar de llorar, no lo haría nunca más.

Quiso cambiar la tristeza por otro sentimiento, y optó por el dolor.
Se quitó la máscara que tapaba su rostro, dejándola encima de la mesa.

Se sentó en la silla de al lado. Miró su mano, el mundo se veía distinto sin su máscara y no le gustaba.

Llevó su mano contraria a una de sus uñas y empezó a tirar hacia atrás, hasta que se la arrancó. Sonrió.

Ahora sentía dolor y no soledad. Había cambiado su sentimiento fácilmente. Su dedo sin uña sangraba pero le daba igual. Había conseguido lo que quería.

Ahora quería un amigo, se había demostrado que podía conseguir todo lo que quisiese.

Ahora quería un amigo...

Salió de su casa, sin nada de abrigo, tan solo el pijama y la bata de cuadros que llevaba puesta, totalmente descalzo, y obviamente con su máscara feliz.

La nieve seguía cayendo, el frío era muy intenso, y sus pies descalzos estaban adormecidos.
La sangre que brotaba de su dedo iba marcando el camino de regreso a casa.

Llegó a un parque. Él sabía que allí se podían hacer amigos. De pequeño veía al resto de niños jugar con sus amigos en el parque. Pero él nunca llegó a jugar con ellos.

Se sentó en un columpio y empezó a balancearse, haciendo que el objeto se moviera hacia adelante y atrás.

Nunca había subido en una cosa de esas pero había visto a otras personas.

A lo lejos vio a alguien acercarse, pensó que quizá esa persona querría ser su amigo.

Esperó pacientemente a que la persona se acercase lo suficiente para brindarle su amistad.

Esa persona parecía que iba hablando sola, "¡qué interesante!, pensó.

—Se deja él el maldito dinosaurio y me toca a mí venir a buscarlo. ¡¿Y qué más da que sea un niño?! Yo soy un anciano, deberían cuidarme a mí.

El Hombre Triste no entendía porqué aquella persona se llamaba a sí misma "anciano". Dio por hecho que tenían la misma edad más o menos.
Vio detrás de un tobogán un juguete de un dinosaurio, se levantó del columpio y lo tomó con ambas manos mirándolo.

Se giró y se acercó a la persona que venía por allí.

El chico que venía se asustó un poco debido a la máscara, pero vio entre sus manos el juguete de su hermano, por lo que se acercó al Hombre Triste.

Una vez, uno en frente del otro, el chico extendió su mano y agarró el juguete.

—Gracias...

El Hombre Triste asintió. El chico se dio cuenta de la sangre que goteaba de su dedo.

Del bolsillo de la chaqueta sacó unas cuantas tiritas y le puso una en la herida del dedo.

—¿Esto es que somos amigos...?

El chico se sorprendió. Un desconocido de reputación sospechosa le había dicho que eran amigos. No supo que responder así que optó por lo más fácil.

—Supongo.—Dijo marchándose.

Pero el Hombre Triste lo tomó de la muñeca deteniéndolo.

—Hey, ¿qué haces?

—¿Cómo te llamas?

—Hmm... Me llamo Manolo.

Vio una figura aparecer por el fondo de la calle que venía corriendo.

—¡Jeonghan! ¿Vienes ya o qué?

Jeonghan salió corriendo dejando allí al Hombre Triste solo.

Ahora tenía un amigo y se llamaba Jeonghan.

El Hombre Triste tenía un amigo.

⌗ THE SAD MAN ♡̷̷%՞˖Donde viven las historias. Descúbrelo ahora