63. El comienzo de la obra

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Bueno, pensándolo bien no es tan malo. Aunque puede verme desnuda, no se atrevería, él aún tiene materia gris en su cerebro... O eso creo.

Me dirigí al baño, y con los pensamientos de que él me hiciera algo perverso, pasaba el jabón por mi cuerpo algo incómoda. Luego, después del baño, me vestí con el horrendo uniforme. Bajé a la cocina con mi mochila. Y allí estaba él. Marcelo no había mentido, mi prometido está tomando café con toda su calma, mientras que mi padre terminaba su desayuno; y mi hermano me miraba con burla. Una razón más para amar a ese demonio.

—Buenos días Talía —Me dijo él con lujuria, o al menos eso me dejó entender por la expresión que hizo.

—Buenos días Nell. Buenos días familia —Salió de mi boca. Para luego sentarme en la mesa.

De un momento a otro. Mamá, papá y Marcelo comenzaron a mirarnos con diversas reacciones, pero la que se destacó fue el asombro. Debido a que los dos nos tomamos de las manos mientras estábamos sentados juntos, ya el espectáculo estaba dando su prólogo y mi familia era la primera audiencia.

—Hermanita no crees que, te estas pasando un poco. Mamá te esta mirando raro y papá se puso serio —Me susurró en modo de advertencia.

—Solo es una pequeña obra, que esta en sus inicios. Soy su prometida, no su mujer, no te pongas a imaginar cosas —le contesté en el mismo tono.

—No te creo nada. Aquí hay gato encerrado.

—Piensa lo que quieras hermano mayor.

Al culminar con el pequeño intercambio de palabras, yo procedí a comer mi desayuno, y noté que Nell ya estaba terminado, y mis padres no me quitaron la vista de encima. De seguro creen que no soy su hija, debido a mi actitud.

—Antes de que se vayan de la mesa... —enunció mi madre interrumpiendo la salida de nosotros —... ¿Qué mosca les pico? —preguntó.

—Simplemente nos llevamos bien, es todo —hablé para poder responder a su incógnita y salir de allí lo mas pronto posible, para saber que hace él aquí.

—Si nos disculpan —comentó mi prometido —Nos iremos. Muchas gracias por el delicioso desayuno, señora Sirhe.

Bueno luego de salir de la cocina, él y yo pues... nos sentamos en la sala, en el sofá.

—Entonces que haremos con tu venganza "My Lady". Seguiremos con lo planeado. —Dijo él tratando de acercarse a mis muslos.

—Primero. Aléjate de mis piernas, no soy harina para que me amases tanto. Y segundo. Si mi pequeña venganza empezara como lo planeado ¿Alguna otra sugerencia? —expliqué pegándome hacía la esquina derecha del sofá.

—Bien hermosa, comprendo. Pero, esa no es razón para que te alejes de mi con tanta prisa. Si quieres puedo llevarte a tus clases hoy y hacer que nuestro pequeño acto comience antes —enunció Nell con intenciones de persuadirme para cambiar de opinión.

—¡Me niego! No vamos a hacer eso, apegate a lo planeado. Ve a las tres o a las dos de la tarde y espérame allí, si quieres puedes hasta llevar un ramo de flores o chocolates... No sé algo así romántico —le indiqué aun en la esquina del asiento.

—Bien. Flores, chocolates. Haré que esas niñas se mueran de envidia ¿Quieres que vaya con traje también?

—Hazlo. Mientras más perfecto parezcas, mejor.

—Entonces, no soy perfecto —bufó cual niño llorón acercándose a mi.

—Nell, lárgate al trabajo —hablé con enojo, a punto de gritar, y con  mi corazón latiendo agitado, como si mi personaje favorito muriera —Ya sabes lo que tienes que hacer te espero allá.

—Claro mi amor, haré todo lo que pediste con un extra hermoso y fantástico príncipe azul. Osea yo.

—Si, si. Lo que digas, vete.

Después de ver a Nell lanzar besos al aire que yo ignoré por completo como forma de despedida, era hora de que yo también me fuera a clases. Porque iba a ser un día muy especial.

Volví al comedor y mamá estaba desayunando, así que recurrí a molestar un poco a Marcelo. Mi ángel y demonio.

—Enana ya deja de juguetear. No estoy de humor.

—Hermano llévame al instituto. Es solo por esta vez —le exigí con   una falsa ternura.

Él se negó. El muy idiota no quiso llevarme, tuve que irme caminando.

Soy la chica feaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora