Capítulo 29.

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Ya habían pasado dos días desde que tuvieron ese encuentro Candy y Harry. Fue una tarde hermosa para ambos. Ahora, este nuevo día, se encuentra como protagonista Terry Grandchester quien se veía ligeramente cansado por todas las presentaciones que había realizado estas últimas noches. Bebió agua del vaso de cristal y lo dejó en su respectivo lugar. Tenía en manos Rimas de Gustavo A. Bécquer, un poeta y escritor español de la corriente romántica en España del siglo XVIII. Mientras que daba continuación a su lectura, cada vez más se sorprendía por la manera en la que el autor recitaba sus poemas.

Nuestra pasión fue un trágico sainete
en cuya absurda fábula
lo cómico y lo grave confundidos
risas y llanto arrancan.

Pero fue lo peor de aquella historia
que, al fin de la jornada,
a ella le tocaron lágrimas y risas,
¡y a mí sólo las lágrimas!

Aquel poema resultaba identificarse con él bastante bien. Lograba conectar con su corazón y entenderlo desde lo más profundo. Cada palabra llegaba como una flecha hacia su mente la cual ordenaba perfectamente el verso y descifraba cuidadosamente el mensaje oculto detrás de cada figura retórica. Cerró aquel libro y lo dejó en la mesa de noche que estaba a un lado de su cama. Leer poesía le resultaba favorable para las agitadas noches donde debía de prestar su voz al escenario y darle vida al personaje principal de la obra.

La vida española cada vez le sorprendía más, en especial, los autores españoles romanticistas de la época. Le encantaban como a muchas otras personas el máximo autor renacentista como Miguel de Cervantes, con su magnífica obra Don Quijote de la Mancha. Cada vez más, España le ofrecía nuevos paisajes a su imaginación, sin olvidar también de las endémicas vistas a la arquitectura barroca y gótica de las catedrales; aunque él no fuera tan creyente de esta religión, le gustaba mucho visitar lugares de interés común entre los extranjeros.

Dejó llevar un suspiro pesado al aire mientras que se levantaba de su cómodo sillón. Se acomodó el traje y salió del departamento en busca de algún entretenimiento. Más o menos tenía conocimiento sobre a dónde ir o qué hacer. Salió del departamento y sostuvo el camino hacia un casino abierto desde las tres de la tarde hasta la media noche. Éste estaba cerca de su posición por lo que fijó su ruta allí.

En su camino, observó la diversidad de objetos que le ofrecía el exterior. Tiendas variadas de comida fresca como la panadería o una cafetería elegante. Se hospedaba en una zona de millonarios así que no era de sorprenderse la calidad del servicio, productos y precios de la tiendas. Un barrio de ricos en la hermosa Madrid.

Dentro de un cuarto de hora, llegó a aquél casino. Enseñó su identificación al igual que el pasaporte para que le abrieron el paso hacia adentro. Ya había estado unas cuantas veces por aquí ya que le gustaba jugar a las cartas. Su favorito el Black Jack por su sencillez al jugar. Se sentó justamente en la mesa donde le gustaba apostar; incluso el repartidor de cartas y moderador del juego ya lo conocía -a parte de ser anunciado en los carteles promocionales de su trabajo-.

El moderador sonrió al volver a ver a su cliente ganador regresar después de varios días. Le ofreció un asiento a un lado de un señor de mediana edad. No se veía que los años le afectasen demasiado y al otro lado suyo una mujer madura de vestido gris plateado de noche ligeramente formal.

-Es un gusto volver a verlo, Sr. Grandchester-. Dijo el repartidor entregando dos de cartas a cada uno. Una al descubierto y otra escondida-. ¿Cuántas fichas apostarás esta vez?

Terry agradeció con la cabeza mientras que encendía su cigarrillo con el cerillo de la mujer de a lado quien a su vez estaba fumando uno. Saludó de mirada al señor y a sus oponentes. Destapó las dos cartas mirando hacia los lados mientras que le daba una calada al cigarro.

|| Renacer || Candy & AnthonyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora