68. El día de la apuesta

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Finalmente llego el día de mi desgracia.

Talía había cumplido su mayoría de edad no hace mucho. Unos cinco meses, después de la última fiesta de gala, a la que asistimos.

Ya era hora.

Hoy, finalmente se decidiría, que ocurrirá entre mi sexy Talía y yo. Al fin sabré si será mi mujer o si la espera fue en vano.

Luego de terminar unos papeles en la oficina. Me reuní con mi familia, y nos dirigimos en donde la apuesta nació. En la residencia Sirhe Park.

Al llegar al lugar, estaba toda la familia de mi amaba. Su padre, su madre y su hermano. Del cual me encuentro extraño que no sé haya largado aún ¿Es mayor que yo y sigue viviendo con sus padres? ¿Tendrá siquiera una novia? Bueno olvidando la pobre situación de él. A ella la vi pegada a un libro en el sofá, tan sexy, con ese short y esa camiseta a rayas con tonalidades oscuras.

—Buenas tardes —saludé y así aproveche para sentarme junto a ella —¿Dormiste bien? —le cuestioné cerca de su oído.

—No dormí por la culpa de alguien irritante. Y por favor fame algo de espacio personal —me respondió cortante.

—Tan salvaje como siempre.

—Tan sanguijuela como siempre —bufó para luego dejar de lado mis insinuaciones e insistencias para acercarme a ella.

Mientras que nuestros familiares hablaban con total naturalidad, ambos estábamos ahí, en el sillón. Estaba incómodo, me sentía excluido al verla sonreír, pegada al trozo de papel. Era un sentimiento desconcertante.

—Buenos días—saludó el presidente Sirhe con su duro rostro hecho una sonrisa.

Supuse que, fue porque me vió junto a su nieta, ya que, fuimos con los primeros que se cruzó al llegar.

Luego nos pasó de largo en dirección a la cocina. Y me miró con una sonrisa un tanto rara, de esas en donde te dejan a solas con la que te gusta. Cielos; me sentí un adolescente, en ese instante.

Ya había pasado una hora desde mi llegada, y Talía me ignoraba como si fuera parte de la decoración de su hogar. Era deprimente, jamás había sido tratado de esa manera por ninguna fémina ¡Jamás!

Talía. No es como las demás.

Esa era mi conclusión desde el primer día, en que miré ese buen trasero en desarrollo, siendo balanceado de un lado al otro por su portadora.

—¡Puedes dejar ese libro y prestarme algo de atención! —exigí incómodo.

Pasaron diez minutos, y su boca estaba sellada ante mi petición.

—Puedes por los menos contestarme. Talía, sé que he sido un obstáculo en tu vida, pero en verdad no sientes nada por mí; siquiera lastima por el amor que te he brindado —revelé pata que me prestará su atención. O por los menos sus ojos me miraran.

Y de nuevo me ignoró. Haciendo caso omiso a mis palabras, como si fuera un molesto insecto perturbando su paz.

Entonces no pude mas y le quité el libro que poseía, la tome por los hombros y me acerque a sus labios...

—¡Ahora puedes verme a mí! —enuncié con ansiedad de unir sus labios a los míos.

—¡Estoy casi ciega, no sorda viejo!

—¿Ah sí? Entonces este "viejo" tendrá que enseñarte, que cuando te preguntan algo debes responder —respondí y mis manos fueron directo a su rostro... Besándolo.

Un beso francés muy bien ejecutado. Y, aunque por más que ella me mordiera la legua para ser liberada, no pudo lograr su cometido. Yo no cedí. Continué concentrado en sus labios. Grandes y carnosos labios que fueron sometidos a mis deseos carnales.

La unión no duro muchos minutos, sin embargo para mí fue como una eternidad. Algo etéreo, pero profundo y duradero.

—¡Que buen beso tenemos acá! —exclamó el señor Pablo en voz alta. Haciendo que mi cuerpo se pusiera helado.

—¡Mi pequeña!

—Talía disfrútalo —gritó seguido su hermano como si fuera algún deporte.

—Hijo... —escuché gritar a mí madre. De seguro se tapo la boca de la sorpresa.

Al separarnos. Talía, por primera vez, estaba sonrojada, y cubrió su rostro con mi pecho, ya que, el libro que tenía, estaba en reposo; inerte en el piso. Y la vergüenza, no la dejó mover su cuerpo en todas sus facultades.

Que situación mas conveniente. Aún hay posibilidad de que caiga a mis pies.

Soy la chica feaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora