Fachada de hechicera

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Ivonne se desplomó en su sillón con el corazón corriendo como el expreso de Hogwarts. Tomó el onix en sus manos y cerró los ojos, tratando de calmarse.

Esa abrupta cercanía con él, había alterado cada célula de su cuerpo. Lo peor era que la había confundido. En un segundo había pasado de tratarla como su amiga, a algo más.

Trabó la puerta y silenció el lugar. Quería un poco de calma y tranquilidad antes de partir a su misión.

- Severus... Eres un entupido... Deja de darme falsas señales...

La lluvia comenzó a caer fuera de la cabaña.

- No Ivonne... Te equivocas. El solo fue amable. No esta dando ninguna señal... Bien. Es hora de irme. Y quizás para jamás volver...

Ella colocó el collar con el onix dentro de su ropa, tomó su maleta y salió de su cabaña, rumbo a los pasillos. Antes de cerrar la puerta tras de si, contemplo el lugar, quizás por última vez.

Caminó lentamente al despacho de Dumbledore llevando un pantalón negro, unas largas botas de cuero marrón, una capa y una especie de casaca azul oscuro. Debía usar la chimenea de allí. Así le habían dicho para su misión.

Dentro, el director la miró entrar y dirigirse a la chimenea.

Él no dijo nada. Se limitó a bajar su cabeza, arrepentido de haber aprobado su ida. Sabía que lo más probable, era que ella no volviera nunca más.

Ella desapareció entre las flamas verdes, al momento en que Severus llegaba para ver su figura extinguirse.

- Ya se fue, Severus- Le dijo apenado el director.

- ¿Por qué le permitió hacer la misión? Se supone que usted es sabio...- Siseó.

- Por que ella tiene razón. Nadie más de la Orden podría entrar.

- Si algo le sucede... Usted será el culpable...

- Lo sé. Lo sé muy bien. Y cada raspadura que traiga de la misión, caerá en mi conciencia.

- Si es que vuelve- Susurró Snape mientras salía del despacho.

Severus caminó por los pasillos, restando puntos a diestra y siniestra, sin importar si incluso eran de su misma casa.

Algo pasaba en su cabeza y en su corazón. Algo que lo dejaba mas intranquilo que de costumbre.

Caminó sin detenerse, hasta llegar al lago, a la roca donde el había intercambiado promesas juveniles con Ivonne, donde la había visto esperar que él las cumpliera y donde su pasado se resumía en objetos tangibles.

Se sentó en la gran piedra, mirando al lago y pensando que demonios ocurría dentro de el.

No entendía por que le preocupaba tanto su partida, su misión y si estaría bien. La última vez que había sentido tal preocupación fue poco antes de que Voldemort descubriera su papel de espía y casi lo matara al huir.

Concluyó que la amistad de tantos años aun estaba vigente, o quizás con más fuerza. No creía que fuera algo más. No lo creía ni quería.

Desde que había apagado su adolescente amor por la pelirroja, esa extraña sensación se había dormido junto con los recuerdos. Pero ahora crecía una sensación similar dentro de él. No era la misma, tenía otra fuerza, otra luz, le generaba otras muchas sensaciones que antes no había experimentado.

No quería pensar más en eso. Debía volver a su despacho, ocupar su cabeza con labores comunes y dejar de pensar en lo que ocurría en su alma.

Recorrió el camino de regreso, topándose con Sirius y Remus.

Onix y Zafiro | SSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora