Capítulo 27.

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-¡Está decidido! Me ayudarás a conquistarlo-. Exclamó Katia sonriendo a su amiga rubia quien se encontraba sin pronunciar alguna sílaba, pero con una sonrisa cerrada.

Aquélla no significaba que sí, sino un signo de indiferencia. Algo había en todo esto que no le permitía dar un 'sí' por respuesta. Se limitó a mirar hacia otro lado. En cambio, Katia notó una cierta negación por lo que se acercó a su amiga y se sentó a un lado suyo poniendo su mano en la espalda de la rubia.

-¿Sucede algo?-. Preguntó. Candy negó con la cabeza de un lado a otro. Estaba rara su amiga.

Dejó pasar el gesto de su amiga y sólo frotó amistosamente su espalda. Candy sonrió e indicó que debía irse ya a clases. Pronto se avecinaban los exámenes, y todas deben de tener buenas calificaciones antes de los siguientes. La rubia salió y, antes de entrar al salón, fue a los jardines a ver a su amigo quien seguramente ya había entrado al trabajo. Corrió por los pasillos siendo aún cuidadosa en no caerse de las escaleras ni mucho menos en el corredor.

Una vez llegando a últimos suspiros a la jardinera, amplió su sonrisa alegre al ver a Harry desde lejos. Él al parecer le tocó regar a las flores, entre éstas estaban las bellísimas rosas. Involuntariamente se detuvo a observarlo. Éste se hallaba arrodillado con guantes marrones sujetando a una rosa carmesí en una mano y en la otra sostenía una regadera pequeña de plástico. Acercó la flor delicada, pero a la vez armada de su escudo de espinas, hacia su rostro y llenó su mente con aquella dulce fragancia fresca. Aquella imagen le recordó demasiado a su príncipe de las rosas. El cuidado que él les daba a las Dulce Candy cada día, asicomo repetía varias veces lo hermosas que se veían siempre. 

Por unos segundos, en la mente de Candy asemejó los ojos brillosos del Miller con los de su amor del pasado cuando hablaba apasionadamente sobre ellas o con solamente mencionarlas. Eran bastante similares, no cabía alguna duda en ello. Desde que conoció a Harry, su cabeza no ha dejado de asociar a él con Anthony, parecía que son la misma persona a sus ojos pero hasta ella sabía que era imposible esa opción, por lo cual siempre quería deshacerse de ese pensamiento pero su subconsciente no era capaz de hacerlo ni ahora. Quizás, todavía en el fondo reside el dulce recuerdo de su amado, y eso hace que Candy no pueda olvidarlo tan fácil. ¿Cómo hacerlo? Llegó a amar tanto a esa persona que ésta dejó un hueco que, a pesar del pasar de los años, sigue presente en sus memorias y en el corazón. 

-¡Candy!

La voz de Harry sacó de su parálisis a la rubia. Sacudió su cabeza en busca de olvidar sus pensamientos y dirigirse a él. Harry dejó en el suelo la pequeña regadera y se levantó para acercarse a ella. Ellos, a la vez, acortaron la distancia entre los dos y se posicionaron enfrente del otro. Candy levantó ligeramente su rostro para encontrarse directamente con los ojos del Miller. En cambio, él agachó su cabeza para quedar perfectamente cara a cara. Intuitivamente, el par de miradas se cruzaron. Un gran ambiente se había formado junto con un silencio, para nada desagradable o incómodo, sino agradable. Se había creado un espacio en el que sólo están ellos  y nadie más. Harry no dejaba de mirar a su amiga, se sentía atraído a ella como un imán al metal. Por el otro lado, Candy estaba atrapada en la azulada y resplandeciente mirada del chico; sus cabellos de oro puro, su piel clara mezclada con un poco de palidez y esos diamantes azules la hipnotizaban. No había otra cosa en su mente que el rostro de Harry.

-Me alegro de verte, te extrañé mucho-. Dijo Harry posicionando un brazo atrás de su nuca, a la vez de que se notaba que se asomaba un rastro de rubor en sus pómulos al decir lo último.

-Yo... también me alegro de verte Harry. Quise pasar a visitarte antes de que empezaran las clases-. Respondió dulcemente, pero ligeramente sonrojada. Ni ella misma sabía el por qué esas palabras le hicieron reaccionar así.

|| Renacer || Candy & AnthonyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora