53. En casa

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Estaba ya en casa ese ¡Estúpido! ¡maldito demonio de Nell! ¡Hacerme esas cosas a mí!

Ahora que recuerdo olvidé mi ropa en su casa, una excusa para volver al lujoso lugar ese, y lo peor es que parecía prostituta con el vestido que me puse, parece como si me aplastara, era súper incómodo.

—¿Hija como la pasaron hoy? —me preguntó mamá dejando de ver la televisión.

—Bueno mami yo...

—Hicimos muchas cosas, salimos a comer, caminamos por la Feria del libro, cenamos; incluso vimos una película en mi casa señora Sihre —me interrumpió cual cotorra y mi madre escuchando atentamente.

Pero el maldito no le dijo que me besó o que quería tener sexo conmigo no, él quitó “detalles importantes” en su relato, yo lo dejé hablando ahí en la sala y desde las escaleras Marcelo me dijo con una cara de burla y superioridad:

—¿Disfrutaste tu cita?

¡Todo por tú culpa engendro del demonio!

Si no fuera por que el filete estaba dulce, y me dió pena por su poca habilidad para la cocina y que la película me encantó, y también está el asunto de los besos, le hubiera dicho a mi adorado tormento que me violó y que me drogo para que estuviera con sus amigos, aunque creo que no lo haría ¿o si? Bueno tendré que investigar a ver si es cierto que es un tipo malo, y si no lo es pues...tal vez pueda ser mi amigo como lo es Peters, ése de seguro me va hacer un alboroto el lunes.

Llegué a mi cueva y puse el libro que obtuve en mi estante y encima de dicho mueble ví a mí peluche de pollito llamado Pío, así que ahí lo deje...

Me quité la tela cara esa que tuve que ponerme por que era el único de mi talla, los otros me quedaban grandes de mangas y cintura e incluso hubo algunos que parecían batas de laboratorio en mi cuerpo, me dirigí al baño a cepillar mis dientes, ya había cenado así que debía mantener higiene en mi dentadura y pues no iba a comer más, a menos que mami hermosa me haya guardado algo.

Al salir del lugar volví a mí habitación y me coloqué el pijama de color violeta con la palabra “Muerte y mente” con un estampado de calaveras con anteojos así como yo, me gustó ese conjunto, me lo regaló Harold, mi hermoso primo y el único que sabe la condición de mi cabello, no como ese peluquero Moon que me trato como muñeca de trapo, sin siquiera pedir mi opinión.

Bajé y antes de entrar a la sala de estar le envié una foto a mi primo diciendo “Mira en que esta mamá”; cuando se marcó los símbolos de que lo leyó, me contestó: “La tía hablando con un bombón tropical ¿qué mosca le picó?”.

Yo me reí y mamá notó mi presencia y claro el estúpido también, debido a mí pararon su intenso conversatorio, yo pues pase cual carro de carreras a todo velocidad y fuí a otro de mis lugares favoritos de la casa “la cocina”, papá estaba horneado y olía delicioso, estaba haciendo suflees y cuando abrí la heladera ví un bizcocho de helado que decía “Talía” en letras moradas y con carabelas blancas adornando una especie de mini cementerio, besé la mejilla de papá y lo abracé; me guardo algo y es un pastel de chocolate con una linda decoración.

Después de mi muestra de afecto, que casi me quemó con la bandeja en donde estaban los suflees por el acto sorpresivo; sin embargo dejé el dulce en el mismo lugar, no quería comerlo; una porque estaba muy linda la decoración y dos ya me cepille, entonces no quiero hacerlo otra vez, sería tedioso y me da flojera.

—¿No lo comerás mi dulce bizcocho? —me preguntó.

—Ya limpié mis dientes, así que ya no comeré más por hoy —le contesté con mi usual expresión facial.

Él comprendió y pues continuó creando sus delicias yo salí de buen humor, pero no sonriente como las chicas de atención al cliente en la compañía telefónica por cierto ¿cuándo van a pagar la factura? Mejor no me preocupo por eso, después de todo es mamá la que usa eso para llamar a su hermana.

Soy la chica feaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora