Capítulo 14

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Capítulo 14:

Para Simón, el hecho de que hubieran pasado ya cuatro meses después de la llegada de Luna había sido algo bastante rápido, algo que sintió como un abrir y cerrar los ojos, como acostarse un día, el primero en que la pequeña entró al salón, acompañada de la rubia, y al día siguiente despertarse a sabiendas de que ella misma fuera la que ya por largos días le hiciera compañía a la par de su silla.

—¿Cómo crees que nos vaya? —habló su compañera, nerviosa porque ya estaba a punto de ser su turno —. Me muero, Simón...

Disimulado, el muchacho soplaba al rostro de su amiga, tanto con las manos como con la boca, tratando de calmar los nervios que estaban por hacer desmayar a la chica que ahora el color de sus cabellos eran verde menta.

—No te preocupes, Luna, ya verás que todo va a salir bien —sonrió, tomándola de la mano, pasándole de su apoyo por ese medio, pero la mano mojada de ella, que parecía que la metió en un recipiente lleno de agua y luego de sacarla no la secó, le dio a entender que sí se estaba muriendo —. Oye, en serio debes calmarte.

—¡No puedo! —gritó susurrando —Ese hombre me da pavor.

—¿A quién no? Pero debes imaginar que no está aquí.

—No puedo imaginar tal cosa, sus ojos me persiguen a todos lados, ¿cómo le hace? Es como la mirada del mal —en verdad parecía afectada.

Simón rio de medio lado, conteniéndose por no reírse fuerte al momento en que miraba a su profesor prestar atención a la exposición sobre unos problemas físicos que Ámbar Smith, como toda una experta en esa clase, hasta para sacar los calores específicos de cualquier metal se movía como si estuviera sobre una pasarela.

—Tranquila, además, a nosotros solo nos toca exponer teoría, no será complicado —le guiñó un ojo, sabiendo que eso iba a ser una ventaja contra el hombre que atemorizaba a muchos.

—¿Cómo es que para ella es tan fácil? No parece inteligente —miraba embobada los movimientos de la rubia. En serio se veía inteligente y realmente conocedora del tema.

Cuando Luna se encontró con Ámbar en la oficina de la directora, una de las primeras cosas en que pensó fue que era la típica rubia cabeza hueca que se ríe solo por escuchar la palabra «pudín», pero en este momento, lo único que sentía era el callón de boca que ella le había dado, hablando y hablando, resolviendo más de un problema como si hubiese nacido para justo ese momento.

—Sí, ¿verdad? Deberíamos pedirle consejos.

—Te juro que eso deberíamos hacer. No quiero que termine nunca.

—Luna, si estas así de nerviosa, se te va a olvidar todo —le pasó su cuaderno para que retomara sus estudios.

—Por favor, no me lo recuerdes —y comenzó a repasar lo que se tenía ya memorizado.

Las manos de Ámbar se movían ágilmente mientras que de su boca solo salían los procedimientos para encontrar la respuesta del que era su último ejercicio. Era algo casi irónico, no se llevaba para nada bien con el docente, pero en su clase era una de las más altas en cuanto a las notas. Nunca reprobó en su vida y no lo haría tampoco, mucho menos si se trataba de, en específico, ese profesor.

—...Entonces, dividimos 640 cal entre 6.696 cal/gr y encontraremos cuál será la masa del cobre: 95.57 gr —se dio media vuelta para darle la vista a todos los que la observaban, sobre todo al mayor de los presentes —. Y así terminamos.

—Muy bien —claro, debía admitirlo. Aunque no fuera su alumna favorita, no le quitaba el mérito de que fuera una de las mejores. Las apariencias engañaban y ella era un ejemplo vivo de ello —. Siguiente grupo.

Querida Ámbar |SIMBAR|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora