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Desperté con un gran dolor de cabeza.
Me levanté y fui directamente al baño; necesité vaciar lo poco que había en mi estómago.

Quizás era por el asco que sentí al estar con mi marido esa noche.
Aunque si en realidad yo sabía que se trataba de otra cosa.
~Dios, que no sea lo que estoy imaginando por favor.~

Entré a la ducha y me quedé allá durante una hora.
Dejé el agua caliente bajar por mi piel, como si tuviese la capacidad de lavar la basura que yo sentía sobre mi cuerpo y de llevarse todas las desgracias de mi vida.
Sin embargo, era solamente agua, y no tenía todas estas capacidades.

Regresé al cuarto y Mauro seguía durmiendo, tenía el sueño muy pesado.
Ese sábado por mi mala suerte me tocaba quedarme en la casa y soportar su agobiante presencia durante todo el día.
Yo deseaba verte, Saúl.
Estar contigo y con nadie más.

Pasó la hora de la cena y otra vez subimos los dos a nuestra recámara.

"Cariño, deberíamos repetir lo de anoche. Ven."

"No Mauro, no estoy para esto. ¿Qué no entiendes que me siento mal? Estoy harta de ser tu marioneta y que me utilices para desahogar tus ganas. Estar juntos es algo que deberíamos decidir entre los dos."
Yo misma me sorprendí por haberlo desafiado de esa manera.

"¿Qué dijiste zorra?"
En eso, sentí el peso de su cachetada sobre mi mejilla.
Vi entrar a Sara en la habitación y abrí los ojos como platos.

"Déjala en paz papà."

"Vete, estos son problemas de adultos. No te metas."-le gritó.

"¡No! Si tu piensas pegarle a mi mamá delante de mí, yo pienso defenderla."
Me sentí tan orgullosa de ella en ese momento.

"Estás castigada por una entera semana, ¿me oíste? Nada de computadora, películas, juegos, salidas ¡Vete a tu cuarto ya!"
"Tú también vete de aquí."-dijo dirigiéndose a mi.

Seguí a mi hija que se había tumbado en su cama, llorando sobre la almohada.
Comecé a acariciar su suave cabello y a musitar una canción de Frozen que le gustaba.

Se levantó para mirarme.
"Esos días estuviste en el hospital por su culpa ¿verdad?"
Asentí.
"Él siempre te golpeaba y yo nunca me dí cuenta, nunca te defendí, siempre estuve de su lado. ¡Que mala hija soy! Además ayer fue tu cumple y no te felicité, me olvidé completamente. Perdóname mamá."

Empezó a sollozar y la apoyé sobre mi hombro.
"Shhh tranquila, no es para tanto. Ya no llores niña."

"Niña. Soy TU niña, mamá. Nunca me dijiste mi niña, mi amor, mi vida, mi chiquita...nada de esto. Es por él ¿verdad?"
La miré y no supe que decirle, no me esperaba esta pregunta y por alguna razón me dolió.

"El cariño que yo te tengo no reside en esas palabras. Yo te quiero a pesar de ellas, aunque tal vez no soy muy buena para demostrarlo. Pero si decírtelas te hace feliz, desde ahora en adelante las usaré."
Su respuesta fue un tímido sí.

Nos recostamos sobre la cama abrazadas.
"Mamá, ¿por qué eres tan extraña últimamente?"

"¿Yo? ¿Cómo?"

"Triste por todo lo que te sucede pero a la vez feliz. Tus ojitos verdes son aún más hermosos y brillan mucho."

Sonreí y la miré con ternura.
Mi niña...
"Si te digo ¿prometes guardarme el secreto?"

"Lo prometo."

"Pues encontré un amigo. Él se porta como un payaso pero también es muy cursi y siempre consigue hacerme reír. De echo, me gustaría presentártelo. ¿Qué dices?"
Asintió.

"Sara, te amo."

"Yo a ti más mamita."

Esa noche me quedé a dormir con ella por la primera vez desde que era una bebé.
Nunca me imaginé que se sentiría tan bonito.

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¿Qué tal esta relación de madre-hija? ❤️

El camino hacia tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora