Capítulo 31.

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No hay sensación alguna para describir qué sentía Archie en el instante cuando vio personalmente a Terry, teniendo unas gafas de sol, afuera de la posada. Los ojos parecían que estaban por salirse de su rostro al igual que las uñas las tenía aferradas firmemente a la ventana; todavía no podía creérselo por lo que apresuradamente bajó las escaleras para recibir en puertas a Terry queriendo que Harry evitara, o viceversa, encontrarse con él. Quería evitar problemas en el futuro pues sabía la química que hay entre los dos rubios.

Abrió las puertas de la posada dirigiéndose con una gran sonrisa hacia el Grandchester dándole un abrazo corto y saludándolo con la mano cortésmente. El otro hizo lo mismo. El rostro de Terry emitía cierta inquietud porque envolvía sus manos entre ellas como si se estuviese lavando éstas.

-¡Ey! ¡Amigo! ¿Cómo estás?

-Muy bien, gracias Archie. Espero que también lo estés.- Sonrió el Grandchester abrazando por el cuello a su amigo.- Vine aquí porque necesito contarte un secreto, o más bien una sueño 'realista' que tuve.

Archie no tenía la menor idea de lo que estaba sucediendo por lo que sólo inclinó la cabeza hacia adelante en señal a favor. Tuvo que irse de la posada puesto que Terry lo arrastró junto con él hacia la calle en busca de un lugar más cómodo. Archie miraba extrañado al otro por aquella repentina cercanía, no obstante mejor calló. Se detuvieron una vez acercándose a la esquina donde las carretas y los autos de la alta sociedad circulaban velozmente sin detenerse; sin duda alguna, todos los cruces peatonales estaban hechos un caos por la nueva tecnología automovilística. Terry sacó de su bolso, una bola de papel arrugado el cual fue desenvolviéndolo para entregarlo en manos de Archie quien no tardó en despertar su curiosidad por aquél.

-Ahí tienes, lo tuve que anotar en un papel antes de dormir. No quería que se me olvidara por lo que opté por anotarlo.

Archie comenzó a leer, saltando sus ojos ligeramente al pasar su mirada por las palabras en cursivas de Terry.

"Ayer saliendo de una reunión, mientras el taxi recorría el camino a mi casa, a lo lejos cruzando a la otra esquina de la calle logré divisar como un espejismo o imagen borrosa a la chica de rizos dorados y sus iris reflejando los maravillosos tonos del océano. Sin duda alguna, mi mente y ojos quieren darme a saber que aquella doncella es mi tarzán pecosa. No por nada mi corazón me dice que es ella y está aquí, esperando a nuestro encuentro por azares del destino. No obstante, la borrachera de ayer me impide aclarar las cosas y a veces pienso que todo eso fue producto de mi imaginación."


Todo apuntaba a que en algún punto de estos días, Terry había divisado a la chica. Archie perfectamente sabía que no imaginaba y mucho menos un espejismo, y era la verdad, Candy está en España. En ese instante, el castaño tuvo un enfrentamiento en su cabeza: una parte, como amigo de Terry, deseaba decirle la verdad al joven sin embargo la otra parte, como amigo de Harry, se lo impedía ya que había visto una conexión especial entre los dos rubios lo cual hizo que no interfiriera. Esto era bastante presión para el Cornwell después de todo no sabía a qué cara de la moneda apostarle. Una decisión errónea bastaba para cambiar el curso del presente, y estaba claro que él no sería quien lo hiciera. Además, esto no le correspondía a él, esto es un conflicto entre tres personas.

Se limitó a suspirar y a cerrar nuevamente el papel en bola para entregárselo a su dueño. Se rascó la nuca ligeramente y volteó a ver a la cara decidido al Grandchester. Ya estaba puesta su decisión. Los coches y carretas repentinamente dejaron de aparecerse en la calle, por lo que mucha gente se apresuraba a caminar hacia el otro lado de la calle antes de que volvieran a aparecerse los feroces ambulantes a caballo y máquinas. Los dos cruzaron de la misma forma que toda la gente hasta llegar al lado opuesto a donde estaban. 

-¿Y qué piensas sobre esto? ¿Crees que estoy imaginando? O acaso.. ¿sabes algo al respecto?.- Preguntó Terry ligeramente desesperado en su voz por quitar la máscara a este asunto.

-No lo sé, la verdad. Podrías haber puesto su imagen en alguna chica igual a ella. Suele pasar a menudo.

-¿Alguna vez has confundido a la señorita Britter con alguna chica de aquí?

La pregunta le había causado confusión al chico. Movió de un lado a otro su cabeza.

-Desde luego que no, mi Annie no se compara a ninguna otra muchacha. En ningún lado existe alguien como ella. Es única mi novia.

-Ya veo, pues eso mismo me pasa a mí con Candy. Puede que haya conocido a muchas chicas en mi vida, pero ninguna se parece a Candy. Mi corazón lo dice, nadie puede igualar a la chica que me robó el corazón rebelde que tengo.- Comentó a la respuesta del Cornwell.

Quizás no había nada que objetar a esa respuesta. Rápidamente vio a sus lados para encontrar algo que pudiera usar como medio de escape, quería darle vuelta a la conversación y es así como al caminar, llegó hacia él un pequeño bar donde ahora tocó su turno de arrastrarlo hacia el interior de aquel establecimiento. Pidió dos sangrías medianas, una bebida típica de España que contiene vino tinto, fruta en trozos pequeños, miel y un poco de un licor.

-Espero que no sea fuerte para ti, viejo amigo. Cuento contigo para este momento.

...

Esa misma tarde, Katia había decidido salir hacia la ciudad puesto que no tenía clases vespertinas. Tenía pensado ir hacia alguna tienda cercana para comprar un regalo para el chico que le gusta, y justamente pensado dárselo luego de volver con el en brazos. Salió temprano sin compañía alguna. Corrió hacia la salida y mirando hacia los lados para buscar una bonita tienda y ahí comprarlo. En su monedero traía una buen de pesetas que había logrado juntar entre los envíos de dinero por parte de sus padres.

No tuvo que caminar tanto pues en su travesía había encontrado una buena tienda que había logrado captar su atención. Tenía en cuenta que debía de ser un regalo útil y que siempre llevaría con él, o al menos que lo llegara a usar de vez en cuando. Un reloj era demasiado caro, además éstos sólo se encontraban en los barrios de buena sociedad. Aquellos quedaban lejos de la zona. Sin embargo, en esa tienda vendía justamente lo que estaba buscando. Entró y a su vista posaban camisas de distintos diseños los cuales se veían bien como candidatos a regalo.

Un empleado se acercó a ella preguntando lo que buscaba a lo cual ella respondió una camisa que fuera cómoda y que se pudiera usar varias veces sin desgastarse. El vendedor la acercó hacia una sección que resguardaba ropa indicada para el trabajo, no era formal pero se veía cómodo y a parte ideal para trabajar bajo el sol o en tiempos de calor. Sonrió hacia él obteniendo como respuesta una sonrisa de vuelta. Escogió una playera azul claro llevándola consigo como la indicada entre otras. Ambos fueron al mostrador pidiendo como pago 25 pesetas; sacó de su monedero una peseta de oro y otra de plata.

-Gracias por su compra, vuelva pronto.

Saltando felizmente se dirigió a la Academia, lista para envolver ahí el regalo. Le había sobrado un poco más de lo esperado por lo que aprovechó en el camino para comprar un bonito moño para decorarlo. En todo ese momento, sus mejillas parecen haberse encendido de color carmesí por lo sonrojada que se sentía. Harry, el chico que la había hecho suspirar la primera vez que lo conoció la dejaba totalmente embobada por él. Incluso su felicidad se mostraba a metros de distancia. Le gustaba demasiado el apuesto chico rubio.

Llegando a su dormitorio, buscó rápidamente debajo de su cama la caja que había estado guardando para el regalo, el cual cabía a la perfección. Encima de la caja había puesto alrededor el moño junto con un listón que tenía desde hace mucho. Una vez teniendo guardado el regalo, escribió en un pequeño papel su nombre y el destinatario, junto con las palabras "Para ti, Harry. Espero que te guste. Me gustas mucho."; y para finalizar, de su cajón sacó un pequeño perfume olor a rosas el cual roció en la nota. Se creía que aquello daba resultado cuando una chica le intentaba regalar una carta a la persona que le gustaba.

Espero pacientemente en el cuarto hasta que sonará el reloj que indicaba que las clases habían acabado al igual que el turno de varios trabajadores. Desde su ventana, observó como los jardineros comenzaban a levantar sus cosas en conjunto, y entre ellos estaba el Miller secándose el sudor del arduo trabajo. Salió del dormitorio apresurada sin haberse dado cuenta que sus compañeras de dormitorio habían llegado quedando con una cara curiosa sobre a dónde se dirigía Katia.

Cuando llegó al jardín, fue un momento perfecto ya que el Miller seguía aún riendo con algunos compañeros de trabajo. Su sonrisa le brillaba tanto que Katia se apenó retrocediendo unos pasos escondiéndose entre los arbustos observándolo desde lejos.

-Ey, buen trabajo Harry. Has progresado tanto que incluso el jefe del departamento te alaba, sabes demasiado de esto.- Comentó uno a su lado.

-Es cierto, eres nuevo y trabajas mejor que nosotros. Deberías de enseñarnos.- Añadió otro.

-Gracias a los dos, incluso yo sigo aprendiendo mucho. Me han tratado bien, y eso se los agradezco.

Enseguida, sin notarlo, Candy pasó por el camino de la Academia dirigiéndose a Harry quien no dejaba su sonrisa.  Le entregó una carta en manos al rubio para luego despedirse con la mano yéndose corriendo al interior de la escuela. El chico se quedó perplejo, y no era el único, también Katia al notar la reacción que había presentado cuando su amiga se encontraba cerca de él.

-Ehh... no nos dijiste que tenías una novia estudiando aquí, ¿por eso aceptaste el trabajo aquí?.- Preguntó uno de los chicos que estaba a un lado guiñando un ojo al Miller.

-Y vaya que es bonita, sin duda desprende un aura bastante agradable.

Harry se sonrojó y le pegó suavemente en el hombro.

-Cállate, sólo es una amiga... nos conocemos, y... aún no es mi novia.

"¿Aún?" Aquella palabra sorprendió a Katia dejando que el regalo cayera de sus brazos hacia el pasto sin causar algún sonido.

-Ya ya entendimos, suerte con la chica. Parecen buena pareja, sólo no lo arruines.

Los otros dos chicos se fueron con todas las herramientas en manos dejando al Miller solo. Suspiró largamente embobado una vez que se fueron para luego cerrar los ojos y subir la mirada hacia el cielo mostrando un lindo atardecer.

-Candy... dulce Candy... nos veremos mañana.-Dijo suspirando nuevamente sonriendo al pensar en la chica y después desvanecerse a lo lejos.

-¿Candy?.- Preguntó en voz baja para ella misma.- ¿Por qué Candy? ¿Por qué ella...? ¿Por qué... yo no?


|| Renacer || Candy & AnthonyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora