Impulsibidad

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Estaba mal actuar impulsivamente.

Era estúpido y nunca llevaba a ningún lado ese tipo de comportamiento sin sentido; era inconciente.

Pero no podía evitar que su saliva se tornara amarga, sus manos se pusieran sudorosas, su estómago en forma de nudo y tuviera unas inmensas ganas de partirle la cara a ese maldito intento de cupido: puede que no aparentara atracción alguna al bicho que no le paraba a su parloteo y sus oscuros ojos brillaban cada que emitía una sola palabra, Aeras le sonreía ligeramente y ese era el motivo de su enojo.

El arquero no solía ser amable con nadie de hecho la mayoría de sus compañeros lo rehuían porque consideraban que hablaba demasiado tosco para poder entablar una conversación decente, era demasiado orgulloso y altanero como para ser amable pero por algún motivo del destino al heleno le agradaba la compañía del escorpión.

—Zaphiri, Izo te está buscando parece que no cree la excusa tan débil que le dí al encubrirte.

—Carajo... Gracias enano, nos vemos Aeras.— se giró en dirección a la cafetería de los profesores para buscar a la cabra.

Mientras que el cubo y el arquero chocaban miradas cargadas de rivalidad al mismo tiempo que el ambiente a su al rededor se llenaba de una densa tensión.

—Sadalmeik.

—Lambda.— Aeras lo miró de arriba a abajo con curiosidad.

—¿Hay algún problema?

—Creí que no eras una persona que le guste estar entre los de su propia especie.

—Bueno Sadalmeik, algunos de nosotros somos una falla del sistema al tener un pensamiento distinto y una mentalidad abierta a las posibilidades.— Krest apretó los dientes con molestia.

—Preferiría que no involucres a mi compañero de tesis en tus ideas anarquistas por los siguientes días que estemos colaborando.

—Eso no te concierne a tí.— Aeras sonrió de lado.

—Puede que no pero es preferible para terminar cuanto antes nuestra tesis además de que lo apreciaría con toda el alma si lo hicieras.— le dio una sonrisa llena de perspicacia y se giró en sus talones para caminar a la biblioteca.

Ya pensando con la cabeza fría, había hecho mal en decirle aquellas cosas al azabache: sabía que Zaphiri no solía hablar con sus compañeros de clase y no llegaría a ninguna posición al espantarle a los que toleraba.

De cualquier modo ¿Quién era él para decidir con quien podía hablar y con quien no? ¿Qué derecho tenía de entrometerse en las desiciones sociales? ¿Qué poder tenía para si quiera pensar en hacerlo? Con trabajos llegaba a ser su compañero de clase y su colaborador en el último proyecto de su carrera.

Pero... ¿en qué demonios estaba pensando? ¿acaso no era el chico que se la pasaba burlándose de su estatura? ¿quién le hechaba en cara las veces que se equivocaba? Era su peor pesadilla resumida en una sola persona.

Una persona que le había destrozado la tranquilidad desde la primera vez que lo vio, quien estaba jugando con su cordura como si de una bola de estambre se tratara.

A su mente, volvió el fragmento subrayado con pluma verde en la vieja copia que le había regalado aquél bicho del demonio.

"Le confesó que no tenía un instante sin pensar en ella, que cuanto comía y bebía tenía sabor a ella, que la vida era ella a toda hora y en todas partes, como solo Dios tenía derecho y poder de serlo, y que el gozo supremo de su corazón sería morirse con ella"*

¿Qué querías decir con eso? ¿era una especie de paradoja? ¿algún acertijo? Su cabeza estaba a dando vueltas desde que había terminado el libro hace unos cuantos días mas nunca le mencionó a Zaphiri que lo había hecho: quería deducirlo por su propia cuenta para decidir si reclamarle o no decirle nada al respecto.

Al entrar en la biblioteca, se encontró con la típica escena que tomaba lugar a las 6 de la tarde: un exaltado bicho jugando con los pequeños folletos que ponían encima de las mesas de estudio.

Sonrió para sus adentros y se encaminó a su hora de tortura.

*^*^*^*^*^*^*^*

—¡Camus!— el rubio le saludó desde el pequeño pabellón continuó al árbol donde estaba sentado, agitando la mano con la euforia de un niño cuando come azúcar en exceso.

—Hola Milo.— el mencionado se le acercó con una sonrisa llena de curiosidad. —¿Qué estás haciendo aquí?

—Bueno, salí temprano de clases y me dijiste que te aburrías en los descansos de clase así que decidí venir a joderte un rato.— el rubio le sonrió arrebatandole el aliento en consecuencia. —¿Por qué estás solo aquí? ¿No tienes amigos?

Okey, aveces la forma de hablar tan directa de Milo era cruel pero no podía evitar que le gustara esa crudeza con la que expresaba sus pensamientos.

—Je, no es eso.— se rascó la cabeza con pena mientras volvía la vista al libro que estaba leyendo. —El único que tengo está enfermo y no ha venido desde hace una semana.

—Oh, ya veo.— giró la cabeza para mirar a su al rededor, de verdad esa institución era grande —¿Qué hay de tus demás compañeros? ¿no te llevas bien con ellos?

Camus le sonrió y cerró su libro.

—El problema es que...

—¡Vaya! El gran Camus Antares cambiando su expresión facial, este debería ser el fin del mundo.— un chico de cabellos rojos se acercó a ellos con una sonrisa burlona.

—Vete al demonio, Surt.

—Solo trataba de ser amable después de todo, ser el marginal del grupo debe ser duro.

La mirada de Camus se ensombreció.

—Disculpa, estamos teniendo una conversación y apreciaría mucho si nos dejaras continuar.— la voz de Milo sonaba dura pero amable y le arrancó una mirada sorprendida al pelirrojo que estaban sentado a su lado.

—Je, ¿y quién es este? ¿estás trabajando de niñera ahora?— Surt le lanzó una mirada burlona.

—De verdad, apreciaría que nos dejaras en paz además a pesar de ser un año más pequeño que ustedes puedo romperte los dientes de un solo puñetazo.— le sonrió con sadismo algo que le recordó a los otros dos alacranes que tenía en casa —Pero por respeto a mi querido Camus no lo haré, así que prefiero que nos dejes tranquilos antes que alguno de los dos caiga en las garras de la violencia.

Le dio la sonrisa más brillante que pudo y tomó de la mano a Camus a quien se le tiñieron las mejillas de carmín.

—Agh, que molesto— se detuvieron en la cafetería de la institución para comprar algo de comer —Perdóname por esa escena pero...

Sus palabras murieron en su boca cuando unos delgados brazos lo envolvieron por encima de la cabeza.

—Gracias.

El moreno sonrió y lo rodeo con sus propios brazos por la cintura.

Y aspiró el delicioso aroma a vainilla que desprendía aquél pelirrojo.

*^*^*^*^*^*^*

HOLAAAA! 😋
¿Cómo están?
Espero que bien. :D

Bueno, aquí una nueva actualización de esta loca historia de relaciones problematicas y celos sin sentido jajajaja. Gracias por leer de todo corazón y por todas sus palabras que me llenan de alegría el corazón ❤😝

*Por cierto, la cita de negritas es del libro: Del amor y otros demonios de Gabriel Garcia Marques un precioso libro la verdad.

Muchas gracias de verdad 😄

Nos leemos luego, los quiero.

Bye 😘

Tratando de ser "cool" (multipareja)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora