Capítulo 29

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Capítulo 29:

—Lo voy a matar —vociferó, encaminándose a un camino desconocido.

—¡No! ¿Qué haces? —lo tomó de la muñeca para impedir que siguiera caminando.

—Que lo voy a matar —intentó zafarse, pero no pudo.

—Simón, por favor. No exageres —se puso por delante de él, impidiéndole el paso.

—¿Exagerar? ¿En verdad crees que estoy exagerando? Ese tipo se merece que le arranquen el cuello y cada una de sus extremidades con un alfiler —contraatacó, rojo por la rabia.

—Pero no serás tú quien lo haga, ¿verdad, mi amor? —le besó los labios con ternura.

—¡Pues claro que lo haré! —gritó, encaminándose otra vez hacia un lugar que no conocía y que estaba después de la puerta de su casa —. ¿Dónde vive, me dijiste?

—No te lo diré —se cruzó de brazos.

—Ámbar —se le acercó ya cansado de la discusión —. Me acabas de decir que te pegó. El muy imbécil se atrevió a faltarte el respeto. ¿Y quieres que no me desquite por eso?

—Lo sé.

—¿Entonces? —se encogió de hombros.

—Es que —alargó las vocales de las palabras —. Digamos que yo se lo falté primero a él.

—Le arrancaste el pene. Dime que eso es —rogó a Dios porque así fuera.

—Él y yo estábamos a punto de... —pausó avergonzada —. Tú ya sabes.

El castaño abrió los ojos muy grandes para inmediatamente después quedarse sin respiración. ¿De verdad habían estado dispuestos a hacerlo? No podía culparlos, llevaban mucho tiempo en relación —él menos que nadie ya que apenas meses de haber empezado su noviazgo con Luna, ya habían dado uno de los pasos más grandes—. Sin embargo, Ámbar había dicho, «a punto de...».

—¿N–No culminaron? —preguntó con temor a que ella le respondiera que sí.

—Gracias a Dios no —contestó con alivio.

—¿Lo hicieron alguna vez? Quiero decir, estuvieron alrededor de un año juntos... —se mordió el labio inferior —. Ustedes pudieron...

—Pudimos —lo frenó, viendo por dónde iba el tema —. Pero no. Algunos esperamos lo suficiente para hacerlo.

—Me quito un peso de encima —suspiró desahogado, mas dos segundos después estaba de nuevo la duda —. ¿Eres...?

—¿Virgen? Por supuesto, mucho más que tú —se cruzó de brazos, enojándose al recordar que escuchó cierta plática que no había terminado de digerir.

—Esto...

—Ni lo menciones —lo asesinó con la mirada —. Debiste haberle echado agua a esa calenturienta. O echártela tú mismo para que se te bajaran los humos.

—Lo siento... —se disculpó apenado —. Pero de haber sabido que íbamos a llegar a esto que tenemos ahora, te juro por mi vida que me hubiese esperado mil años.

—Como digas —le dio la espalda, aún cruzada de brazos.

—¡Es en serio! —la atrajo hacia él, besándole de paso el cuello con un suave roce de labios.

—Ya.

—Pero nos desviamos del tema importante aquí...

—¡Este también es un tema importante! —se reveló sin dejarlo terminar.

Querida Ámbar |SIMBAR|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora