Capítulo 15

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Capítulo 15:

Los ojos los tenía rojos y llorosos, como cuando estás agripado y se te hace casi imposible poder mantener la cara sin que parezca que te acabas de levantar una mañana después una llorada bastante buena, por decirlo de alguna forma. Todos la miraban como si fuera un bicho raro, como queriendo preguntar sobre lo que le sucedía, pero estaba esa barrera que, a este punto, no supo quién levantó, si ella o el público, nadie se acercó y, una parte de ella agradeció enormemente, pero otra quiso que alguien se quedara o se preocupara. Claro, cosas como esa no pasaban en la vida real.

—¿Ya estás mejor? —le preguntó su novio, quien la esperaba fuera del salón para que se tomara su tiempo en el baño.

La miró extrañado, no sabía que algo así podía afectar tanto como para ponerla de la manera en que estaba ahora, pero bueno, él no era mujer y no comprendía muy bien cómo funcionaba su cuerpo. A duras penas entendía el de él y eso que lo consideraba mucho menos complicado que los cuidados que las chicas debían darse en el suyo.

—¿Te sucede algo? —interrogó otra vez cuando escuchó el moqueo de su nariz.

—Me duele mucho el vientre —se justificó, sabiendo que le dolía alguna parte, pero no era precisamente la que había mencionado.

—Lo siento, cariño —acercó el rostro de ella con sus dos manos y le dio un pequeño besito en los labios, bastante tierno —. Si puedo hacer algo por ti, solo dímelo.

—¿Podrías cargar este dolor por mí? —otra vez, no se refería al que le mencionó antes.

—Si sabes cómo pasarlo, con mucho gusto me lo llevo —sonrió con cariño mientras le sobaba las mejillas con sus dedos pulgares —. Ya van a tocar el timbre, me tendré que ir, que, si no, no me dejan entrar —le revolvió con suavidad el cabello y luego menciono: —. Que te mejores.

—Matteo... —lo haló del brazo, cuando ya le había dado la espalda para irse a su aula —. Gracias.

El chico alzó la comisura derecha de sus labios, mostrando una leve sonrisilla que, a pesar de ser pequeña, le quedaba bien —. Paso por ti a la salida.

—No es necesario, iré con mi tía a acompañarla al centro comercial. Mejor nos vemos mañana aquí —le guiñó el ojo y lo atrajo hacia ella —. Nos vemos. —ahora fue ella que besó los labios de él.

—¿Irás, así como estás? —miró su vientre con desconfianza.

—Ambas somos mujeres, sabemos qué hacer en estos casos —lo despidió con un empujoncito —. Hasta mañana, cariño.

Estando dentro, las horas se le hicieron realmente largas, algunas veces podía escuchar hasta el más mínimo susurro que de la boca de Luna y Simón salía, no le gustaba, le incomodaba que en lugar de estarle prestando más atención a la clase le estuviera poniendo mente a esos dos, como si fueran entidades, pero es que no podía evitarlo, más que otra cosa, aquello le enfadaba. No quería verlos juntos, sentía sus miradas sobre ella y eso la hacía desear levantarse de su asiento y preguntarles que cuál era el problema que se tenían, que si lo querían era restregarle su amor en la cara pues que pararan, ya lo habían hecho y se estaban pasando de la cuenta.

Solo quería decirles lo mucho que le dolía que le hicieran eso, que, por una vez en sus vidas, tuvieran piedad de ella.

—Oye... —le golpeó con un codo, a medio de la clase de filosofía.

—¿Qué? —respondió Simón, intentando concentrarse en el pizarrón, la verdad es que estaba mirando a la rubia delante suyo, la había notado extraña cuando entró al salón, parecía haber llorado. Se preguntó si fue por algún tipo de pelea con Matteo.

Querida Ámbar |SIMBAR|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora