De camas y Wawas

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Ivonne se sentó junto a Severus. El se limitó a besar su mejilla y abrazarla.

- No vuelvas a asustarme así ¿De acuerdo?- La regañó- La próxima vez, usa magia. Torpe.

Ella rió. No podía hacer o decir mucho más bajo el encanto del profesor Snape.

- Tú también me asustaste, gruñón- Le dijo ella mientras lo miraba a los ojos.

Se besaron tiernamente, antes de ponerse de pie y caminar, amparados por la noche.

Ellos solo caminaban, aparentemente sin rumbo fijo. Pero Severus se percató de que el viaje no era del todo aleatorio, cuando llegaron al tercer piso.

Ivonne entró a su cabaña, dudando.

- ¿Quieres pasar o prefieres ir a descansar?- Le preguntó ella mientras mantenía la puerta abierta.

El maestro de pociones entró mientras la veía cerrar delicadamente la puerta.

- ¿Quieres tomar algo?- Le preguntó, nuevamente.

Severus se limitó a confirmar con un movimiento de cabeza. Le parecía divertido causarle esa clase de confusión a esos ojos azules.

Ella se encaminó a la cocina, pero él la tomó de la mano y la atrajo seductoramente hacia si.

- Quiero algo, si- Ronroneó suave en su oído- A ti.

Ivonne se sonrojó mientras sentía a Severus abrazaba.

Ella experimentaba las masculinas manos recorrer su espalda, naciendo en su cuello y bajando lentamente hasta su cintura.

Él tomó su barbilla, haciendo que la viera, para luego darle un dulce beso, apartar los rizos de su cuello y recorrer esa piel con sus labios.

La dama se estremecía ante esa delicada cercanía. Él la trataba como una frágil joya. Y estar tan cerca de él, la embriagaba, tanto con su calor, como con su aroma masculino.

En ese momento, él solo era delicadeza, sensualidad, caricias y besos.

Y era Ivonne la que sentía el deseo crecer a cada segundo, como si ella fuera la lujuriosa y él, el calmo.

Ivonne comenzaba a quitarle la casaca mientras se acercaba a su oído y le susurraba:

- Dejemos lo delicado para otro día ¿Quieres?

Severus se sonrojó ante el atrevimiento de la dama. No calculaba cuan enardecida estaba.

Sus labios se encontraron. Se besaron como si fuese la última vez, mientras caminaban, dejando un rastro de ropa en el suelo.

No había paciencia para el orden, la contemplación o esa clase de cosas pacificas. Lo necesitaban. Estaban sedientos de pasión. Una sed acumulada de años de desearse en la lejanía.

Snape hizo gala de su masculinidad y de su fuerza, pero también de su delicadeza de pocionista y de una extraña obediencia ante los pedidos de la dama.

Era simple. Ella pedía y él cumplía.

Pero cuando el decidía algo, no lo pedía, solo lo hacia, recibiendo sumisión por parte de esos ojos azules.

La medianoche los encontró en el tercer y último round.

Acariciados por la luz de la luna, ambos ex amigos yacían, casi muertos del cansancio.

Respiraban agitados, acostados boca arriba como caídos del cielo, satisfechos.

- ¿Estas... viva?- Le preguntó Severus, casi sin aliento.

Onix y Zafiro | SSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora