13

219 38 21
                                    


Era algo que nunca hubieras imaginado.

Una hija mía y de Mauro.
Una hija que era la luz de mis ojos y por la cual luché, aguanté tantos malos tratos y me quedé con ese hombre.
Muchas veces durante los años pensé en tratar de escapar de aquel odioso lugar, aún con el riesgo de morirme en el intento.
Pero siempre me detenía por ella, por Sara.

Aunque no fue el producto del amor, yo la amaba.
Ella sin embargo desde chiquita quiso más a su padre, al cual siempre consideró un santo.
Y a mí me menospreciaba.
Eso como madre me dolía mucho.

No te enojaste con la noticia.
Al contrario, dijiste que deseabas conocerla.
Pero no era el momento aún.

Te quedaste conmigo toda la noche, abrazándome y cuidando mi sueño.
¿Cómo podías ser tan perfecto, Saúl?

En la madrugada te marchaste y por nuestra suerte, nadie nos descubrió.

Pocos minutos después tuve la necesidad de ir al baño: estaba muy mareada y tenía náuseas.
Era la tercera vez que me pasaba desde que estaba en el hospital.

El doctor me aseguró que era debido al trauma de la caída y por los analgésicos que me suministraron y no quiso hacerme ningún tipo de exámenes.

Sin embargo los malestares continuaron por varias semanas más...

Salí del hospital unos días después.
Era mi cumpleaños número 28 y tenía demasiadas ganas de verte, de disfrutar de tu compañía.
Quedamos en vernos en la misma cafetería donde nos habíamos conocido y yo me presenté allá a la hora que tú me habías indicado.

Te esperé.
Pasó media hora, tú aún no llegabas y yo empecé a impacientarme.

No tenía la mínima idea de la bonita sorpresa que me preparaste.
Fue sin duda el cumpleaños más bonito de todos.
También fue el primer pastel y las primeras flores que recibí en mi vida entera.

Tú Saúl.
Tu fuiste el primero para muchas cosas en mi vida.
Cosas importantes.
Y el único autor de mi felicidad.

Aún tengo guardada esa bonita carta que con tanta entrega me escribiste.
Me gusta releerla de vez en cuando y comprobar que el amor que me tuviste desde el primer instante, nunca se fue.
Y quizás con el tiempo aumentó.

Cuando la pequeña fiesta en mi honor terminó, me llevaste a tu casa y allí hicimos el amor, perdiéndonos en los rincones más escondidos de nuestros cuerpos ardientes y desnudos.

No me importó el dolor que aún sentía en el cuerpo, tú siempre me lo quitabas.

Nosotros.
Juntos.
Tú y yo.

Siempre soñé con esto y se que tú hacías lo mismo.

Por esta razón, teníamos que triunfar.

El camino hacia tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora