Capítulo 16

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Capítulo 16:

Solo unas cuantas gotas de lluvia se podían escuchar, bastante débiles pero muy heladas, sin embargo, el frío de aquella noche no importaba, parecía ser una noche hermosa, una en la que dos amigos se reconciliaron después de una pelea sin sentido, pero una pelea que los separó por un tiempo.

—Te extrañé de verdad —le susurraba la rubia, con los ojos todavía aguados y sin acabar de creer lo que hace poco acababa de pasar.

El chico la miró sin decir nada por unos segundos, asegurándose también de que aquello era real y que ahora por fin hablaban sin que de por medio hubiera alguien que los interrumpiera o que hubiera una barrera formada por cualquiera de los dos. Le parecía muy tierna, llorando se veía hermosa. Pero la prefería sonriendo como si de eso dependiera el mundo, como si de su sonrisa dependiera su mundo.

—Y yo a ti —como tantas veces, se abrazaron, ella lloraba más y no quería dejarlo ir, ni ahora ni nunca.

—No te vayas —pidió, sujetándose con fuerza, enredando sus dedos en su camisa.

—Sí sabes que tu tía vendrá en cualquier momento para ver qué es lo que estamos haciendo, ¿verdad? —se rio un poco y la separó de él, limpiando después las grandes gotas de cristal que se deslizaban por sus mejillas.

—Le diré que te quedarás, que haremos una pijamada —se veía emocionada.

Oh, Ámbar, qué bonita eres cuando te emocionas.

—Y muy posiblemente diga que no. Y si, por algún caso misterioso del universo dijera que sí, nos amarraría en dos partes diferentes de la casa para que no podamos estar tiempo juntos, créeme, yo haría lo mismo con mi hija —volvió a reír, pero ella no, ella estaba apagada —. ¿Qué te sucede?

—¿Y si es mentira? —cuestionó sin verlo.

—¿El qué? —frunció el ceño, levantándole de paso el rostro a la ojiazul.

—Si estoy soñando y en realidad nunca pasó, nunca te pedía disculpas y... —oh no, su corazón ya estaba empezando a acelerarse —¿Y si mañana cuando despierte tú eres el mismo, ese que se van con su nueva mejor amiga y me ignora? No quiero que te vayas, no quiero que sea mentira.

Entonces la risa regresó a su cuerpo. En serio era tierna y hermosa, no podía seguir viendo aquella escena sin que deseara desmayarse de amor. Se veían patéticos, pensaba él: los dos arrodillados en el piso junto a la cama, ella llorando y orando porque las cosas fueran reales y él, él amándola a cada segundo más. No podía olvidarla, no pudo y no lo haría.

—Hey, bonita —la apretujó contra sí, diciéndole en ese simple gesto más de lo que parecía —, es real, no te preocupes de más. Mañana nos levantaremos, nos prepararemos para ir al colegio y... —sí, eso de tener a otras personas ya le había caído, ya lo entendía —, y supongo que te irás con tu novio en su auto, nos veremos en el salón, nos sonreiremos, iremos a almorzar, tú con él y yo con mis amigos y, al salir por la tarde, yo vendré a mi casa a esperar que se llegue la noche, pero todo sabiendo que somos amigos, ¿no? —Qué horrible amistad había descrito, es más, eso ni siquiera debería catalogarse como una.

«Yo nos hice esto», pensó, sintiéndose impotente, torpe. Entonces si el día de mañana iba a pasar eso, no quería que llegara, que la noche no terminara y que, si su amistad solo iba a durar unas horas más, entonces ¿de qué sirvió todo? ¿De qué sirvió todo si todo iba ser igual?

—Será como antes, ¿no lo crees? —se aferró a sus manos con las suyas.

—Será extraño —admitió.

Querida Ámbar |SIMBAR|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora