Interés

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Parecía una cueva de lobo.

Las cortinas cerradas, luces apagadas y la única fuente luminosa era una pequeña lucecilla que indicaba que su bocina estaba prendida aunque la música estaba bastante baja. No quería ver a nadie, ni hablar con nadie, se limitaba a solamente ir como zombie de aquí para allá desde hace cuatro días, algo que tenía hasta la coronilla a su familia.

Sage estaba considerando sacarlo a patadas de la habitación y hacerlo que por lo menos saliera a tomar algo de aire y Deathmask solo quería que su hermano lo molestara de nuevo y le jugara bromas como siempre pero no podían culparlo de sentirse así, si sabían lo que era ser rechazado en carne propia pero a diferencia suya el chico de cabello celeste había tratado constantemente de llamar su atención, había vuelto a la misma hora desde el último día que su retoño le había cerrado la puerta en la cara, incluso una vez se quedó dormido en la puerta cosa que le conmovió inmensamente el corazón.

La constante interrupción de su lista de reproducción y la vibración que producía al recibir una llamada lo fastidiaron y terminó por levantarse de un salto con la clara irritación en su rostro a contestar.

—¿Qué carajo quieres ahora, DM?

—Necesito que vengas por mí, estoy perdido y no sé como regresar a casa.— ya no le extrañaba de su hermano, era demasiado astuto pero a veces el muy idiota podía ser tan despistado como una tortuga si iba con la compañía correcta.

—¿Dónde estás?—recogió su chaqueta y apagó su bocina en su camino a la puerta, memorizó las ubicaciones que su hermano le dio, no eran las más acertadas pero poco a poco logró entender que se ubicaba en el parque del centro.

Solo esperaba que no fuera alguna estúpida excusa para que financiara alguna porquería de las que solía comprar o peor, una de sus malditas bromas.

Al llegar a su destino, giró la cabeza por todas partes para poder localizarlo pero no podía ver por ningún lado la mata de cabello gris característico de su hermano; sintió unos pasos detrás de él, alguien venía persiguiéndolo desde hace 3 cuadras atrás así que se quedó completamente quieto esperando algún movimiento por su acosador... pero cuando se dio cuenta ya era muy tarde pues alguien lo había derribado al suelo y le dobló el brazo en una forma que terminaría por romperle el brazo si aplicaba la presión correcta y solo había una persona que conocía a la perfección ese movimiento: Kardia.

—¡¿Qué demonios estás haciendo bicho?! ¡SUÉLTAME YA!— forcejeó con los ojos cerrados tratando de liberarse pero había algo que llamó su atención por completo, algo diferente: las manos de Kardia eran mucho menos cuidadosas tanto que una vez casi le dislocó el brazo y el peso sobre él era mucho más ligero.

—Deja de moverte o vas a lastimarte y no quiero hacerte más daño del que ya te hice.— aquella voz lo hizo dejar de arremolinarse y abrir los ojos totalmente impresionado.

—¿A...Albafica?— poco a poco logró mover los ojos para ver al de melena celeste verlo con esos penetrantes y hermosos zafiros que tenía por ojos llenos de preocupación y algo de tristeza que le hizo sentir una punzada de dolor en el pecho.

—No me dejaste opción por la buena, así que solo me quedó la mala.—hizo una pequeña mueca que le costó descifrar pero no dijo nada y se quedó así hasta que el pececito volvió a hablar. —Voy a disculparme las veces que sean necesarias para que me concedas tu perdón... Manigoldo eres increíble, con solo un día de convivir contigo lograste lo que nadie en mucho tiempo, conseguiste que me interesara en tí y créeme cuando te digo que no dejo ir las cosas que me gustan a la primera... yo peleo por lo que quiero, así que no me importa si tengo que robarle un amuleto a un  muerto o viajar hasta el centro de la tierra para que puedas perdonarme por la humillación que te hice pasar.

Manigoldo solo lo veía con los ojos aguados y trató de hablar pero no supo con exactitud que decir.

—Fica...

—S...Sí, dime Mani.—parece que el plan estaba funcionando.

—¿Puedes soltarme? Estás a punto de romperme el brazo.— los colores se le subieron al rostro pero liberó a su presa y se levantó para ofrecerle la mano; ya estando de pie, Manigoldo no sabía que más decir, estaba completamente conmovido por el esfuerzo de Fica.

—Dime algo... ¿Tú...Tú planeaste todo esto?— Albafica jugueteó con sus dedos y bajó la mirada al suelo.

—Eh... Sí, admito que... no lo hice solo, verás: mi hermano me estuvo sermoneando cerca de 2 horas y media sobre la barbaridad que te hice algo que aún no sé como sobreviví, luego tuve que casi obligar a Kardia a que me enseñara a inmovilizarte cosa que también me costó mucho aprender porque casi le rompo el brazo a Degel y me costó aún más que tu hermano accediera a ayudarme; en serio, si que te son leales.    

Manigoldo lo tomó de las manos y lo obligó a que lo mirara directo a los ojos.

—Nadie se había tomado tantas molestias por mi, Fica— las piernas casi le fallaron por la sonrisa tan brillante que el cangrejo le estaba regalando. —Muchas gracias, Albafica. Es todo un placer que te intereses en alguien tan testarudo como yo.

Sin pensar en nada, envolvió al peliceleste en un fuerte abrazo algo que tomó por sorpresa al otro quien solo sonrió y se permitió perderse en esos fuertes brazos y el ligero aroma a madera que desprendía.

—Kardia te enseñó bien.— se sobó un poco el hombro con una sonrisa traviesa.

—¿Te lastimé mucho? ¡Lo siento! No pretendía ser tan rudo contigo.— Albafica se llevó las manos a las mejillas con preocupación, algo que conmovió al de cáncer quien se acercó a quitarle las manos de la cara para después depositarle un beso en la mejilla.


Mientras que entre los arbustos, Kardia y Degel trataban de callar los gritos de loca fangirl de Afrodita poniendo en riesgo toda la misión.


*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*


Maldito crustáceo del demonio.

Lo iba a freír con mantequilla hirviendo para servirselo después a su preciosa rosa como cena.

Minos caminaba a paso veloz murmurando maldiciones que sin duda le encenderían las mejillas hasta al mismísimo diablo, al llegar a su apartamento ignoró completamente al par de idiotas que se la vivían peleando por el más mínimo detalle y no quería salir con otro ojo morado como la semana pasada.

Tecleó con fuerza los botones del teléfono: uno, dos, tres.

—¿Hola?

—Necesitamos hacer algo, ¡ya!

—¿Qué viste?

—Están acercándose cada vez más.

—Comenzaremos mañana.

Sonrió con satisfacción.

Al fin probarían un poco de su propia medicina.

Tratando de ser "cool" (multipareja)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora