Capítulo 02

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Capítulo 02:

Decir que el primer día de clases estaba siendo maravilloso, sería una completa mentira; no entendía absolutamente nada de lo que los profesores decían, el hecho de que todos sus compañeros de salón hablaran entre ellos cuando algunas clases estaban a medias no era de mucha ayuda. Se sentía horriblemente solo, ver a sus costados y notar como todos hablaban entre sí y saber que muchos de esos comentarios eran sobre él, no era nada agradable. Tenía unas ganas espantosas de tomar sus cosas y salir corriendo a su casa, meterse debajo de la cama y no salir de ahí hasta que su madre llegase del trabajo, para decirle que ella estaba en toda la razón y que, realmente, se arrepentía de haber entrado a estudiar ese año.

¿Por qué las personas son tan estúpidas?

Eran los pensamientos que taladraban su mente cada vez que los cuchicheos llegaban hasta sus oídos, lo hacían preguntarse si es que los demás no estaban conscientes de que él tenía esas cosas llamadas oídos y con eso podía escuchar cada cosa que decían.

—Buenas, chicos —saludó una mujer de baja estatura, vestida de manera informal, pero le quedaba muy bien, pues ella era físicamente muy atractiva. Era de cabello muy negro, tez pálida y de una voz un poco chillona. Parecía más bien una adolescente que una profesora común y corriente.

Al igual que todo el personal docente, la mujer aquella se había sentado detrás de un escritorio de madera que estaba ubicado en una de las esquinas de salón para después buscar en un bolso que cargaba consigo, un libro de registros de asistencia a su clase. Y, como lo había hecho con lo demás profesores, al momento en que la mujer finalizó de llamar a los alumnos, de los cuales la mayoría estaba presente, se levantó de su asiento y se dirigió a donde ella se encontraba, le entregó un papel donde estaba escrito su nombre completo y la razón por la cual se lo entregaba.

—¿Eres nuevo? —preguntó solo para hacer plática, porque el papel que leía se lo decía claramente.

—Eso parece —respondió a secas, notando la mirada extraña de la mujer que, tenía ojos café muy claros ahora que la veía de cerca.

—Bien, Simón, bienvenido —se sonrió amigablemente y le regresó el papel que le había dado, después de haber anotado su nombre en la lista que poseía y firmarlo con su nombre —. Soy Olivia, tu profesora de inglés, espero te integres muy bien.

El joven solo asintió y regresó a su lugar, nuevamente plagado de muchas miradas que se posaban sobre él, como si verlo era una de las cosas que mejor sabían hacer.

La profesora orientó un trabajo en grupos de cuatro integrantes, en el cual tenían que pasar una casi interminable lista de verbos a cuatro tipos de tiempo, de los cuales también debían hacer un párrafo haciendo uso de ellos en el mismo. Pudo ver como muchos de los chicos levantaban sus manos o alzaban sus miradas entre ellos mismos, diciéndose sí o no para poder estar en el mismo grupo, unos viajaban de una esquina a otra, todo para estar entre amigos, aunque al final de cuentas no harían absolutamente nada.

—Profesora, ¿se valen grupos de cinco? —preguntó un chico que se encontraba solo, igual a él, y quería entrar donde estaba un grupo completo por el total de personas que la profesora había indicado.

—No —respondió la docente con la cara angelical, pero con el tono congelante.

—Ándele, profe, no me deje morir —rogó el muchacho haciendo cara de drama y a punto de ponerse de rodillas.

—¿Es que no hay otro grupo? —rodó los ojos, estirando los brazos dándose por vencida ante la cara de sufrimiento del chico —. Pero que sea el único.

Querida Ámbar |SIMBAR|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora