Desconcierto

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Asmita estaba desconcertado.

Todo el departamento era un desastre: ropa tirada en el sillón, una torre de platos y vasos sucios en el lavabo, zapatos en el recibidor, una llama de la estufa estaba encendida y, extrañamente, un gato parecía haber entrado por la ventana y estaba acurrucado en el centro de mesa.

Con rápidez, entró a aventar la maleta que traía en la mano y a cambiarse por su ropa para hacer el aseo, y durante las próximas 4 horas se dedicó a organizar toda su vivienda.

No si cuando llegaran sus compañeros les iba a cantar pero si bien bonito, mira que dejar una llama encendida.

Pasaron varios minutos después de que pusiera la lavadora a trabajar, cuando el cerrojo de la puerta se abrió; caminó como alma que lleva al diablo hasta el marco de la puerta donde Degel venía entrando.

—¡¿PUEDES EXPLICARME QUE ES TODO ESTE...— sus palabras terminaron en su boca al ver la expresión con la que entró su compañero. —Degel... ¿estás bien?

La cara del peliverde era digna de compararse con la de un zombie: las ojeras de sus ojos estaban moradas, su cabello estaba todo enmarañado y tenía unos cuantos rasguños en la cara, pareció sorprendido por la prescencia del rubio que hasta se sobresaltó.

—¡Asmita! Pensé que volvías hasta la siguiente semana.

—Pues Shijima estuvo todo fastidioso que hasta mi padre le pagó el boleto adelantado de regreso y yo no pensaba enfrentarme solo a él y por eso... aquí estoy, además que me preocupé cuando no respondían mis llamadas.

Degel soltó un suspiro, habían dejado en segundo plano a Asmita con todo el tema de Albafica y su desaparición, y al mismo tiempo que terminó de hablar el rubio, revisó el teléfono para darse cuenta que tenía al rededor de 112 llamadas perdidas y 30 mensajes de texto.

—Perdona por eso, solo que... pasó algo muy grave cuando te fuiste.— el rubio se asustó y el galo, anticipando sus pensamientos, trató de tranquilizarlo —Tranquilo, te contaré en un momento solo déjame darme un baño... y por cierto, gracias por limpiar todo este desorden.

El peliverde se giró a su habitación y cerró la puerta tras él, Asmita solo suspiró y se quedó en blanco con la mirada perdida en la pared.

¿Qué pudo ser tan grave para tener a Degel tan taciturno? Además de que en el tiempo que llevaba viviendo ahí nunca había visto un desorden como ese.

Resopló con fuerza y se adentró en la cocina, rebuscó en el refrigerador para preparar algo de comer para él y Degel que parecía haberse quedado dormido en la ducha.

A los pocos minutos de haber puesto la mesa, el peliverde se sentó a su lado y miró la comida como si fuera la primera vez que veía algo tan rico como era un simple estofado de res.

Y al terminar, le contó todo... sin dejar ni un detalle fuera cabe mencionar que el rubio casi se infarta al saber sobre la complicada situación en la que se involucraron y unas cuantas lágrimas salieron de sus ojos cuando Degel le dijo como habían encontrado a Fica, cuando ambos terminaron su momento de nostalgia, se quedaron en silencio por unos cuantos minutos.

—Increíble.

—¿Qué?

—Me voy una semana y secuestran a Fica ¿Qué tiene que hacer uno aquí para no perderse las cosas importantes?

Degel no pudo contenerse y dejó salir una carcajada.


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La sonrisa traviesa de Aspros se ensanchó cuando vio la reacción de su gemelo a la pequeña broma que le había hecho.

—¡Con un carajo! ¡ASPROS! Ya verás hijo de...

Un fuerte sonido interrumpió las maldiciones del gemelo que venía saliendo a toda velocidad de la cocina con la cara pintada de negro y ahora se encontraba en el suelo con aceite en la planta de los pies.

—¿Pasa algo?

Deuteros no dijo nada, no estaba de humor para discutir con su hermano, así que sin percatarse de las lágrimas que salieron espontáneamente de sus ojos, subió corriendo a su habitación y cerró de un portazo.

No tenía cabeza para pensar en el dolor que le causó la caída que sufrió por su hermano ya se preocuparía después en regresarsela.

Ahora mismo todos sus pensamientos estaban reducidos a una sola persona: un amargado rubio de ojos azules que le gustaba molestar a las personas con su actitud fría.

¿Y todo por qué?  Pues el hindú no había hablado con él desde hace una semana y nunca contestó una sola de sus llamadas ni mensajes ¿había hecho algo que le molestara? ¿acaso había sido demasiado pronto para proponerle una relación?

—Mierda...

Se aventó a su cama y buscó refugio en sus sábanas: con seguridad, la última vez que lo había visto le confesó que comenzaba a sentir un fuerte cariño por él y quería que estuviera al tanto de la revolución que le provocaba estar a su lado, además de que el rubio nunca rechazaba sus acciones por lo que pensó que podría tomar partido de la situación y confesarse.

Pero no salió como esperaba... Asmita cambió de tema rápidamente y segundos después, se fue del restaurante excusandose que su hermano lo había llamado y tenía que hecharle una mano en el negocio.

Y sin darle una sola respuesta el rubio se fue. Como si se lo hubiera tragado la tierra, no le habló, no lo buscó, ni siquiera le mandó el típico mensaje de agradecimiento que siempre recibía después de salir con él, todo era tan confuso y se sentía como un idiota.

La puerta de su habitación se abrió con un rechiñido y su gemelo se asomó por ella.

—Oye, no es divertido molestarte cuando te pones así... ¿pasa algo?

—Vete al diablo, Aspros.

El mencionado ni siquiera trató de evitar el almohadazo que recibió a cambio de su cuestionamiento, y hasta ahí llegó su límite: si por algo lo conocían era por su escasa paciencia con las personas y su gemelo no era la excepción así que, se acercó rápidamente a la cama y se tiró encima del moreno que estaba acostado en su cama hecho bolita.

—Ouch... ¡Aspros muévete!

—No hasta que me digas que pasa.

—Déjame en paz, idiota.

Aspros no respondió y solemente hizo más presión en su cuerpo.

—Es por ese rubio tan guapo ¿verdad?

Deuteros no dijo nada.

—¿Te le declaraste, no?

Silencio.

—Escucha, tal vez debes darle un poco de espacio porque a lo que se siente la situación, supongo que te le declaraste de golpe y sin pelos en la lengua como tu brutalidad solo te permite.

—Cállate, ya.

Aspros solamente rió y se levantó de la cama.

—Bueno, prepararé la cena así que no tardes en bajar si hueles a quemado.

Bajó las escaleras con algo de coraje, a pesar de que se la vivia molestando a su gemelo no podía evitar llenarse de coraje cada que alguien le hacía algún desplante.

Ya después tendría una severa platica con ese rubio.



Tratando de ser "cool" (multipareja)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora