Capítulo 11

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Capítulo 11:

Sus pasos eran arrastrados, cansados. No tenía ganas de dar un paso ni subir unos de los escalones que no se había detenido a contar de la escalera de su casa. Aquel día no había sido el suyo, al menos así era como lo calificaba en ese momento. No había sido malo, ni siquiera se había mojado por la lluvia que, de un momento a otro, empezó a caer. No tenía ganas de hablar con nadie, desde ya hacía tiempo se sentía de esa manera.

Su cama estaba pulcramente arreglada, al igual que el resto de las cosas que conformaban su habitación. Del desorden que esa mañana había quedado no había quedado ni rastro, como siempre, seguro era obra de una de las señoras que les colaboraba con la limpieza, porque si era por su parte, viviría en un completo basurero.

—¿Vas a salir hoy, otra vez? —le habían preguntado a sus espaldas esa misma mañana mientras ponía uno de sus pies en el inicio de las escaleras, desde la parte de arriba.

Se dio media vuelta y se encontró a aquella mujer, tenía su cabello muy socado y retenido en un moño, lo usual en ella. Su mirada era seria, le recorría todo el cuerpo, desde la última hebra de su cabello hasta el último centímetro de sus pies. Pensaba largarse sin pedir permiso, pero claro, era una misión imposible con el solo hecho de tener a aquella mujer tras ella.

—Me invitaron a salir hoy también, ¿no puedo ir? —pestañeó con inocencia. Lo único que veía venir era un rotundo «No», enfatizado más de la cuenta, como siempre.

—¿Te ibas sin permiso, Ámbar? —entrecerró los ojos, inquisitiva, avanzando un pasó hacia la rubia menor.

—No, tía. ¿Cómo crees? —se rio nerviosa. Por supuesto que se iba a ir sin permiso —. De hecho, te iba a buscar para pedírtelo.

—Sabías perfectamente dónde me encontraba, ¿por qué no fuiste allá? —preguntó, refiriéndose a su cuarto.

—Oh, se me olvidó, tía.

—¿Saldrás con Simón? —cuestionó pensando en el chico al que había llamado a su oficina solo para darle las gracias.

La rubia bajó la mirada, aunque pareciera extraño, mencionar al moreno que, ahora no sabía si llamarlo su amigo o no, era un tema de bastante sensible. Desde que le había dejado de hablar, ella había querido acercársele de alguna forma, pero él siempre hallaba la manera de evadirla e irse con sus otros amigos, los que hizo desde un inicio. En estos tiempos, no sabía quién de los dos era el verdadero culpable de la ruptura de su amistad.

—No, tía... —intento sonreír y lo hizo, pero su pariente no se tragó aquel gesto —. Voy a salir con Matteo, de hecho, hace un rato que está allá afuera esperándome.

Y como otras cosas de las cuales su tía no se tragaba, estaba Matteo. El chico le parecía un poco extraño, diferente a un tipo de amistad o de «otra cosa» que ella hubiera querido para su sobrina. Estaba de acuerdo que si ella le gustara salir con él estaba bien por ambas partes, pero no seguía sin simpatizarle aquel muchacho.

—Ámbar... —se acercó, con un poco de dudas sobre el qué ocurría con su amistad con Simón. No era ciega, tenía conocimiento de que su sobrina y su vecino se habían distanciado por alguna cosa que, eso sí, desconocía —. ¿Pasó algo con tu amigo Simón? —le sobó el hombro con una de sus manos, provocando un estremecimiento en todo el cuerpo de la rubia.

—No, tía, está todo bien con él. No entiendo por qué me lo preguntas —volvió a reír y, con cuidado, apartó la mano que posaba sobre su hombro —. Regreso después. Lindo día. —le dio un beso en la mejilla y, como si la hubieran echado, bajó hasta encontrar con su cita, quien la esperaba recostado en el capó de su auto.

Querida Ámbar |SIMBAR|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora