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Empecé a recorrer las calles de ese barrio, con bastante miedo y agitación.
Sentí muchas miradas encima mío, algunas curiosas, otras llenas de provocación o deseo.

Miré los niños que jugaban afuera en la calle. Ninguno de ellos era el mío.
Pregunté muchas de las personas con las que me topaba, enseñándoles la foto e incluso toqué a varias puertas con la esperanza de que quizás detrás de una de ellas estuviera el hogar de mi hijo. Pero no hubo rastro de él.

Ya estaba cayendo la oscuridad.
Me sentí completamente desgastada. No había comido nada durante todo el día y había caminado mucho.
Me faltaba percorrer la otra mitad del barrio.

~No me voy a rendir tan fácilmente. Regresaré mañana.~

Entré en una pequeña tienda y compré agua y una barra de chocolate para recuperar un poco de energía y regresé al hotel tomando un taxi.

Saúl...Aún no había recibido ninguna respuesta de tu parte.
Pregunté a la recepción del hotel si alguien durante el día había preguntado por mí pero me dijo que no.

~¿Dónde estarás? ¿Por qué no llegas aún? ¿Será que dejé de importarte? ¿Y si algo malo te pasó?~

Estaba desesperada.
Siguió otra noche de insomnio y en la mañana regresé a ese lugar, empezando la búsqueda desde el punto en el que la había dejado.

Eran las cuatro de la tarde cuando unos niños me detuvieron, pidiéndome algo de comida o dinero.
Estaban tratando de vender unos periódicos y algunos detenían los carros que pasaban, queriendo lavar los vidrios, pero con poco éxito.

Uno de ellos captó mi atención.
Estaba en disparte y era mucho más chiquito que los demás.
Miraba hacia abajo, jugando con sus deditos.
Parecía tener lágrimas en sus mejillas.
Era muy delgado y sus prendas eran rotas y sucias.

Saqué la foto de mi bolsillo.
Se parecía tanto a mi hijo.
Una pequeña esperanza nació dentro de mí.

"¡Muévete David!"-Lo reprendió uno de los niños más grandes, agarrándolo por la mano.

Suspiré.
~No es él. Mi hijo se llama Mauro...~

Sin embargo decidí seguirlos.
Pararon enfrente a una casa donde habían más niños y empezaron a jugar con el balón.
A él lo excluyeron porque era demasiado pequeño.
Se fue en una esquina, sentándose sobre el piso.
Me acerqué.

"Hola chiquito. ¿Qué haces aquí tan solito y triste? ¿Que te parece si me dices como te llamas y cuántos años tienes? Yo soy Altagracia."-le dije con la voz calma y dulce.

En ese momento levantó su carita y pude verla desde cerca.
Era idéntico al niño de la foto y sus ojitos...eran los míos.

Me lancé sobre él, alzándolo desde el suelo y tomándolo entre mis brazos.
No pude contener mis sollozos.

"Mi bebé..."-repetí una y otra vez acariciando su cabecita y llenándolo de besos.
Él por su parte, se aferró fuerte a mí con sus manitas, sin emitir algún sonido.

"Al fin te encontré, mi cielo. Estamos juntos. Tu verdadera mami está contigo y no voy a abandonarte jamás."-susurré en su oído, con la voz temblándome de tanta emoción.
Creo que él no estaba entendiendo nada, tenía la mirada desconcertada.

Lo bajé.
"Pequeño...tu no me conoces, lo sé. Pero yo te amo más que a mi propia vida porque eres parte de mi ser, saliste de mí y necesito que vengas conmigo. Nada te va a faltar, ni ropa, ni comida y mucho menos amor. ¡Yo soy tu mamá!"-dije poniéndome enfrente a él.
Mis lágrimas no paraban de bajar.

Extendí mi mano y él la tomó: lo había convencido, aún sin entender muy bien esa escena a la cual estaba asistiendo.
Quizás le caí bien desde el primer momento, así como él a mí.

Algo tuve muy claro en ese instante: la sangre llama. Siempre.

Empecé a caminar con él a un lado.
De pronto oí a alguien gritarme.
Eran un hombre y una mujer.

"¡Hey tú, para! ¿A donde piensas irte con nuestro hijo? Suéltalo ya."

"Es MI hijo."-dije con un hilo de voz.
"Miren sus ojos verdes. Los heredó de mí."

"¡Eres una impostora! No te lo vamos a entregar. Vete de aquí. Déjalo o llamaremos al señor Mauro Echeverria. No es algo que te convenga, supongo."-dijo la mujer.

Abrí los ojos como platos al escuchar ese nombre.
Otra vez el miedo se apoderó de mí.
Pero ya estaba junto a mi niño y él era mi fortaleza.
Por él valía la pena todo.

Lo tomé entre mi brazos y empecé a correr sin mirar atrás.

El camino hacia tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora