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Parece que mis oraciones fueron escuchadas de inmediato.

Desayuné junto a mi hijo y nos arreglamos para salir, ya que le prometí llevarlo al parque y luego al centro comercial a comprarle juguetes, algo que nunca tuvo pero que todos los niños necesitan.

El dinero de Amalia poco a poco se estaba acabando, pero no me importó. Yo iba a acudir como sea a las necesidades de Daniel.

Eran las tres de la tarde.
Ya habíamos terminado nuestras compras y estábamos delante de la Estatua del Ángel cuando algo captó mi atención: era la silueta de un hombre.
Estaba sentado sobre un banco con la cabeza en sus manos.
Se veía cansado y abatido.

Me acerqué.
Algo me empujó a hacerlo.
En ese momento levantó su cabeza y nuestras miradas se conectaron.

Eras tú.
Te levantaste.
Nos miramos por varios segundos, con las bocas entreabiertas y los ojos como platos, sin decir palabra alguna.

"Saúl..."-a romper el silencio fui yo.
"¡Saúl, mi amor!"-grité.
Las lágrimas se hicieron presentes, mojando fuertemente mis mejillas.

Nos lanzamos la una sobre el otro aferrándonos en un fuerte y eterno abrazo, del cual ninguno de los dos se quería desprender.
Nuestros cuerpos y nuestras almas estaban unidos nuevamente después de tantos años.
Unos incesantes sollozos se hicieron presentes.
Escondí mi cabeza en tu cuello, aferrándome a ti con más fuerza que nunca.

No...no era un sueño, ni una visión.
Tú estabas realmente allí, a mi lado.

"Alta, mi amor..."-repetías con la voz entrecortada por el llanto.
"Estás viva...¡estás viva, mi bella Altagracia! No te vayas nunca más de mi lado, ¿me oíste? No me dejes jamás, amor."

Oír esas palabras y el ritmo acelerado de tu corazón pegado al mío, me devolvió la vida.

Nos separamos, uniendo nuestras frentes y envolviéndonos en un largo y apasionado beso.

Un beso capaz de despertarte en unos segundos todos los sentidos, capaz de detener el tiempo, aquietar los miedos, cancelar la soledad, borrar todo el dolor...

"¡Te extrañé tanto! Pensé que tenías a otra, que te habías olvidado de mí...¿Por qué no me diste ninguna señal?"

"Amor, jamás sería capaz de olvidarte ni de abandonarte. Estos años sin ti fueron un tormento, una agonia. Tú eres mi vida entera. Apenas leí la carta no dudé ni un segundo en venirte a buscar."

Nuestros labios se acoplaron otra vez y sentí el sabor de agua salada en mi boca: esta vez eran tus lágrimas.

"Me diste un hijo..."-susurraste.

Sonreí.
Miré a Daniel que estaba quieto cerca de nosotros, sin entender nada de lo que estaba pasando a su alrededor.
Lo tomé por la mano.

"Él es Daniel. Ayer lo encontré. Lo conozco muy poco pero lo amo mucho. Es tu hijo, Saúl. Nuestro. Así como siempre lo hemos soñado."-borré con rapidez una lágrima que había caído.

Me regalaste una de esas maravillosas sonrisas y miraste a David, analizándolo.
Bajaste a su altura.
"Hola campeón. Yo me llamo, Saúl. Soy tu padre. No me conoces aún pero espero que me aceptes y me ames tanto como yo a ti. Estoy seguro que nos vamos a llevar de maravilla."-la emoción se hizo sentir en tu voz.

Lo tomaste entre tus brazos, dándole un bezo en la frente y pegándolo a tu pecho.
Los tres nos abrazamos.
Estábamos juntos.
Felices y emocionados.
Amándonos.

¿Era posible sentir tanta plenitud y felicidad de la noche a la mañana?

Solamente faltaba mi niña, mi Sara, para que nuestra familia fuera al completo.

Nos sentamos sobre el banco.
"¿Y Sara?"-te pregunté.

"Me escapé junto a ella cuando pasó lo del disparo. Estuvo conmigo todos estos años. Ya es mi hija, la quiero mucho. La dejé en Italia así como me lo pediste en la carta, allí está más segura."-me explicaste.

"Mi niña...gracias por todo lo que hiciste y lo qué sigues haciendo por mí, Saúl. ¿Le dijiste que estoy viva? ¿Como reaccionó?"

"Leyó la carta. Se puso mal al principio. Se cerró durante todo el día en su cuarto, llorando. Estaba feliz, desconcertada y asustada a la vez. No quería hacerse falsas ilusiones. Pensó que podría ser una trampa y no quería dejarme venir hasta aquí. Cuando verá con sus propios ojos que estás viva, será la persona más feliz de este planeta. Bueno, no más que yo."

Sonreí, con los ojos aguados.
Apoyé mi cabeza sobre tu pecho, dejando que me acunaras como niña chiquita.

¡Te había extrañado tanto!

Aquellas promesas que un día nos hicimos, todavía eran válidas.
Tú seguías siendo mío y yo era tuya para siempre.

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El capítulo más esperado creo❤️¿Sarà que la felicidad les dure para siempre?
No olviden dejar su estrellita y comentar ✨💕

El camino hacia tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora