El guardian de ojos negros

780 108 4
                                    

Severus permanecía arrodillado en el suelo, con Ivonne en sus brazos.

- Estará bien- Dijo Urien cuando se prercató de la preocupación de Severus- Solo necesita dormir. Te recomiendo que la dejes en el sillón. No en la cama.

- ¿Cuál es la diferencia?

- Esta dormida, pero siente nuestras presencias. Es necesario que estés cerca. ¿Has visto como nieva cuando ella siente demasiada tristeza?- El elfo contempló la vista desde la ventana.

- La conozco. Más que tu- Siseó Severus mientras la levantaba en brazos y la acostaba sobre el sillón de dos cuerpos.

- Yo le enseñe a controlar el fuego y el agua, además de la técnica para borrar maldiciones y su técnica defensiva. Nunca dije que la conociera a la perfección.

El profesor de pociones encendió la chimenea al sentir el frió entrando a la casa y se fue al cuarto de Ivonne para volver, pocos segundos después, con una gran manta con la que la arropó.

Urien sonrió. Y Severus se dio cuenta de eso.

- ¿Qué rayos es tan gracioso?- Increpó al elfo.

- Que son ciertas las cosas que me ha contado de ti.

Luego de un par de minutos en completo silencio, el elfo dijo:

- Iré a informarle a Dumbledore, haciendo hincapié en que está bien y que estará durmiendo por varias horas. Espero que así nadie los venga a molestar.

El ser de extensa cabellera tomó la perilla para irse, cuando Severus le habló:

- Gracias.

El elfo desapareció y el ex mortífago quedó solo, con Ivonne.

Él se limitó a mirarla descansar, controlando su temperatura y su respiración. Por el momento, se veía bien. Vio que ya no nevaba, un indicio de que estaba calmándose.

Se sentó en el sillón individual que quedaba frente a ella, vigilándola, contemplando su piel blanca y sus enrulados cabellos rubios.

Se sintió mucho mas tranquilo. Ella ya tenía su memoria de vuelta y era claro que Urien no quería nada con Ivonne.

Quedó silencioso, quieto, expectante, como un ángel guardián. Luego de que ella se sintiera mejor, era necesario que informara ciertas cosas que había descubierto sin él alemán. Después de todo, no había permanecido todo el tiempo con ese sujeto.

La vio moverse en sueños. Se acercó. Parecía que ella tenía pesadillas y él no quería que se asustara más de lo que estaba. Pensó en entrar en su mente y buscar buenos recuerdos para que se concentrara en ellos, pero eso seria una invasión a su mente.

Se resignó y utilizó el Legeremens.

Ella tenía pesadillas con él, viéndolo doblarse y gritar del dolor. Sintió la desesperación y la angustia que emanaba del corazón de Ivonne y decidió cambiar eso.

Pensó en un recuerdo en común, algún momento que habían compartido juntos y con buenos sentimientos.

La noche viendo las luciérnagas, ese era el recuerdo perfecto. La mente de Ivonne reaccionó a ese momento, transportándolo a aquella noche de grillos, junto a la laguna y los hermosos insectos lumínicos.

Terminó el conjuro para verla dormir con una sonrisa.

Era una imagen que le infundía ternura. Ella estaba feliz, relajada y eso le trasmitía la misma sensación. Acarició su cabellera, sintiéndose importante por cuidarla. Él era el guardián de su seguridad. Lo había sido siempre y se alegraba de serlo ahora. Y se prometió serlo, desde ese momento y hasta el fin de sus días. Así ella estuviera casada y el muerto, velaría por su bienestar.

Onix y Zafiro | SSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora