29. Susurros.

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El miedo que me recorrió cada parte del cuerpo al ver como un hombre atravesaba el umbral de la sarrosa y gastada puerta. La luz titileaba y caía sobre su cuerpo. Pude ver de reojo como los demás se aferraban a sus piernas y a Nayla que era la más optimista oprimirse contra la fría pared como si quisiera desaparecer. A mi lado Caleb apretó los puños y cerró los ojos y vi como sus labios temblaron.

El hombre murmullo algo y segundos después dos hombres más aparecieron por la puerta con la misma vestimenta negra y el pasamontañas en la cara. Uno de ellos se quedó en la puerta de brazos cruzados mientras los otros dos atravesaban la habitación hacia la dirección en donde nos encontramos.

Hice puños mis manos ya que temblaban por el miedo producido, mi corazón latía rápido y podía sentir los latidos que daba en mis oídos. El resonar de los zapatos era lo único que llenaba la habitación de sonido, por qué después de eso podías escuchar el silencio.

Nadie hablaba.

Todos mirábamos como esos dos hombres con intenciones de lastimarnos se acercaban lentamente hacia nosotros.

El miedo se sentía en el aire.

Y cuando parpadee no sé en qué momento me hallaba de pie, quejándome del dolor que sentí cuando nuevamente tomaron bruscamente de mi cuero cabelludo.

—Camina —demandó firme, su voz hizo eco en la habitación.

A mi mente llego el recuerdo de hace unos minutos atrás, donde Caleb me narraba con dolor como llevaban a Ellin a una habitación para torturarla.

—No.

No supe en qué momento las palabras abandonaron mi boca, sonaron débiles. El hombre hizo un movimiento y volvió a tirar más fuerte de mi cabello.

—Que camines te digo —obligó chispeante.

—No —quise sonar de la misma forma que él, pero la voz me fallo.

Tiro de mi cabello haciéndome girar sobre mi propio eje y a una velocidad su puño impacto con mi rostro haciendo que mi cara se vaya hacia atrás.

Solté un grito ahogado.

Con mis manos temblorosas las lleve a mi rostro donde un hilo de sangre salía de mi nariz. Mis dedos se llenaron de ese color rojo oscuro.

El hombre al ver que me contenía tomo una de mis muñecas con firmeza y tiro de mi hacia la puerta. Yo me contenía, trataba de ponerme firme pero recibía tirones que me lastimaban. Antes de pasar por esa puerta mire a los chicos. El otro hombre caminaba frente a ellos. Ellos me miraban con impotencia, se podía ver en sus ojos como se contenían de ayudarme, pero no podía, sino ellos también los lastimarían.

Cuando salí de esa habitación con lágrimas en mis ojos, no iba a llorar, mucho había llorado ya. Un pasillo fue el que me recibió. Era largo y angosto, las luces estaban repartidas a lo largo donde titileaban, se escuchaba el corretear de las ratas y cada vez que el hombre caminaba conmigo entre sus manos se escuchaban charcos de agua.

Camino conmigo hasta el final del pasillo, donde pude ver en total seis puestas gastadas a lo largo del pasillo. El se detuvo en la última del tétrico pasillo, a pesar de la poca luz se miraba como en la parte baja de la puerta puntos rojos y en el pomo sarroso igual.

Y abrió esa puerta.

El hedor insoportable se coló en mis fosas nasales, arrugue la nariz por el fuerte olor. Olía como si un cadáver estuviera aquí. La oscuridad albergaba cada rincón a excepción de la tenue luz de un bombillo en medio de la habitación. Ahí se encontraba una silla.

El hombre me obligó a acércame y poco a poco que lo hacía sentí la familiar sensación de pánico en mi cuerpo, esa sensación que me daba cuando miraba los colores juntos. Comencé a patalear y moverme con brusquedad. Quería salir de ahí. Necesitaba salir.

—¡Suéltame! ¡Sácame de aquí! —exigí tratando de zafarme de su agarre.

—¡Deja de moverte, maldita sea!

—¡No me lleves allí! ¡Sáquenme de aquí, por favor! —pedí, los recuerdos me atacaron al reconocer la habitación.

—¡Cállate de una puta vez!

Y su puño se estrelló en mi rostro.

Grite.

Y otra vez volvió a hacerlo.

Con el golpe quede aturdida y él aprovechó. Me llevo a tirones a esa silla y me empujó para que quedara sentada, patalee y di manotazos en todas las direcciones tratando de zafarme de él. De repente otro hombre salió de las sombras y me tomo de las muñecas inmovilizándome. Ataron mis pies a las patas de la silla y mis manos a los antebrazos de esta, pasó una soga por mi torso y le hizo un nudo para evitar que se soltara.

Ahí me encontraba en medio de esa habitación, atada a la silla y con un dolor en mi cara debido a los golpes recibidos. Eso no fue todo, también me pusieron un trapo en la boca para que no gritara.

No veía nada.

Solo la oscuridad a mi alrededor.

Escuche como la puerta se cerraba y después silencio.

Más silencio.

El silencio me estaba volviendo loca, se escuchaba una tranquilidad en toda la oscuridad inquietante, mis sentidos estaban alerta por si acaso y lo sentí.

Sentí que me observaban.

Sentí esos ojos puestos en mi.

No lo veía, pero sabía que estaba ahí, a mi alrededor.

Observándome.

Asechándome.

Preparándose.

Y lo siguiente que se escuchó en la habitación fue una melodía.

No una cualquiera. Era una de esas que sonaban en los circos. Se escuchaba resonar en las paredes.

Era tan macabro.

Y de las sombras salió él.

Mis uñas se clavaron a los antebrazos de la silla.

Mi cuerpo se tensó.

Mi corazón se aceleró.

Y un grito se me escapo.

—Cuando tiempo, Dawn.

Night » horan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora