27. Hablar.

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Cuando desperté, lo primero que note fue que no estaba en la celda. Estaba en una habitación amplía.

Y no estaba sola.

Mire a mi alrededor preguntándome cuando fue que me quede dormida y como fue que llegue aquí. Mis ojos se movieron por toda la habitación, el piso era de sementó y había unas cuantas grietas en el. La mitad de las paredes estaban llenan de lozas de un color blanco opaco, el cual se hallaba pringado de un color rojo.

Sangre.

Había una lámpara en el techo, cuyo color era un verde opaco que hacía que la habitación se vieran tétrica. Parecía sacada de una película de terror. A mi lado había un chico. Él estaba dormido o eso creía yo, pero eso no fue lo que llamó mi atención, sino su rostro lleno de golpes y cortes.

Su piel es pálida o eso pensaba, la luz no ayudaba mucho y mucho menos la sangre seca que tenía su piel. Su pómulo derecho tenía un golpe que parecía resiente, tenía una cortadura en su mejilla izquierda y su labio inferior. Debajo de sus ojos se hallaban ojeras de un color oscuro, parecía no haber dormido en días y por último su cabello castaño era un desastre.

Su cabeza estaba apoyada en la pared y su espalda igual. Sus piernas las tenía tendidas a lo largo y entre medio de ellas sus manos atadas con una cadena descansaban en su regazo. Me fijé en su brazo y sentí como el aire se escapaba de mis pulmones.

Tenía cortes.

No eran cortes normales. No. Estos no eran provocados por una navaja o cualquier otra cosa. No. Yo conocía esos cortes, esos horribles cortes. Estos eran provocados por un cuchillo. No era cualquiera cuchillo, era uno peor. Este tenía picos a lo largo, creo que se ocupan  para cortar la carne de cerdo o vaca.

Cerré los ojos de golpe al verle más de cerca sus muñecas.

Sus cortes eran profundos, uno sobre otro. Eran largos. Cada vez que pasaban ese cuchillo por los brazos lo presionaba para que más te dolieran. Sus cortes eran resientes, se podía ver la sangre salir en hilos rojos y una que otra seca. Su vestimenta estaba sucia y rota. Su camisa que alguna vez fue azul, ahora estaba llena de sangre.

Había mucha sangre.

Después de verlo me entraron ganas de ayudarlo, así que cuando quise estirar mi mano para despertarlo, no pude. Baje mi mirada hacia mis manos y fue ahí cuando caí en cuanta de que también estaban encadenas. Intenté zafarme de las cadenas, pero cada vez que hacía un movimiento estas me lastimaban la piel.

—No hagas eso.

Mi cabeza se giró hacia la persona que hablo. A mi lado izquierdo había una chica que no había reparado en su presencia. Parecía que me llevaba observando desde hace rato. Ella estaba igual que el chico a mi lado derecho y yo, encadenados.

Mis ojos la escanearon y cuando hizo un movimiento con su cabeza para apartarse el cabello negro que le tapaba la cara, casi suelto un grito. Su aspecto era peor que el chico a mi lado.

Uno de sus ojos estaba morado he hinchado, tenía un par de cortes en su frente y hematomas en sus pómulos, habían unos cuantos cortes en sus mejillas y sus labios estaban rotos. Eso no fue lo que más me espanto, fue que en sus muñecas a pesar de estar vendadas, tenían sangre acumuladas. Sus brazos estaban llenos de moretones y cortes.

Era horrible.

—Tu eres otra de sus juguetes de tortura —dijo sin ninguna emoción en sus palabras. Sonaron vacías.

No le dije nada.

Solo volví a cerrar los ojos y los recuerdo volvieron a fluir. Dolían. Dolían horriblemente. Siguen doliendo a pesar de que eso fue pasado, pero estar otra vez aquí, las heridas se abrían.

Night » horan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora