17. No exageres

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Después de entrar al baño pude liberarme de sus habladurías ya que me tenía mal escuchar tanto: “las niñas deben hacer esto y aquello” pensé que me daría un cáncer en el oído de tanto escucharla sermonearme. Me duché y me la encontré de nuevo en mi habitación, recostada en la pared con la puerta abierta como si una gimnasta hubiera dividido sus piernas.

—¿Pretendes quedarte aquí hasta que me vista? —le pregunté con una de mis manos posada en mi cintura con mi toalla cubriendo mi morena piel.

—Talía sabes que la puerta está averiada, así que tendrás que cambiarte aquí, tu padre ya entró al baño perdiste la oportunidad de cambiarte allí; ahora apresúrate que tengo que servir la cena —declaró mamá osa apurada. Apuesto a que falta poco para la novela de las ocho.

Me coloque mi ropa interior y me puse mi pijama, de todas formas no iba a salir a ningún lado así que es mejor estar cómodo; además adoró mi ropa de dormir púrpura, con negro. Me aventure junto a mi madre a salir a la mesa de la cocina, ya que el baño estaba siendo usado por papá, lo que significa que hay que huir lo más rápido posible por el intenso hedor que sale de ahí.

Cuanto desearía que papá no tuviera ese singular olor al ir al baño, el inodoro podría agradecerle también.

Los pocos minutos que tardamos en llegar mi madre y yo vimos como Marcelo estaba preparando la mesa para servir la cena, hoy tocaba harina, una cena ligera que no necesitaba mucha experiencia para hacerse y los ingredientes no eran difíciles de encontrar, solo paciencia y amor según mi madre para la preparación.

Cocinar, una razón más para odiar ser ama de casa e inclusive casarme.

Nos dedicamos a esperar a que papá sacará todo ese mal que lo está atormentado y así cenar como familia. Al salir el mayor y sentarse nos pusimos a comer; Mamá fue la primera en terminar para volver a la sala e ir a ver televisión; Marcelo le siguió y la tercera fui yo dejando al gordito de mi papi solo hasta que acabará.

—Solo faltan tres días y mañana dos papaíto apúrate y dime con quién iré o si no le diré a mamá sobre el aniversario —Me devolví antes de dejar la primer planta a tratar de persuadirlo.

Él se quedó callado y tragó incómodo la harina que retenía su garganta. Ojalá y ese intento de chantaje pudo ser de ayuda, no quiero terminar sin ir a mi preciado evento realizado una vez al año.

Un nuevo y monótono día comenzó, los pájaros no estaban chillando lo que era un alivio, el día estaba nublado, iba llover, perfecto llevaré mi paraguas transparente. Al despertarme sin el hermoso canto de la mujer más hermosa del mundo (mamá osa) fuí junto con mi toalla en mano al baño y lo encuentró cerrado.

—¡Marcelo sé que eres tú, sal! De seguro debes estar viendo mujeres como la otra vez —comenté para que me dejase bañar.

—¡Mocosa cierra el pico! —me habló tapando mi boca, logrando así uno de mis objetivos, que saliera.

—¿Qué demonios es este olor, tan raro?

—¡No es nada! Ya entra al baño ¿No lo querías? ¡Entra!—insistió nervioso tapándose la parte delantera con su toalla.

Asqueroso.

Mi hermano ni siquiera ha tenido novia, todas las mujeres parecen tenerle asco, como no, si el pendejo se las pasa mirando su busto y su trasero. Va a morir solo si continúa con ese mal hábito.

Soy la chica feaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora