Capítulo 32

762 43 72
                                    

Capítulo 32:

Querida Ámbar...

He recibido uno de los sustos más grandes de mi vida a tu lado.

¿Cómo es posible pasar tan rápido de una experiencia a otra y hacerse de inmediato a una vida diferente, a un futuro tal vez terrorífico por ser desconocido? Una parte dentro mío todavía mantiene el recuerdo vívido de aquel día en que tocaste a mi puerta con cara de haber visto un fantasma y decirme una noticia que me paralizó por completo; recuerdo ese miedo que sentí ante lo que me dijiste, así como también recuerdo la decisión que tenías en mente y que, en un principio, yo apoyé. Pero hay otra parte de mí que no olvida las ilusiones que me hice y la manera en que quise ponerte un alto. El futuro improvisado que me planeé con una parte nuestra, pero sin ti.

Fue bastante tonto, ¿lo recuerdas?

Sin embargo, con muchísimo dolor, no solamente una parte de mi ser recuerda la última vez que besé tus labios, la última vez que quise abrazarte hasta que me quedara sin fuerzas.

Ese día va a estar grabado en mí por la eternidad.

Ahora mismo estoy en mi habitación, escribiendo y acumulando las fuerzas que puedan contra este sentimiento de impotencia que me pide salir corriendo y perseguirte hasta donde vayas. Al final del día mi pesadilla se hizo realidad. Hoy no hay nadie quien pueda despertarme y decirme que todo fue un mal sueño. Ahora mismo no puedo colgarme de tus hombros y pedirte que no te vayas nunca porque la verdad... la triste e hiriente verdad, es que ya te has ido.

¿Quiere decir eso que yo ya lo sabía? ¿Entonces una parte de mí ya estaba al corriente de que esto no duraría demasiado y tú acabarías desapareciendo como la espuma en el agua? ¿Por qué no me di cuenta antes? ¿Por qué coloqué esa señal en la papelera cuando en verdad me estaba advirtiendo sobre uno de los sufrimientos más profundos de mi existencia? Sí, hay una clara respuesta para eso. Por tonto.

Quisiera dejar de escribir, dejar lo malo a un lado y aguardar lo bueno como si se tratara de un bebé. Como uno que se me pasara por la cabeza mantener por mi cuenta. No obstante, temo que, si dejo de hacerlo, cuando me dé cuenta, vuelva a ser demasiado tarde para recuperarte nuevamente. Recuperarte aun cuando sé que prácticamente te perdí.

¡Qué cobarde soy! Me odio a mí mismo por la debilidad a la que estoy sometido y porque al parecer la desgracia siempre me va a perseguir.

«No te vayas. Por favor no te vayas, ¿qué no ves cuánto te amo?» ¿Por qué esas palabras no pude decírtelas cuando te tuve frente a frente?

Quiero que estés bien. Quiero que seas la chica más feliz del universo, Ámbar. Pero también quiero que estés conmigo.

Es egoísta pensar de esa manera, estoy al tanto de ello, pero, a este punto, ya deberías saber cuán egoísta puedo ser con los demás y conmigo mismo si se trata de tu amor.

Te amo, no lo olvides nunca, te lo ruego.

Simón.

Los dos chicos bajaron hasta el primer piso cuando el sonido del timbre rebotó por las paredes de la casa, pretendían estar de lo más normal posible, haciendo como si dentro de la habitación no había ocurrido la mejor sesión de sexo que habían tenido hasta ahora y, sobre todo, con disfraces; eso sin contar que habían usado unos condones absurdamente caros, por los que le agradecían a Pedro por ser tan extravagante.

—Buenas tardes —saludó la madre del castaño, entrando por la puerta principal —. Ya llegué.

—Hola, ma...

Querida Ámbar |SIMBAR|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora