Capítulo 23

548 53 105
                                    

Capítulo 23:

Pedro tenía la mirada perdida en los ojos castaño del Simón, por primera vez en ya bastante tiempo no lo miraba como si fuera a matarlo, no lo miraba como si su mirada fuese un misil que lo traspasaría de lado a lado; fue diferente esta vez. Sus ojos estaban tristes e impresionados, trataba de disimular que todo estaba bien y quería volver a esa mirada ruda de antes, pero no podía, simplemente el saber que alguien a quien quería se le estaba alejando por su propia culpa, no lo podía soportar.

—¿Una relación? —repitió sin poder creer que en verdad estaba hablando y, sobre todo, que quería saber más sobre el tema cuando por dentro lo único que deseaba hacer era salir corriendo para no seguir viendo esos rostros ni seguir escuchando esas voces.

—Sí, Simón, explícanos cómo va eso —habló Luna sin salir todavía del shock.

—¡Por favor! —agregó el chico rubio que estaba en la misma situación de Luna.

—No lo puedo creer —siguió Delfina, tomando la mano de Pedro con notable emoción en sus oscuros ojos —. Anda, cuéntanos todo.

—No, no, no, no, no, chicos —alzó las manos Simón, riéndose nerviosamente —. Me están entendiendo mal, a lo que me refería es que Nico y yo estamos en una relación, mas no entre él y yo. Quiero decir, él con alguien y yo con alguien, ¿me explico?

—Ah... —respiró sin tranquilidad la más bajita.

—Yo pensé que ustedes dos eran... bueno... olvídenlo —se sentó la morena, mostrando un deje de decepción en su semblante. Nada comparado al que Pedro poseía.

—¿Comemos entonces? —preguntó Nicolás para quitarse el bochorno de encima, pegándole de pasó un puñetazo en la pierna al castaño por debajo de la mesa.

—¡Ah! Sí... —gritó más por el dolor que por responderle al chico.

—Pero nos dirán sobre sus parejas: quiénes son, si las conocemos o no, qué edad tienen, si estudian aquí. Ya saben, cosas así —decía Luna, disimulando con risillas tontas la curiosidad que le daba el asunto, pero, sobre todo, por el cierto temor que al mismo tiempo le daba.

—Claro que nos contarán, porque si no lo hacen les arrancamos los...

—Ya regreso —interrumpió Pedro a Delfi, mirando con resentimiento a Simón y con culpabilidad a Nico.

—¿Qué? ¿A dónde vas? Los chicos están a punto de contarnos sobre sus conquistas —guiñó un ojo en modo burlesco a los demás presentes.

—Tengo que ir a... sí, a ese lugar —les dio la espalda, caminando fuera de la cafetería más rápido de lo que pensaba que lo haría.

—No sé qué le pasó —mencionó Delfi, sin parar de ver el camino por el que su novio se había ido —. Esperen un momento, voy por él.

Pedro caminó apresurado al baño, haciendo un esfuerzo titánico por no abrir la boca y gritar una sarta de barbaridades de las que luego estaría buscando la manera por contradecir. No podía creer lo tonto e inmaduro que estaba siendo, se suponía que su insana relación con Nico ya había terminado y no desde ayer para hoy, sino que, desde hacía ya tiempo atrás, mas eso parecía no pesar mucho como para que no le afectara.

—Imbécil, imbécil, imbécil... —susurraba apretando fuertemente la mandíbula.

Tenía nauseas. De un momento a otro algo dentro de su estómago se revolvió y ahora mismo no sabía qué iba a vomitar si no había comido nada desde que desayunó. Abrió la puerta del servicio para chicos y rápidamente se metió a uno de los cubículos que estaban abiertos, no pasó demasiado tiempo para que el sabor de la bilis se quedara atrapado en su boca, recordándole lo patético que debía verse en ese estado. Haló la palanca del retrete y salió con la cabeza gacha, un poco mareado por haberse erguido de golpe. Se miró en el espejo, revisando las facciones de su cara que no se miraban de otra forma que no fuera cansadas y tontas a la vez. No le encontraba sentido al porqué actuar de aquella manera, en su tiempo fue él mismo quien quiso terminar con eso que empezó porque, según él, estaba siendo tóxico y muy injusto con la chica que quería a su lado. Alejó a Nico de su vida justamente para poder sobrellevarla con supuesta normalidad, pero en ese instante estaba siendo tan odioso que hasta parecía haber enfermado de golpe solo por el hecho de enterarse de que ese mismo chico ya tenía a un alguien. Era obvio que en algún momento eso iba a pasar, era lo que tuvo que haber esperado desde que lo dejó ir, sin embargo, debía reconocer que siempre le aterró la idea de que él pasara a segundo plano en la vida del rubio y ahora eso mismo estaba sucediendo, estaba quedando ya como la hoja pasada y no quería, no quería ser solo el recuerdo de algo que ya se terminó y que no volvería a suceder. Quizás se calmaría un poco si eso que vivieron acabó en buenos términos, pero no fue así. Nada había finalizado de la mejor manera y eso era solo su culpa. Por cobarde.

Querida Ámbar |SIMBAR|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora