Capítulo 18

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Capítulo 18:

Querida Ámbar...

Hoy me quieres más de lo que deberías. Eso fue lo que me dijiste, ¿es verdad? ¿Por qué me querrías menos? ¿Por qué ahora me quieres más? Ni siquiera me lo respondiste cuando te lo pregunté.

Estabas allí, muy cerca de mí, abrazada con fuerza a mi cuerpo como si yo me fuera a ir a algún lado. Yo estaba sorprendido, no porque nunca hubiera hecho tal cosa, sino porque hoy temblabas, sí, Ámbar, estabas temblando. Frío no había, entonces supe de inmediato que temías que yo me alejara.

¿Sabes? No me voy a alejar esta vez, esta vez me quedaré a tu lado porque yo también te quiero mucho más de lo que debería. Te amo.

Estoy enamorado de ti, de tus ojos, de tus mejillas, de tus raros comportamientos de a veces, pero, sobre todo, estoy enamorado de esa hermosa sonrisa que se dibuja en tu rostro. A veces quisiera que solamente fuera para mí. Sentirla mía como te siento a ti cuando solo estamos los dos. Estoy claro que más de una sonrisa le habrás regalado a tu novio, estoy completamente consciente de que él es más especial para ti que yo, pero no puedo negarme a mí mismo a pensar o a imaginarme que esos labios tuyos se dibujan en una sonrisa que no tiene otro dueño que no sea yo.

Estás clavada en mí, en mi mente, en mis manos. Quisiera yo estarlo en las tuyas.

«Extraña»

Así te describí cuando te vi por primera vez. Eras la única chica que usaba tacones con el uniforme escolar, la única que limpiaba el lugar donde se sentaba. Pero cuando te conocí, cuando te traté, pude descubrir que, en lugar de extraña, eres especial. Eres el más bonito sentimiento que guardo en mi interior. No tienes idea de cuán feliz, cuán afortunado me siento cada vez que tus ojos se clavan en mí, cuando me abrazas. Sí, es porque es en esos momentos en los que los demás no importan nada, son los momentos que sé, valen la pena guardar y recordar toda la vida.

Tenía pensado que el encabezado de esta carta fuese un poco diferente, solo una palabra cambiaría: «Querida».

No creas que no te vi, no te hagas la inocente conmigo que estoy muy al tanto de que esos diamantes que tienes por ojos vieron más allá de mi ropa la otra vez. Y no te culpo, de hecho, la culpa es mía.

Oh, mi pervertida Ámbar... Jamás pensé que te quedarías a verme desnudarme, nunca me pasó por la cabeza tampoco hacer tal cosa. Yo solo te quería probar, quería ver si eras tan mente sana que apartarías la vista y la pondrías en cualquier otro lugar que no fuera yo. Pero no. No lo hiciste, te quedaste allí, casi boquiabierta viéndome cómo me quitaba la ropa. Eres una pervertida, una acosadora en verdad. Dime, ¿tendré que mandar a sellar la ventana o simplemente corro las cortinas?

Dime, ¿querrías verme otra vez de la misma manera? ¿Querrías ser tú quien esta vez me quite la ropa?

Yo sí. Yo sí quiero que las dos cosas pasen.

Ahora, ¿Quién es el pervertido?

Supongo que a partir de ahora debo cuidar muy bien las cosas que te digo, no más mentiras. Te pusiste un tanto diferente cuando te dije sobre mi novia, una que, como ya lo sabes, no existe. Parecías celosa y me encantó esa parte. Te mirabas tan linda, todavía más de lo que ya eres.

Vamos ya por la cuarta carta y créeme que cada vez que escribo una, siento que me desahogo por completo. Porque aquí te digo todas las cosas que personalmente sé, no puedo decirte. Escribiendo esto me hago a una realidad ficticia donde Matteo no existe, donde los impedimentos para llegar a ti desaparecieron, donde las paredes que nos separan están derrumbadas.

Querida Ámbar |SIMBAR|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora