3. Ricos y dulces

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Luego de mis clases y del regaño que le proporcione a Alia (que me relajo un montón) fui a la pastelería y dulceria Siren's a ver a papá y a ayudarle antes de que se hiciera tarde, después de todo Michelle y Ori no podía con toda la clientela a esas horas así que mejor los ayudo. En vez de quedarme en casa y ser obligada a mirar las telenovelas dramáticas de mamá.

—Ojitos ¿Cómo andas? —me saludó el pelinegro que estaba entregando una orden.

—Ori obviamente ando con los pies no me ves, todos los seres humanos lo hacemos menos los discapacitados, claro esta —le contesto riendo.

—Jefe, pudín de chocolate ya está aquí —avisó Michelle desde la registradora. Ella es una chica que me agrada, creo que es la única, fue mi mentora en la lectura y me ha enseñado muchas cosas. Le encanta decirme pudín de chocolate, según ella es por mi cabello rizado en exceso.

—Pequeño pudín  —Salió papá de atrás en donde preparaba los postres y me dió un abrazo muy meloso como sus postres (y si él también me llama pudín).

—Hola chef en jefe ¿puede volver al trabajo ya? —le indico al notar a algunos clientes entrar en la tienda luego de librarme de su agarre.

—Bien pudín nos vemos —afirmó volviendo a su trabajo.

Yo me coloque mi delantal y la placa que tenía incrustado mi nombre que Michelle siempre tenía a la mano. Dejando mi lado de estudiante aplicada, soltando mi bolsa y con una libreta de notas atendí a los clientes que llegaron recién a la dulceria.

—Queremos dos suflés y una tarta de manzana para tes personas; cinco malteadas dos de mora, una de piña con miel y la otra de chocolate —recitó uno de los clientes de la mesa.

«Universitarios lo típico, la que hace todo el trabajo y los otros cuatro sin cerebro» —pensé luego de hecharles una mirada. Pobrecita, con todos esos estúpidos llenos de esteroides y maquillaje caro. En fin, no es mi problema.

—Orden en la mesa cuatro. Dos suflés, una tarta de manzana; cinco malteadas dos de mora, una de piña con miel y otra de chocolate —hablo en voz alta para que papá escuche.

—Cabello de caca no grites tanto —recitó Marcelo sacando la cabeza. Yo pensé que estaba lavando ¿habrá terminado?

—¿Oye hermanito y ya lavaste? —pregunto al estar dentro de la cocina para ayudar con la orden.

—¡Callate mensa! —exigió —No era tanta ropa como crees —agregó cabizbajo. De seguro y le lanzaron la escoba otra vez se nota solo con verle la cara de enojo.


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Nota de la autora
Que tal hermosuras acá otro capítulo, espero que lo hayan disfrutado y pues pronto se vendrá lo bueno jejejeje *Risas*
Beshos y abashos (somos 50 lecturas que bien wea).

Soy la chica feaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora