28. Callar.

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—Hey —susurraron a mi lado.

No me inmute.

Solo seguí llorando, porque de una que otra manera solo así podía desahogarme. No me había movido del mismo lugar, ¿a dónde iría? Seguía hecha un ovillo en la fría habitación, solo podía escuchar mis sollozos, pero aún así podía sentir las miradas de esos chicos.

Afloje el agarre de mis manos en mis piernas cuando sentí como me daban pequeños golpecitos en mis costillas. Gemí inconscientemente de dolor. Lleve una de mis manos a esa parte y después eleve mi rostro. A mi lado el chico rubio me miraba, en sus ojos color marrón se miraba el miedo y la confusión.

—¿Qué? —hable en un hilo de voz.

El me contemplo en silencio. Yo quite la vista de él por unos segundos para ver a los demás. Algunos estaban en la misma posición que el chico a mi lado: arecostados en la pared y con la cabeza entre sus manos. Y después regrese la mirada al chico.

—Soy Caleb —murmullo.

Ahora era yo quien lo contemplaba. No era momento para presentaciones, pero no le dije nada. Cuando iba a decirle mi nombre hizo un ademán de que me calle, así que asumí que ya lo sabia.

—¿Cuánto llevas aquí?

No supe cuando las palabras salieron de mi boca, me sorprendí al escucharme hablar. Al contrario Caleb no se inmutó ante mi pregunta, se relamió los labios y respondió.

—Una semana, creo —contestó, quito la mira sobre mi y la clavo en el suelo—. Aunque no lo se exactamente. No tengo idea si ahora es de día o de noche, no sé cuánto a pasado pero una cosa es segura...

Silencio.

Más silencio.

Espere, espere, espere por una respuesta, pero nunca llegó. No salió nada de sus labios. Se quedó mudo. Caleb tenía los labios en una fina línea, los tenía apretados y casi se miraban blancos. Y por mi mente pasaron muchos escenarios. Por qué yo conocía ese gesto perfectamente. Lo hacía cuando temía ser escuchada, aunque nadie estuviera rodando a mi alrededor, tenía miedo de que me escucharan aunque estuviera sola, tenía terror de decir esas palabras.

Pero Caleb las dijo. Se giró y me miró directamente, sus ojos marrones se llenaron de dolor, dolor que conocía.

—Tengo miedo.

Lo soltó. Soltó las palabras que yo nunca pude decirle a las personas que apreciaba y aún aprecio.

—¿A qué le tienes miedo?

Dudó en decirlo.

—Tengo miedo de entrar a esa habitación.

Vacile en preguntar. Podía notar cómo le incomodaba hablar sobre eso.

Así que antes de formular la interrogante lleve mis manos a mi rostro y quite las lágrimas que bajaban. Ya no estaba llorando, pero las lágrimas seguían bajando. Sorbo mi nariz y con el cuello de mi camisa limpio mi cara.

—¿Qué hay con esa habitación? —pregunta cautelosa, temiendo de cualquier cosa.

—Hace unos días una chica —se relamió los labios—, creo que se llama Ellin. Ella estaba en la celda, yo me encontraba en la celda frente a ella, se encontraba hecha un ovillo mientras lloraba. Me preguntaba por qué lloraba, pero no le pregunté—Caleb mira a la chica de cabellos negro. Así es donde me doy cuenta que ella es Ellin, la chica que sus muslos sangran igual que sus muñecas.

»Pasaron minutos y los llantos de la chica seguían, hasta que una rubia le decía que se calmara por qué vendrían por ella. Yo estaba asustado, estoy asustado, no tenía idea de dónde estaba, antes de eso me habían metido en una caja de cristal, fue lo peor, sentí que me ahogaba y moría lentamente. Y de un segundo a otro alguien entró por el pasillo, no lo vi bien, pero sus zapatos resonaban y después abrió la celda de Ellin. Ella se asusto al verlo, grito cuando aquel hombre la tomo del cabello y la saco a rastra de la celda, ella gritaba que la soltaran, que la dejaran ir, que no le hicieran daño. Hasta que los gritos dolorosos se detuvieron cuando la puerta se cerró y después llantos ahogados los sustituyeron.

»Cuando Ellin apareció otra vez por la puerta fue lo peor que vi. Había mucha sangre, demasiada. Salía de sus piernas y de sus brazos, de su rostro. La tiraron en la celda, la encadenaron y le pusieron algo en la boca para evitar hablar y antes de que se fuera la volvieron a golpear. Nayla me contó que ahí es donde nos torturan y tengo miedo de ser el siguiente.

Silencio.

Silencio.

Silencio.

Y la puerta se abrió.

Night » horan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora