Capítulo 28

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Capítulo 28:

Querida Ámbar.

Ha pasado un poco de todo desde mayo a junio; llantos, risas, enojos y otro sin fin de cosas de las cuales no puedo escribir porque estoy seguro de que no terminaría en una sola hoja.

Muchos abrimos los ojos y nos dimos cuenta de cosas que no queríamos ver por temor, otros abrimos los brazos para abrazar a esas personas que sentimos necesitaban de nosotros.

Después de un poco de tempestad todo volvió a la normalidad, aunque con ciertas grietas en la tela de la paz.

¿Sí recuerdas cuando Nico tuvo que llevar enyesado el brazo por largos treinta días? Me reía de sus quejas de lo incómodo que era, y lo imagino.

¿Recuerdas cuando hice mi primera tontería de la que casi me arrepiento un segundo después de haberla culminado? Me sentí siguiendo malas influencias. ¿Eso eres para mí? No lo creo, tú has sido lo mejor que me ha pasado.

¿Recuerdas la furia que entró el día que me enteré sobre lo que te pasó? No te creas, no se me pasa todavía, sigo intentando controlarme cada vez que lo recuerdo.

Mi querida Ámbar, hoy estoy inmensamente feliz, no tienes ni una idea. Estamos a finales de junio y se me hace difícil de creer que ya solamente faltan seis meses para que el año culmine. Qué rápido, ¿no?

La carta más corta que te escribo hasta ahora, pero es que, sinceramente, siento que no tengo nada que escribir, que todo lo que viví lo tengo dentro de mí y no lo puedo expresar en palabras. Simplemente está allí como uno de los más bonitos recuerdos que tengo, pero a la hora de exponerlo, se siente como quedarte en blanco y a la misma vez sabiéndolo todo.

Es el amor, ¿verdad? Así nos pone el amor. Te amo, Ámbar Smith.

Siento las cosas que hice, siento no haber recurrido a ti, siento haber sido impaciente. Lamento con mi alma no haber insistido más para que te quedaras, sin embargo, supongo que todo se debe a una jugada del destino. Seguro todo esto pasó por una razón y ya.

Te ama con toda su alma este chico enamorado; Simón.

Sonrió con un brillo en los ojos que no desaparecía desde hace mucho tiempo, silenciosamente colocando la pluma en el mismo lugar que las demás y luego guardando la carta en el cajón de estas, giró sobre la silla, sonriendo complacido al ver la cama desaliñada de una madrugada del sábado. No había podido dormir en toda la noche y no por enfermedad alguna, sino por emoción. La tormenta de afuera no paraba y de cuando en cuando un relámpago alumbraba la estancia con una luz entre amarilla y roja. Caminó hacia la cama y se metió entre la funda nórdica, cobijando gran parte de su cuerpo al momento en que aspiraba el dulce aroma que de esta desprendía.

Sí, estaba feliz. Demasiado como para que fuera real. No quería dormirse por esa razón, ¿qué tal si por la mañana despertaba y todo volvía a la normalidad? ¿Qué pasaría entonces si lo que vivió no era nada más que un sueño? Porque así era como todo se sentía: irreal. Una preciosa ilusión.

—Dios mío, Nico, ¿qué fue lo qué te pasó? —había mencionado Pedro, entrando de pronto sin siquiera haber tocado.

—Pedro, pude haber estado desnudo —contestó el muchacho con el corazón latiendo desesperado por el susto que le había dado el moreno.

—Lo siento —se disculpó, acercándose con preocupación.

—Ustedes dos son más raros que un perro verde —rodó los ojos Simón, quien se encontraba doblando la ropa del rubio para meterla en la bolsa que se llevaría a casa, ya que le habían dado de alta esa misma tarde —. Se han visto hasta los intestinos y ahora se sorprenden «porque pudo haber estado desnudo». Llévatelos, Dios, o yo mismo te los mando.

Querida Ámbar |SIMBAR|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora