65. ¡Me siento como un diez!

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Han pasado diez minutos y los berrinches de Alía siguen sin terminar...

—Pero tu eres de la constructora Leynor. Eres el presidente ¿No?, tu fuiste quien rechazó a mi hermana Arlen, tu pedazo de basura... —habló con un nudo en si garganta, hecha un manojo de nervios.

—Así que eres hermana de la chica esa. Con razón la actitud arrogante se me hacia familiar, la heredaste de ella —bufé abrazada a Nell, cobijada en sus brazos.

—Si no estuvieras con él yo...

—¿Qué? ¿Qué me harías. Dime, que me harías? Ni siguiera tu hermana pudo conmigo, mucho menos tu podrás —enuncié triunfante —Y a ustedes, que quisieron verme y burlarse de mí, aquí me tienen, anden, vengan, ríanse como lo hacían esta mañana. No estaban aquí reunidos por eso, no es chistoso —culmine dejando un silencio desértico y lúgubre.

—Mi amor, vámonos, que tenemos compromisos que atender —agregó Nell a mis últimas palabras.

Yo asentí y me largue con él. Y con ello el montículo de gente acumulado en el portón del instituto, poco a poco desapareció.

En el camino a casa grité tanto de la euforia, que Nell tuvo que parar el auto porque lo tenía casi sordo. Pero es que, fue una sensación tan satisfactoria que no pude evitar hacerlo...

—Estoy tan feliz, ahora al fin me va dejar tranquila esa muñeca de palo...

—¿Muñeca de palo? Así es como la nombras. Cambiando de tema, no es linda la puesta de sol —mencionó tratando de parecer romántico.

—¿Acaso estas ciego? Ni siquiera son las cinco de la tarde, la puesta de sol no sale a esta hora ¿Te recomiendo un buen oculista? El que me trató es súper bueno, y cobra barato.

—Con razón te cobró barato, esos lentes de vieja son de la era antigua, cuando los cambiaras por unos mejores, o que tal lentes de contacto —me sugirió tratando de acercarse a mí en la banca de un parque, en donde nos habíamos parado.

—Pues fíjate que no me apetece, ni tener lentes de contacto, y mucho menos cambiar mi montura. Estoy feliz con los que tengo, gracias.

—¿Pero tu no quieres ser bonita?

—Estoy bien siendo yo. No necesito cambiar ¿Acaso tener belleza por fuera es tan importante?

—¡Claro! Mírame a mí, no crees que soy perfecto —balbuceó parado dando media vuelta.

—No. Eres arrogante, eres pegajoso, pareces víbora de carnaval, en definitiva. Todo un espécimen sacado de una revista. Y no, no eres perfecto, así que baja de esa nube o te caerás.

—¿Porqué eres así? Nos vamos a casar pronto, tendrás que empezar a quererme y a soportarme —bufó inclinando su cuerpo hacia mí.

—Si estas esperando que te besé, olvídalo. Y esa boda no sucederá, quiero estudiar, es que no entiendes, o te lo tengo que grabar en esa cabezota tuya —le dije acercándome a su rostro —¿Porque estas tan encaprichado conmigo? —agregué al final con un tono sádico.

Él, a unos pocos minutos antes de que me recostara en la banca, me tomó por la cintura y me llevó hacía su cuerpo, sin intensiones de soltarme...

—¿Quieres saber la razón de mis sentimientos hacía tí? —susurró en mi oído —Me gustas. Y no solo habló de tu firme y buen trasero; tu carácter rebelde y ese indomable cabello, esa terquedad y mente calculadora. Esa frialdad con la que me miras cuando te sostengo. Continuo o quieres que paré... —habló mientras me miraba a los ojos determinado, como si sus palabras no fueran parte del típico guión para arrastrar putas a la cama.

—Eres conmovedor, sin embargo, a pesar de tus grandes sentimientos hacía mí, yo no siento nada —le contesté cortante.

—Si, claro pequeña —afirmó insinuación sarcasmo —Dile eso a otro, no a mí. Sé que es muy pronto para amar. Pero nena, tu sonrojo me lo dice todo, y ese labio inferior tuyo lo tienes torturado, ¿Acaso me estas rogando por un beso? —agregó con un tono promiscuo.

—Quien querría un bes...

Y justo ahí, en un parque desolado, con los árboles y demás flora observando, él me besó. Tan intenso y extraño fue el cosquilleo que sentí, que pensé que era el hambre que atacaba mi estomago...

Después de ese beso, quede atontada, como un pajarito recién nacido. Como si él hubiese tragado mi energía...

Aún después de aquello, Nell no quiso soltarme, quería unirse más a mí, o esa era la sensación que me daba... Fue una tarde rara, silenciosa y sentimental.

Soy la chica feaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora