Capítulo 05:
Corrió y se metió directamente en su habitación. No había nadie en casa, eso lo sabía muy bien. La almohada dejó de estar sobre la cama para pasar a estar sobre su rostro, ahogando los gemidos de angustia y dolor que llevaba por dentro. La suave tela del objeto comenzaba a llenarse de la humedad de sus lágrimas y por hilos de saliva que se encontraban en sus labios.
¿Desde cuándo había cambiado tanto? ¿Desde cuándo ese miedo de salir a la calle había evolucionado para temerle a ver a sus familiares? Siempre se preguntaba la misma cosa, siempre en sus momentos de debilidad que, eran muchos, era la misma pregunta: ¿Qué hice mal?
Lo miraban, lo detallaban con la mirada llevándolo incluso a sentir que los ojos lo taladraban y lo quemaban al mismo tiempo. El miedo que emanaba de él quizás solo podía ser percibido por él mismo, y eso era más que suficiente, suficiente para derribarlo, para llevarlo hasta el punto más alto de este y dejarlo caer con crueldad sin importar lo que él pudiese llegar a sufrir.
Era graciosa la situación, a menos así era como se trataba de convencer, así quería que fuera. Que no le afectara, que los demás vieran que todo se le resbalaba como si estuviese hecho a base de mantequilla. Pero era todo lo contrario, en lugar de mantequilla parecía estar hecho de miel. No por ser dulce ni agradable con lo demás, no, sino porque todo se le pegaba y se le quedaba formando un espacio más en su lista de cosas hirientes.
Se había dejado crecer el cabello, estaba más largo del que cualquiera de sus compañeros de clases, es más, no había visto en su colegio a otro chico con el cabello más largo. No era nada exagerado, ni siquiera llegaba a sus hombros, a duras penas le rozaba el mentón y él era feliz con su corte de cabello, porque cada vez que escuchaba un mal comentario fingía ser sordo y que no escuchaba, se repetía una y otra vez que era su cabello, su cabeza y él mismo.
Eso no era una barrera lo suficientemente fuerte como para evitar que la afilada lengua de la gente pinchara su alma.
—Debe cortarse su cabello —le habló una mujer regordeta con el tono de voz bastante autoritario y una mirada de la misma manera —. Ese no es el corte de uno de los estudiantes de este colegio. Ante todo, la presentación y la estética.
¿Y a esa mujer qué mierda le importaba su presentación o su estética? Se trataba de él, de un Simón adolescente viviendo su propia vida. Su profesora por lo único que debía preocuparse era por ella, no por él. El hecho que fuera su profesora no la hacía dueña de su vida.
—¿Por qué? —preguntó enseriado y apretando lo dientes para que de su boca no se escapara ninguna grosería.
—Porque pareces de los que tienen problemas de personalidad.
Maldita vieja fea.
Tomó las cosas que ella le estaba entregando después de revisar su trabajo, de buena manera, absteniéndose y casi haciéndose daño en la mandíbula por retener las palabras de odio que tenía destinadas solo para aquella mujer.
—¿Estás solo? —inquirió la rubia, mirando sin disimulo y paseándose en círculos por el espacioso salón decorado de acuarelas de paisajes, unos más grandes que otros, con marcos dorados y negros brillantes. Sillones de cuero negros y café que estaban posados sobre una alfombra de color rojo vino, igual del color del mueble que sostenía la pantalla plana.
—Sí, de seguro mamá regresará pronto —se sentó en el sofá más grande, en el mismo donde antes de ir a abrir la puerta estaba sentado.
—Ya veo... —fue lo único que respondió y siguió con la tarea de antes.
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Querida Ámbar |SIMBAR|
Fanfiction|NO ES «AL ESTILO CARTAS»| Simón es el chico nuevo en el colegio, tiene una infancia que lo ha dejado marcado y en sus momentos más débiles recuerda el cómo la pasó en aquellos tiempos. Cerrado consigo mismo y abierto a solo un exclusivo número de p...